El edificio más sublime de todos con los que cuenta la Villa de Ledesma es la Iglesia de Santa María, destacando por sus enormes dimensiones en piedra granítica.
Comenzada a construir en el último tercio del siglo XII en estilo románico final, de aquella época hoy sólo se conserva el arco por el que trascurre la calle de los Curas en la parte baja de la torre.
La gran ampliación que se hace entre 1492 y 1500 se le encarga a Juan Gil de Hontañón el Viejo y consiste en la construcción de toda la nave de la iglesia hasta el arco triunfal que la separa de la Capilla Mayor y el cuerpo medio de la torre, decorado con las típicas bolas isabelinas.
Sus paredes poseen 6 arcos que albergan las bellas cajoneras barrocas. Cuenta con una quincena de retablos que van desde un excelente retablo de tablas flamencas del siglo XVI, hasta el retablo mayor de enormes proporciones realizado entre 1752 y 1771 en estilo neoclásico. Son muchísimas más las imágenes que alberga, desde un crucificado del siglo XIV a una Inmaculada de Salvador Carmona o a imágenes de Ramón Micó, pasando por un Cristo articulado de 1550.
Destacan también las sepulturas de los nobles que alberga en su interior entre las que destacan las del Infante don Sancho, nieto de Alfonso X, o la Martín Díaz de Ledesma realizada por un discípulo de Juan Guas. Otro de los aspectos destacables de esta iglesia es su orfebrería, albergando multitud de piezas desde finales del siglo XV hasta el XIX, destacando sobre todas la impresionante carroza del Corpus Christi de 1719 y realizada en oro y plata.