Con su dote contribuyó a enriquecer una zona termal del Este del país
El recorrido por Eslovaquia ofrece al viajero muchas sorpresas. Pero quizá una de las menos esperadas es la veneración que una de las zonas menos conocidas del país, Vy?né Ru?bachy, entre dos parques nacionales y al pie de los Altos Tatras, siente por España en general y por una de nuestras Infantas menos conocidas, en particular. Se trata de la que allí conocen como Isabella de Borbón, cuyo nombre completo es Isabel Alfonsa María de Borbón y Borbón, nieta de Alfonso XII y hermana por parte de padre de María de las Mercedes, madre del Rey Juan Carlos.
Su historia no es muy conocida, aunque en esta parte del este de Eslovaquia su nombre figura por todas partes y algunos de sus retratos adornan calles, hoteles y balnearios. Sobre todo balnearios, ya que esta es una zona termal que en su día fue considerada la mejor de Europa y allí Isabella y su marido, Jan Zamoyski, de origen polaco, crearon un conjunto de sanatorios y estaciones termales que todavía ahora se encuentran entre las mejores de Europa.
Jan Kanty conde Zamoyski nació en Stara Lubovla (ahora Eslovaquia). Era hijo de Andres Zamoyski y María Carolina Borbón, princesa del Reino de las dos Sicilias. La familia de Zamoyski partenecía a una de las mas famosas y poderosas familias de Polonia. Tenía enormes propiedades rurales, muchas influencias políticas y significativas relaciones familiares. El 9 de marzo de 1929 en Madrid se casó con su prima, la Infanta española Isabel Alfonsa María Borbón, en el lugar que había nacido, el Palacio Real de Madrid. Los entonces reyes de España fueron sus padrinos.
Los jóvenes esposos se trasladaron a vivir a Checoslovaquia, a un pueblo llamado Stara Lubovna, allí dedicaron gran parte de la dote de la Infanta a rehabilitar el castillo familiar, así como a mejorar el balneario en Vy?né Ru?bachy, viviendo unos años de gran felicidad y bienestar en aquellas tierras, hasta que la Segunda Guerra Mundial frustró sus planes.
El conde perteneció a la resistencia contra los nazis y fue detenido, aunque diversas gestiones diplomáticas y su pasaporte español, permitieron su liberación. Pero no terminaban ahí las penalidades. Tras la guerra, los rusos conquistaron ese territorio y la persecución se hizo más implacable, sobre todo por el tema religioso, lo cual hizo que el regio matrimonio tuviera que huir precipitadamente, prácticamente con lo puesto. dejando atrás todas sus pertenencias. Ahí comenzaron sus problemas que irían encadenando hasta el final de sus vidas. La Infanta Isabela está enterrada, de acuerdo con su rango, en el Panteón de Infantes del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Y hasta allí peregrinan todavía ahora muchos eslovacos que no la han olvidado.
Paraíso termal e invernal
Las aguas de Vy?né Ru?bachy, ya conocidas en la Edad Media, que surgen de una fuente que también lleva el nombre de Isabella, son adecuadas para aliviar enfermedades cardiovasculares, ginecológicas, de metabolismo y oncológicas. El balneario está adornado con más de 100 esculturas casi todas hechas de travertino por artistas de todo el mundo. Junto a él se encuentra un hotel de cinco estrellas y diversos establecimientos y casas de madera que acogen a todo tipo de huéspedes.
Como sus vecinos de República Checa y Hungría, en esta zona de Eslovaquia abundan las aguas termales.
Con poco más de 30.000 habitantes y a orillas del río Vah, se encuentra la ciudad balneario más importante de Eslovaquia, Piestany. Famosa por sus fuentes termales y sus barros medicinales, esta ciudad es conocida desde antaño por las propiedades curativas de sus aguas. Los editores de Lonely Planet incluyeron este lugar entre los 20 mejores balnearios en Europa. No hay que olvidar que el genial compositor Beethoven pasó por Piestany para probar sus efectos allá por el año 1801. A finales del siglo XIX y gracias al buen hacer del empresario Alexander Winter, Piestany se convirtió en una ciudad-balneario de fama internacional muy visitada por toda la aristocracia mundial. Hoy en día los lugares más recomendables de Piestany son el espectacular Hotel Thermia Palace, un establecimiento de cinco estrellas ubicado en un edificio de principios del siglo XX, y los baños de Napoleón, cuyo origen data del siglo XIX.
Tanto en invierno, con magníficos centros de esquí, como en primavera o verano, con sus rutas alpinas, animales en libertad y posibilidades para muchos deportes, los cercanos Altos Tatras, que es la cordillera más grande y poderosa de los Cárpatos, resultan monumentales, con una superficie de más de 340 kilómetros cuadrados de los que 260 están en territorio eslovaco. Hay 25 picos con una altura de más de 2.500 metros. Un destino muy popular es Hrebienok, al que se puede llegar utilizando el teleférico sin columnas que llega hasta una altura de 2.632 metros. Es posible alojarse en el observatorio, una experiencia única. Vale la pena llegar a Zdiar, un pequeño pueblo de montaña repleto de casas rurales con encanto, donde los dueños se encargan de que la estancia sea perfecta a base de buen trato y excelente comida nutritiva (sopas, mucha carne, guisos calóricos o quesos ahumados) para excursionistas en verano y esquiadores en invierno. Para los no tan activos, una posibilidad y una experiencia sensacional es el descenso de los rápidos del río Dunajec en balsas de madera que fueron utilizadas para el transporte de troncos hasta el Vístula, en medio del maravilloso escenario natural del Parque Nacional de Pieniny. La ruta de 9 kilómetros de longitud conduce de ?ervený Klá?tor, donde está el célebre monasterio rojo de ?ervený Klá?tor, del siglo XIV por los cartujos,hasta el pueblo de Lesnica.
Ciudades con encanto y ambiente
Pero aunque la naturaleza tiene un papel protagonista en Eslovaquia, no hay que perder de vista sus ciudades. La principal, naturalmente, es la capital, Bratislava. No hace falta mucho tiempo para recorrer el armonioso casco histórico de la capital, situado en la orilla norte del Danubio. Resulta muy agradable pasear por sus calles peatonales salpicadas de plazoletas arboladas, bonitas iglesias y palacios barrocos o rococó, en los que se sitúan los principales museos de la ciudad. Una de las figuras más curiosas, que congrega a cientos de turistas es la escultura El mirón que se asoma desde una alcantarilla.
Desde su posición dominante, el emblemático castillo de Bratislava fue la sede del reino húngaro. Hoy alberga el Museo Histórico y su famosa Venus de Moravany, una estatuilla de marfil tallada hace 25.000 años, así como el Museo de la Música. Las vistas desde las torres y terraza son inmejorables. A sus pies está la catedral de San Martín donde fueron coronados una veintena de reyes húngaros con la corona de San Esteban, entre ellos, la célebre María Teresa. Hay que visitar la popular iglesia de Santa Isabel o iglesia azul, consagrada a la santa y princesa húngara, un sorprendente santuario de estilo Secesión construido en la década de 1910. Tiene preciosos mosaicos, en particular en la portada, con escenas de un milagro de la santa. También merece la pena la Galería Nacional Eslovaca, un palacio del s. XVIII y un edificio de aires soviéticos, donde se muestran las colecciones del mayor museo de Eslovaquia que abarcan un periodo de cinco siglos de producción artística europea.
Kosice, que es la segunda ciudad más grande de Eslovaquia, situada en el centro de la parte oriental del país, tiene su toque único. Su principal monumento en el pintoresco y peatonal centro de la ciudad es la catedral de St. Elisabeth, que se remonta a principios del siglo XV, es la catedral gótica más oriental de Europa y la iglesia más grande de Eslovaquia, con una capacidad de más de 5.000 personas. El interior está formado por cinco naves y resulta verdaderamente impresionante. Se recomienda visitar el altar mayor, compuesto por unos cincuenta paneles pintados y dorados. Su decoración suntuosa lo convierte en una pieza única en Europa. Kosice fue Capital Europea de la Cultura el año 2013 y, además de los eventos que tuvieron lugar entonces, hay una actividad cultural durante todo el año. Hay que pasear por la calle mayor, que conserva preciosas casas de los siglos XVIII y XIX. Este itinerario permite descubrir al mismo tiempo el teatro de estilo neobarroco, la Casa del Distrito que acoge una galería de arte y el antiguo Ayuntamiento, cuyos techos están decorados con frescos del siglo XVIII.
Y si tantas visitas despiertan el apetito, se está en el lugar ideal. Eslovaquia es un país de quesos. En cualquier supermercado hay una sección dedicada solamente a este producto. El queso más vendido es uno ahumado que se presenta en forma de cinta de unos tres centímetros de ancho y enrollada sobre sí misma. La comida nacional eslovaca, no siempre a gusto de todos es halusky bryndzové, una especie de albóndigas hechas con masa de patata mezclada con un tipo especial de cuajada de oveja suave y salada, a la que se añade tocino frito picado en trozos pequeños, lo que la hace que sea especialmente sabroso. La bebida tradicional para acompañar la comida es la leche agria o suero de leche. Aunque muchos tal vez prefieran alguna de las cervezas eslovacas que no tienen nada que envidiar de sus vecinas checas, algunas recomendaciones: Zloty Bazant, Mnich Smadny o Topvar. Los no alcohólicos deben probar la Kofola, que fue en tiempos soviéticos la sustituta de la Coca Cola. Ahora compite en el mercado eslovaco con la Coca Cola y la Pepsi, por lo que no la sirven en todos los bares, aunque sí en la mayoría. Se puede comprar embotellada en cualquier tienda o pedirla en un bar donde la servirán en una jarra como si fuera cerveza.
Cómo ir:
Según el buscador de vuelos www.jetcost.es hay varios vuelos directos a Bratislava desde Madrid, Málaga y Palma. También hay otras combinaciones cómodas para viajar a otras partes del país, ya que la capital eslovaca está muy cerca de Viena y Budapest. A esta última ciudad hay frecuentes vuelos desde varias ciudades españolas con la compañía de bajo coste Wizz Air (www.wizzair.com).
Más información:
Embajada de Eslovaquia
Tel.: 91 590 38 61/ 67
www.slovakia.travel