El próximo miércoles 15 de junio a las 19:30 horas se inaugura en el Museo de León una exposición individual con pinturas de la serie “Mayos y ramos” de Enrique Rodríguez -Guzpeña-. La exposición permanecerá abierta hasta el 24 de julio
Vuelve Guzpeña de nuevo a su ciudad, esta vez para exponer sus obras en las Salas del Museo de León.
En las muestras que pudimos ver recientemente en la galería Ármaga y en el Auditorio Ciudad de León, el artista ofrecía una selección de trabajos realizados durante la última década, mezclando trabajos de series diferentes.
Lo que ahora nos plantea es una muestra referida a un único tema, a una singular linea de trabajo escogida de entre las variadas series temáticas en las que ha trabajado nuestro artista.
La fuente que sirvió de sugerencia a los trabajos de esta exposición es la tradición leonesa de los ramos y de los mayos. Una tradición popular, que se pierde en la oscuridad de tiempos remotos, que posee el espíritu, la forma y las claves para servir de inspiración a Guzpeña, que crea una música y una coreografía adaptada a su peculiar universo plástico.
La tradición del ramo y el mayo leonés.
El ramo leonés es un elemento decorativo que consta de una estructura de madera en la que se colocan diferentes ofrendas de colores muy vivos, como cintas, lazos, hilos, etc. También son frecuentes los ornamentos vegetales. El árbol de madera que compone el cuerpo del «ramo» puede adoptar múltiples formas: triangular , circular, cuadrada, etc. La diversidad de los ramos, tanto en la geometría de su estructura como en cuanto a su ornamentación, ha dado lugar a múltiples variantes. Contamos también con diversas costumbres que tienen al ramo como protagonista como poner el ramo a las mozas, el ramo de quintos, situar el ramo cuando se construye una casa y se cubre con el tejado, colocar el ramo en la espadaña de la iglesia, etc.
No se puede precisar el origen del ramo, pero está aceptado que se trata de una tradición ancestral, anterior a los romanos. El ramo se liga al culto a la naturaleza y a los bosques. Un ritual que suponía ofrendas de adoración propiciatorias de fertilidad, bien en el solsticio de invierno, con el aumento de la duración de los días, o bien con la llegada de la primavera. Atraer a los espíritus benefactores que se cobijan en el mundo vegetal para que la primavera sea propicia, el campo fértil y el año proporcione abundantes alimentos.
La tradición ancestral de decorar un árbol, una rama o conjunto de ellas fue absorbida por Roma y por el Cristianismo evolucionando posteriormente a la forma sintética del ramo que conocemos hoy. Los ramos de Navidad suelen portar doce velas, los doce meses del año. Sin embargo en algunos ramos todavía perduran símbolos paganos del culto al sol que conviven junto a símbolos cristianos.
Mayos y ramos. Las pinturas.
Los «Mayos y ramos» que se nos muestran en estas pinturas no son una distorsión de la forma real de los ramos leoneses. Son la creación de nuevas formas, que por su naturaleza ambigua, entrañan un contenido intelectual abstracto. Estos «Mayos y ramos» quieren acceder a los misterios del mundo, su interés radica en alcanzar lo sublime, en ir más allá del mundo visible.
Estos «Mayos y ramos» toman como punto de partida una realidad que puede ser reconstruida; después, regeneran esa verdad objetiva con la voluntad de ofrecer un objeto insólito, que puede tener una presencia ambigua y ser sometida a múltiples interpretaciones. Esta ambigüedad se mueve entre la realidad y la ilusión creando una desemejanza que posee una vida diferente, un temperamento y una función distintas.
Los «Mayos y ramos» comparten con sus inspiradores el gusto por lo geométrico y su marcado carácter teatral. En estas pinturas los elementos geométricos y las organizaciones rítmicas parecen servir a la representación de una escena, de un acto. La geometría y la ordenación rítmica sirven a la representación ritual, a crear una música en la que cada línea es un sonido. La forma de ordenar los elementos en secuencias rítmicas y armónicas, creando patrones geométricos que se repiten periódicamente tiene mucho que ver con la propia esencia del mundo.
La tradición y la cultura heredada son morada de infinitos recuerdos, de acontecimientos transmitidos. La tradición es el lugar y es el objeto. Y el objeto mismo es un lugar donde reposan todos los mundos. La pintura constituye algo más que una pieza decorativa, es el lugar y es el objeto donde reside la experiencia humana. La pintura es el refugio, la cavidad que da amparo a la sustancia de la que está hecha la memoria.
Enrique Rodríguez ha conseguido dar forma a un lenguaje plástico coherente y eficaz, que ha dado a conocer con el seudónimo de Guzpeña. En 1996, cuando Guzpeña realiza su primera exposición individual, inicia una intensa actividad expositiva por diferentes salas y galerías de España, Francia, Inglaterra y Bélgica, teniendo en su haber más de cuarenta muestras individuales y alrededor de trescientas colectivas. En 2004 fue premiado en el XXVI Salón de Otoño de Pintura de Plasencia, iniciando una larga lista de galardones como los primeros premios en el Certamen Eugenio Hermoso (2006), IV Certamen Fundación Wellington (2007), Certamen de Pintura Royal Premier Hoteles (2007), Premios Ciudad de Palencia (2008), Premio Villa de Valdemoro (2008), Premio Antonio Arnau (2008), Premio Villa de Parla (2010), Premio de Pintura Ciudad de Badajoz (2010), Premio Joaquín Sorolla en el Salón de Otoño de Madrid (2010), Medalla de Honor en el BMW de Pintura (2005), etc. Una larga lista de instituciones cuentan con obra suya entre sus fondos.
- Más información www.guzpena.com