El turismo ornitológico, una iniciativa próspera en temporada baja
Enrique Sancho
Había comenzado el viaje tres semanas antes, cuando el sol se fue apagando, las tierras se endurecieron, las aguas se helaron y el alimento comenzó a escasear. Los casi 3.000 kilómetros de vuelo pesaban sobre sus alas y las cortas paradas para descansar y buscar algún grano o un pequeño insecto descuidado no habían permitido recuperarse del esfuerzo. Solo la continua presencia de su pareja de siempre a su lado y la de las dos crías que apenas contaban unos meses de vida, la animaban a continuar. Bueno, también el estimulo de los cientos de ejemplares como ella que hacían el mismo camino volando en perfecta formación.
Pero el viaje estaba llegando a su fin. Aquella grulla y sus acompañantes que habían dejado las orillas del Báltico, o las del lago Hornborga o la isla de Rugen en el norte de Europa, habían atravesado a una increíble velocidad medio continente y ya distinguían a lo lejos la reconocible imagen de la dehesa extremeña, los encinares y los sembrados, las lagunas, embalses y grandes charcas de Cáceres… Su formación en V, volando a gran altura, con el cuello estirado, con pesadas y amplias batidas de alas y con un kru-kru-kru incesante que podía oírse a dos kilómetros de distancia, está a punto de terminar. Ellas no lo saben, pero allí abajo, camuflados entre ramas de jara y encina, están los humanos, esa especie que se obsesiona por vigilar y disfrutar con sus movimientos y que siempre ha añorado sin conseguirlo, volar como ellas. Tampoco lo saben, pero en estas tierras cacereñas están algunos que han venido a verlas desde los lugares de donde partieron.
Ahora llegan los meses de descanso, de alimentación, del engorde de las crías, de disfrutar del clima templado de esta tierra y la abundancia de alimentos, antes de que, en primavera, inicien el camino de vuelta hacia el norte donde de nuevo descansar y preparar el intenso cortejo nupcial con graciosos saltos con las alas desplegadas y el cuello estirado. Pero hasta que llegue ese día, ella y hasta 80.000 ejemplares de su género disfrutarán de las tierras extremeñas, pasarán el invierto alimentándose de bellotas, raíces, semillas y restos de cereal en las rastrojeras y de pequeños invertebrados y pececillos. Salen hacia la dehesa con los primeros rayos del sol. Se mueven en vuelos cortos y el alboroto que montan las hace inconfundibles. Al regresar, el estruendo es espectacular porque las que llegan saludan a las que esperan en los dormideros situados en tranquilas y apartadas orillas de numerosos embalses extremeños, que a su vez gritan jubilosas al ver ‘aterrizar’ a sus compañeras. Durante sus desplazamientos diarios se mueven en grupos adoptando una peculiar formación y emitiendo su característico trompeteo sonoro, lo que constituye uno de los espectáculos más apasionantes del mundo ornitológico.
Paraíso de las aves
La observación de grullas en la provincia de Cáceres se ha convertido en una destacada actividad no solo naturalista, también turística, que genera un importante flujo de aficionados que llegan de todo el mundo. Los principales lugares de observación están próximos a Moraleja y Zarza de Granadilla; el embalse de Valdecañas y en Serrejón; en las inmediaciones de Brozas y en las dehesas próximas a la Sierra de San Pedro; en Aldea del Cano, Talaván y en el embalse del Tozo y en el embalse de Valdesalor y en el río de Ayuela. Pero aunque estas aves de gran tamaño, similares a la cigüeña y con plumaje gris ceniza son muy buscadas desde el final del otoño y todo el invierno, no son las únicas que pueden contemplarse entre los distintos paisajes de Cáceres.
En efecto, esta provincia y el resto de Extremadura se ha convertido en poco tiempo en el gran observatorio de aves de Europa con mejores y más variadas condiciones para la práctica del llamado birdwatching. El 70% de la superficie del territorio extremeño es idóneo para las aves y una tercera parte de esta superficie tiene algún tipo de protección. En la actualidad cuenta con 69 Zonas de Especial Protección de Aves (ZEPA) con más de un millón de hectáreas. Hay 17 pueblos y ciudades protegidos por su importancia para las aves. La ciudad monumental de Cáceres es uno de ellos, como también lo es la localidad de Trujillo que unen a su riqueza ornitológica, un gran atractivo turístico. En toda Extremadura se han citado hasta 337 especies de aves que pueden observarse a lo largo del ciclo anual, algunas permanecen todo el año en la región y otras acuden solo para pasar el invierno gracias a las moderadas temperaturas invernales y la elevada disponibilidad de alimento. Aquí se hace realidad la definición de esta región que hizo el ornitólogo y escritor Joaquín Araujo, autor, entre otras obras, de la Enciclopedia Salvat de la Fauna ibérica y europea, junto con Félix Rodríguez de la Fuente, como una de las Capillas Sixtinas del mundo de los seres alados.
La provincia de Cáceres esconde rincones naturales y sin contaminar que se presentan ante el viajero como verdaderos paraísos ecológicos. Cualquier época es buena para viajar a este asombroso enclave extremeño. En Cáceres hay una deslumbrante naturaleza, que reúne los verdes inmortales de los valles del norte (el Ambroz, el Jerte, Sierra de Gata, la Vera, las Hurdes) y sur (Ibores y Villuercas), las inmensas llanuras del campo Arañuelo, sin olvidar la joya ecológica de Cáceres: el Parque Nacional de Monfragüe. La Vía de la Plata y la zona transfronteriza de la Raya son otras zonas de especial interés turístico.
El clima mediterráneo con influencia atlántica, provoca veranos calurosos e inviernos agradables y propicia la existencia de una rica variedad de espacios naturales inalterados. En la región habitan buena parte de especies de aves prácticamente desaparecidas en otras zonas del continente, como el buitre negro, la cigüeña negra, el águila imperial ibérica, el gorrión moruno, la avutarda, los sisones, las fochas, las gaviotas reidoras o las garzas reales. La mayoría de ellas son aves protegidas.
Parque Nacional de Monfragüe
Uno de los paraísos para la observación de aves es el Parque Nacional de Monfragüe, en la provincia de Cáceres, en el centro del triángulo formado por las poblaciones de Navalmoral de la Mata, Plasencia y Trujillo y referencia obligada del bosque y matorral mediterráneo. Es Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO. La afluencia de aves en Monfragüe se debe en gran medida a su especial orografía con una extraordinaria combinación de laderas con densa vegetación y roquedos de extensas zonas abiertas. En el espacio se mezclan las dehesas de alcornoques y encinas con las jaras. Los arbustos de madroños, brezos y durillos nacen a los pies de fresnos, sauces y acebos. Y los enebros emergen de las cuarcitas agrietadas. Espacio singular y flora peculiar facilita a las aves un gran número de lugares de refugio y de alimentación. Hasta 180 especies de aves eligen este ambiente en un momento u otro del año. Entre éstas cabe destacar el buitre negro con 250 parejas y que constituye la mayor colonia del mundo.
Los observadores de aves también podrán ver atravesar los cielos o permanecer en la roca otras especies como el buitre leonado, la cigüeña negra, el alimoche o el águila imperial. Otras especies que anidan aquí son el águila real, el águila perdicera, el halcón peregrino o el búho real. En las orillas y cauces se pueden encontrar variedades como el martín pescador, mitos, cormoranes y ruiseñores, además de otras especies relacionados con el medio acuático como la nutria.
Muy cerca del Parque Nacional de Monfragüe se encuentran los Llanos de Cáceres. En contraste con el Parque muestra una extraña belleza formada por extensas llanuras desprovistas de vegetación arbórea. Esta falta de plantas, como en otros lugares, es fruto de la acción que el hombre ha llevado a cabo durante siglos para conseguir zonas de pastos y terrenos para labores agrícolas. Pero, a pesar de ello, existe una vegetación procedente de los bosques originarios que es fundamental para la conservación de determinadas especies de aves. Este es el caso de la avutarda, uno de los pájaros más amenazados al tiempo que característico de los pastizales y campos de cereales de Extremadura.
La mejor época del año para ver a la avutarda es la primavera, cuando realizan sus espectaculares paradas nupciales en varios puntos de estos llanos. Otras especies características de esta zona son el sisón, de aspecto parecido a la avutarda pero con un tamaño mucho menor, el aguilucho cenizo, la ganga, la ortega, la canastera, la carraca o la collalba rubia. Especial importancia adquieren por su número los anidamientos que se establecen en las escasas áreas de arbolado donde crían en grandes colonias centenares de parejas de garcillas bueyeras y cigüeñas blancas.
En torno a Trujillo
Otra de las zonas destacadas para la observación de aves es la que conforman los Llanos de Trujillo. Cualquier visitante que recorra esta preciosa villa deberá encontrar un momento para olvidarse momentáneamente de monumentos como la Plaza Mayor, las iglesias y palacios, el castillo y los museos, y desviar su mirada de hacia lo alto para descubrir las decenas de cigüeñas blancas posadas sobre sus enormes nidos en la parte alta de edificios emblemáticos como la Iglesia de San Martín, el Palacio de la Conquista o la Torre del Alfiler. También en los meses primaverales es fácil ver en los cielos y tejados de Trujillo el cernícalo primilla. El viajero podrá disfrutar observando estos pájaros sobre los tejados, dejándose ver sobre las chimeneas y otros puntos elevados, con sus acrobáticos y a veces escandalosos vuelos, su espectacular cernido en busca de alimento, las cebas de cortejo o alimentando a sus pollos.
No hay que olvidarse del vencejo común, que agrupado en bandos más o menos numerosos van y vienen a gran velocidad pasando sobre los tejados con su conocido chillido para terminar llegando al hogar donde tienen sus nidos en pequeñas grietas de las paredes. Pero Trujillo aún guarda otras sorpresas. En el castillo llama la atención las concentraciones de grajillas que llegan a formarse sobre las almenas. Da la sensación de que las altas y antiguas paredes de Trujillo hicieran la función de acantilados naturales para las aves, ya que aquí encuentran un refugio seguro donde nidificar. Además, tienen la gran ventaja de que en los extensos campos del entorno encuentran abundante alimento que posibilita la existencia de esta diversidad ornitológica compuesta también por otras aves como las golondrinas comunes, golondrinas dáuricas, aviones comunes y más recientemente también el avión roquero.
El entorno más cercano a Trujillo se caracteriza por un impresionante berrocal granítico, extensos llanos de pastizal y siembras de cereal que rodean la ciudad, lugares todos ellos adecuados para la observación de aves. En este sentido destacan los Llanos de Belén que cada año, a partir del mes de marzo y hasta mayo, se llenan de avutardas. Resulta espectacular observar su cortejo, que por la zona se conoce como la rueda de la avutardas. El observador tendrá la oportunidad de contemplar a estas aves reunidas en unos puntos concretos donde los machos, que en ocasiones alcanzan los 15 kilos de peso, empiezan a exhibirse para atraer a las hembras y así tener descendencia.
Otras especies de gran valor que habitan estos llanos son el sisón, la ganga ortega, el aguilucho cenizo, el elanio común, los milanos reales y negros, la carraca, la calandria, las terreras, las cogujadas, los trigueros, el alcaraván que gracias a su reclamo aflautado es una especie fácil de escuchar al anochecer o el abundante mochuelo común. La zona está salpicada de abundantes charcas ganaderas que junto con pequeños ríos como el Marinejo son también de vital importancia para la reproducción de los anfibios. Algunos de ellos son el sustento de un importante número de garzas reales, garcetas, garcillas bueyeras, cigüeñas blancas y hasta algún grupo de cigüeñas negras, a pesar de que no son muy numerosas.
Ciudades monumentales a vista de pájaro
Estos llanos tan abundantes en aves conectan las ciudades de Trujillo y Cáceres, dos villas reconocidas por la Unesco como Ciudades Patrimonio de la Humanidad, con excelentes ejemplos monumentales y del legado que trajo la conquista de América a manos de exploradores extremeños. Parece como si muchas de las aves en su sabiduría trasmitida de generación en generación, hubieran sabido encontrar los parajes más convenientes no solo por temperatura y alimento, sino también por su extraordinaria belleza.
Es probable que el visitante que acuda a Trujillo o Cáceres, cuyo valor patrimonial es bien conocido por su declaración como Tercer Conjunto Monumental de Europa y como Ciudad Patrimonio de la Humanidad, se vea eclipsado por su riqueza arquitectónica y olvide el valor ambiental que confiere a la ciudad la confluencia de tres Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) en el municipio: Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes, Sierra de San Pedro y Colonia de Cernícalo Primilla de la Ciudad Monumental de Cáceres.
Esta especial situación hace que la ciudad de Cáceres posea, también, una gran riqueza ornitológica que representa un atractivo más para los visitantes y turistas, que siempre se sienten sorprendidos por las espectaculares torres repletas de nidos de cigüeñas, los cernícalos primillas cerniéndose en el cielo o los sonoros bandos de vencejos comunes sobrevolando calles y plazas. Los parques y jardines de la ciudad, en especial el Parque del Príncipe, acogen a numerosas especies de aves y en ellos es posible realizar recorridos ornitológicos donde se pueden observar aves muy interesantes como el rabilargo, picogordo, pico picapinos, papamoscas gris, petirrojo, curruca capirotada, etc.
La Consejería de Fomento, Vivienda, Ordenación del Territorio y Turismo del Gobierno de Extremadura en su afán de promover el turismo de naturaleza en la región, organiza cada año en el mes de mayo el Festival de las Aves, que incluye una variada propuesta de actividades programadas para todas las edades y tipo de público, entre las que está el Maratón Fotográfico Cáceres, Ciudad de las Aves. Este Festival nació con el fin de promocionar y divulgar una vez más la excepcionalidad de los recursos naturales de Extremadura y su condición de caso insólito en el contexto europeo. También en febrero o marzo tiene lugar en el Parque Nacional de Monfragüe, la Feria Internacional de Turismo Ornitológico.
Principales lugares para observar aves en Cáceres
Parque Nacional de Monfragüe. Acoge la principal concentración mundial de grandes rapaces mediterráneas, sobre todo buitre negro y águila imperial ibérica. También crían más de 500 parejas de buitre leonado, y hay una importante población de alimoche común, águila real y águila-azor perdicera. Cuenta con la mayor población de cigüeñas negras que crían en roca.
Embalse de Arrocampo. Aquí se encuentra el Parque ornitológico de Saucedilla, que ofrece cinco miradores desde poder avistar las diferentes especies que habitan el embalse, principalmente una interesante comunidad de aves acuáticas, entre las que destaca el calamón, mantinete, avetorrillo, garza imperial, garcilla cangrejera, aguila pescadora. la cigüeña blanca, la garcilla bueyera, el cernícalo, el milano, etc.
Parque Natural Tajo Internacional. Es un espacio de 25.000 hectáreas con un ecosistema marcado por el clima y las aguas de un río que ofrece imágenes espectaculares y diversas. Es el refugio de especies como la cigüeña negra, el alimoche, el buitre negro, el águila real y otras variedades de águilas ibéricas. Durante el invierno se puede asistir también a las concentraciones de palomas torcaces.
El Geoparque Villuercas. El reconocimiento por parte de la Unesco al incluir el Geoparque Villuercas, Ibores, Jara en su prestigiosa lista que solo comparten 96 espacios en todo el mundo ha revalorizado este lugar y sus yacimientos paleontológicos con distintos tipos de fósiles marinos. Pero, además de su valor geológico también es muy apreciado por su fauna de jabalíes, ciervos y corzos y es un lugar perfecto para observar grandes aves como el buitre negro y el alimoche, y otros menos comunes como el búho real, el abejero europeo, el milano real, el halcón peregrino, la garza real o la cigüeña negra.
Cómo hacer turismo ornitológico responsable
Cualquier momento del año es bueno para la observación de las aves, de abril a junio para la observación de aves reproductoras, ya que coinciden con el periodo de nidificación para la mayoría de las especies. De octubre a febrero para la visita a los humedales, coincidiendo con la mayor concentración de aves invernantes.
El amanecer y el atardecer son los momentos más adecuados para la observación de aves.
Es imprescindible no molestar a las aves, evitando acercarse en exceso para conseguir una buena observación o una buena fotografía. Es muy importante caminar y permanecer en silencio.
Durante los periodos de cortejo y reproductor hay ser especialmente respetuosos y, en el segundo caso, evitar acercarse a los nidos o territorios de reproducción de las aves.
Es recomendable, casi imprescindible, es uso de prismáticos, telescopios terrestres y zoom de alto alcance o adaptadores para cámaras digitales (digiscoping).
Hay que considerar que la observación de aves requiere tiempo y paciencia, hay que ir convenientemente protegido para el frío, la lluvia o el sol y el calor.
Hay que respetar los cultivos agrícolas, forestales y las propiedades privadas.
Es aconsejable, siempre que sea posible, acudir acompañado de un guía experto especializado en la observación de aves.
Más información:
Tel.: 927 22 55 97