Puebla de Lillo ocupa un lugar geográfico estratégico en el paso natural de la Meseta hacia el Cantábrico. Los puertos de San Isidro, Las Señales y Tarna fueron caminos obligados para personas y mercancías entre la Meseta y el mar. El propio emperador Augusto, recién apaciguado el Mediterráneo oriental tras la batalla de Actium en el siglo I (a.c), volvió sus ojos hacia el noroeste de Hispania con el fin de conquistar unas tierras que se resistían aún al Imperio Romano.
El objetivo era controlar las rutas del oro, del estaño, del plomo y del mercurio que tanto abundaban en las montañas de lo que siglos más tarde sería la provincia leonesa. Las legiones romanas subieron por el valle del Esla y al llegar a los pies de los Picos de Europa se subdividieron en busca y captura de los indomables cántabros. En algún lugar de estos valles, los generales de Augusto ganaron la batalla decisiva a los cántabros y astures. ¿Fue en la planicie de Puebla de Lillo?
Hay restos de castros y de fortificaciones romanas, que más tarde serían reutilizadas por visigodos, árabes y por los primeros cristianos que en estas montañas abrieron el frente de la Reconquista. Hay lugares que los más ancianos siguen denominado con palabras como castro, castillo, castillejo y similares. No quedan ruinas. En el prado del Torrejón se encontraron hace ya años algunas tégulas, tejas y ladrillos de origen romano.
Los pastores, ganaderos y agricultores que repoblaron estas tierras cuando el frente de la Reconquista se estabilizó más allá del río Esla, utilizaron las piedras de las fortificaciones y castillos para levantar sus casas de techo de paja.
En el siglo X comienza a aparecer Puebla de Lillo en los escritos y actas de los monasterios, lo que quiere decir que regresa a la Historia conocida. Debido a la abundancia de pastos y bosques, los poderosos monjes del monasterio de Sahagún, en la cuenca del Cea, en el sur de la provincia leonesa, fijan sus ojos en estos valles y consiguen de los reyes leoneses, primero, y luego castellanos, concesiones para pastar sus rebaños de ovejas y vacas.
Otros monasterios como los de Eslonza o Pardomino tratan de disputar al de Sahagún el dominio y explotación de los pastos y de los ricos cotos de pesca y caza.
En 1212 ya existe Puebla de Lillo con carta de naturaleza como población vinculada al rey Alfonso IX, aunque hay constancia histórica de que un siglo antes los habitantes de estos valles pleitearon ante el rey Fernando II por la defensa de sus fueros frente a los merinos de la Corona.
Durante toda la Edad Media, el castillo de Redipollos ejerció el derecho de portazgo en el valle. El ganado que quisiera pasar para aprovechar los pastos de los puertos debería pagar el impuesto establecido o de portazgo. El impuesto no fue abolido hasta el siglo XIX.
Por estas tierras señorearon, primero, los Vigil, luego Alfonso Enríquez, hijo de Enrique II y, por último llegaron para quedarse los poderosos Condes de Luna, quienes izaron sus pendones en lo más alto del torreón circular, que aún se conserva en el centro de Puebla de Lillo. El torreón era un baluarte defensivo del camino que unía las tierras leonesas con las asturianas.
La Mesta dio vida a la zona de Puebla de Lillo. La institución que protegía la trashumancia velaba por sus intereses en esta zona montañosa, donde en los meses de verano pastaba el ganado que llegaba de Extremadura, Andalucía o la baja Castilla.
San Isidro y Puebla de Lillo contaron con hospitales para los peregrinos que acudían a Santiago de Compostela por la ruta norte, es decir la que unía Oviedo con León, lo que refuerza la posición estratégica que siempre ha tenido Puebla de Lillo a lo largo de la historia. Hoy esos hospitales son sólo recuerdos y ruinas.
Durante siglos, la ganadería, la agricultura, la explotación del bosque, la caza y la pesca fueron el sostén de la supervivencia de sus escasos habitantes agrupados en los pueblos que hoy conocemos. Sólo a finales del siglo XIX y a comienzos del XX, con la apertura de nuevos caminos y carreteras, lo que facilitó el intercambio de mercancías y el acceso a nuevos mercados, logró despertar de su atonía toda la comarca.
La puesta en marcha de las minas de talco y la modernización de las explotaciones ganaderas dinamizó la economía, a lo que contribuiría detinitivamente, ya en épocas más recientes, el desarrollo de la industria turística, la puesta en marcha de la Estación de Esquí de San Isidro y la consolidación de Puebla de Lillo como un centro subcomarcal centralizador de servicios de la zona.
El municipio de Puebla de Lillo limita al norte con la Cordillera Cantábrica y más concretamente con la parte occidental de los Picos de Europa. Esta delimitación geográfica ha elevado en los últimos años el valor estratégico de Puebla de Lillo, como municipio de referencia obligada en el sector del deporte de la nieve tanto a nivel provincial, como en la Comunidad de Castilla y León y, cada vez más, a nivel internacional, ya que los aficionados portugueses se han convertido en uno de los colectivos que acuden con mayor frecuencia y número a las pistas de esquí en la vertiente leonesa-astur.
Al sur, Puebla de Lillo limita con el pantano del Porma, otro de los recursos que ha multiplicado el potencial de los medios naturales y medioambientales del municipio. El agua se ha convertido en un bien escaso y, por ende, estratégico. El pantano, que se aprovecha para el regadío, está esperando una explotación de sus recursos a nivel turístico, sobre todo ante la creciente demanda de los visitantes asturianos, que se han convertido en los primeros demandantes de ocio en todo Puebla de Lillo.
Al este, Puebla de Lillo limita con el valle de Riosol, con el que se comunica por los puertos de Las Señales y de Tarna. Acceder al puerto de Las Señales representa una de las mejores experiencias medioambientales de toda la provincia, ya que es necesario atravesar uno de los mayores bosques de pinos autóctonos de Europa, en el que se cobijan algunos de los últimos grupos de urogallos de la península, quizás las aves en mayor peligro de extinción en toda España.
La Estación Invernal y de Montaña de San Isidro
Es la principal atracción turística de temporada de Puebla de Lillo. Todos los años atrae a miles de aficionados a la nieve procedentes de todo el norte de España y de Portugal. Está situada en el límite norte del municipio, lindando con el Principado de Asturias. Ocupa unas dos mil hectáreas y es propiedad de la Diputación Provincial de León desde 1969 al adquirir los terrenos a la familia Asís Garrote. Desde entonces, la Corporación Provincial ha invertido mucho dinero en convertir a San Isidro en la estación invernal de referencia de toda la Cordillera Cantábrica. Sus cañones de nieve artificial garantizan prácticamente el deporte del esquí desde noviembre hasta finales del mes de abril.
Sus accesos por carretera son fáciles tanto desde la provincia de León como desde Asturias y dispone de todos los servicios necesarios para el disfrute del deporte del esquí, como hoteles, apartamentos, restaurantes, bares y camping, además de escuela de esquí.
Dispone de doce remontes para disfrutar de la nieve con pistas para todo grado de dificultad, que van desde la cota 1.500/1.640 metros a la de Riopinos de 1.810/2.030. Los 53 cañones de nieve artificial de alta presión garantizan nieve en una pista de casi dos kilómetros.
Pero San Isidro no es sólo un conjunto de pistas de esquí, es también una estación de alta montaña, ubicada en un paraje singular, de gran belleza paisajística al lado de los Picos de Europa y en un entorno medioambiental único. En las épocas del año en las que no hay nieve, es un magnífico observatorio del deambular de los rebecos por las cumbres de las montañas.
Actualmente, el principado de Asturias está terminando el proyecto de ampliar esta Estación hacia la vertiente asturiana.
El Centro de Interpretación de Picos de Europa
Testigo de las luchas medievales entre las familias de los Condes de Luna y de los marqueses de Astorga, el Torreón de Puebla de Lillo es hoy un signo de la modernidad y de las aspiraciones de futuro de la comarca. Esta construcción circular de grandes muros de mampostería es lo único que queda del gran castillo que debió señorear estas tierras en la Edad Media.
La iniciativa municipal ha logrado la recuperación del Torreón y convertirlo en un símbolo integrador e identificativo de todo el municipio. Las obras de restauración han respetado los viejos muros, pero los nuevos criterios arquitectónicos de rehabilitación de edificios históricos han llevado a acristalar la parte más alta, que emerge como un auténtico faro.
En la planta baja del Torreón se ubica la Oficina de Turismo, abierta a visitantes, viajeros, peregrinos y turistas que buscan en estas tierras descanso, pero también riesgo, aventura y actividades deportivas y de ocio en general.
Otras dos plantas se reservan para actividades municipales polivalentes, como salas de exposiciones, salones de actos, para actividades sociales y de tipo asociativo, etcétera.
La parte más alta, la zona acristalada que ahora corona con materiales del siglo XXI los viejos muros medievales, se ha integrado como una de las partes en las que se ha dividido el Centro de Interpretación de Picos de Europa o de la Naturaleza, cuya central se ubica en las viejas escuelas.
En este Centro de Interpretación se trata de ofrecer al visitante información detallada sobre el Parque Regional de los Picos de Europa, sus características, su fauna, flora y toda una serie de actividades compatibles con la conservación y protección del entorno, como el senderismo, montañismo, acampadas, pesca y caza, etcétera.
No hay que olvidar que Picos de Europa es el primer Parque Nacional, uno de los más extensos y, sin duda, uno de los de mayor valor ecológico de la península.
Fotografías, paneles y folletos de diversos niveles informan al viajero de todas las posibilidades que el entorno de Puebla de Lillo ofrece en materia medioambiental, pero también de las fiestas, tradiciones, costumbres, así como de la guía completa de lugares de diversión.
- Fuente y más info: www.aytopuebladelillo.es