El instituto «Juan del Enzina», se encuentra situado en el centro de León. Está próximo a la Basílica de San Isidoro y está detrás de la «casa de Botines».
Desde las ventanas de sus clases se tiene una vista privilegiada de la torre de San Isidoro y de la Catedral. El “Juan del Enzina”, es un Instituto de Enseñanza Secundaria con mucha tradición.
Toda la historia comienza por el año 1843, en el que se aprueba la creación en León, de un Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, cuyo primer curso se inauguró en 1846.
En 1901 los Institutos de Segunda Enseñanza pasan a denominarse Institutos Generales Técnicos. Hasta el curso 1907-1908 el instituto fue masculino, pero después se fueron matriculando alumnas en el centro, y pasó a ser un instituto mixto, hasta que en el año 1938 se aprobó un decreto-ley en el que se separaban ambos sexos. A causa de esto, el piso superior pasó a ser el instituto femenino.
En 1946 el Instituto Femenino fue trasladado al local abandonado por la Facultad de Veterinaria en la plaza de Santo Martino, adoptando en 1947 el nombre de “Juan del Enzina”.
El Instituto de Bachillerato Femenino “Juan del Enzina” a partir de 1968, se traslado al lugar actual, ya se había empezado a dar clase en el nuevo edificio aún sin acabar.
En 1970 se inauguró el nuevo edificio del Instituto de Bachillerato Femenino “Juan del Enzina” que ocupó el lugar donde se encuentra actualmente. En 1983 el instituto volvió a ser mixto.
Quién era Juan del Enzina
Juan de Fermoselle, más conocido como Juan del Encina —en la grafía actual de su nombre— o Juan del Enzina —en su propia grafía— (Fermoselle, 12 de julio de 1468 – León, 1529), fue un poeta, músico y autor teatral del Prerrenacimiento español en la época de los Reyes Católicos. Perteneció, junto a Juan de Anchieta entre otros, a la primera época de la llamada escuela polifónica castellana, una de las más importantes de España, y que mejor representa la evolución polifónica en este país. Alcanzó gran altura lírica en sus glosas y villancicos.
Su lugar de nacimiento no está claro. Algunos autores lo sitúan en Fermoselle (actualmente en la provincia de Zamora) y otros en alguno de los municipios de la provincia de Salamanca que llevan la palabra encina en el nombre como Encina de San Silvestre o La Encina.
Como dramaturgo está considerado iniciador y patriarca del teatro español. Su arranque se puede fechar en la Navidad de 1492 cuando representó ante los duques de Alba dos églogas teatrales en que unos pastores anuncian el nacimiento de Cristo.
Se graduó en Leyes en la Universidad de Salamanca, donde tuvo como maestros a Nebrija y quizás a su hermano Diego de Fermoselle, que fue catedrático de música. Se formó musicalmente en la capilla de música de la Catedral de Salamanca que dirigió Fernando de Torrijos entre 1485 y 1498, donde entró como mozo de coro en 1484 y ascendió a capellán en 1490. A la muerte de Torrijos, Encina aspiró a su puesto de maestro de capilla, pero finalmente acabó recayendo en su amigo, también autor dramático, Lucas Fernández, lo que llevó a Encina a abandonar España y viajar a Italia.
En 1492 entró al servicio del segundo duque de Alba en cuya corte se encargaría de organizar festejos y escribir comedias y música. En la noche de Navidad de 1492, se representaron por primera vez dos de sus églogas dramáticas, en el castillo de Alba de Tormes. Protegido de don Gutierre, hermano del segundo duque, don Fadrique, vivió en la villa ducal. Tomó posesión por procuración del arcedianato de Málaga.
A partir de 1500 vivió en Roma, donde gozó de la protección de varios papas, entre ellos Alejandro VI, Julio II y León X; este último lo apreció especialmente como cantante y lo tuvo como tal en su capilla. Estuvo viajando de Roma a España varias veces entre 1510 y 1519, hasta asentarse finalmente en León para desempeñar el priorato de la catedral que le concedió el papa en ese último año, en que partió de nuevo, como peregrino, hacia Jerusalén; en el monte Sinaí cantó su primera misa. El viaje está narrado en su Trivagia o Vía sagrada a Hierusalem (Roma, 1521). Murió en León, desempeñando su priorato, en 1529. En 1534 sus restos fueron trasladados a la catedral de Salamanca, donde aún hoy sigue enterrado.
Juan del Encina está considerado el patriarca del teatro español renacentista. Publicó en su Cancionero de 1496 ocho églogas dramáticas de carácter religioso o cortesano, protagonizadas por pastores, en principio rústicos (que se expresan en sayagüés, un dialecto convencional y literario con rasgos del leonés) pero que con el tiempo darán lugar a otros más idealizados que entroncan con la literatura pastoril.
En la Navidad de 1492 representó ante los duques de Alba dos églogas en que unos pastores anuncian el nacimiento de Cristo. Las églogas III y IV constituyen un díptico sobre la pasión y resurrección de Jesús. Sin embargo, el asunto típico de sus dramas es profano. La V y VI tratan de comilonas carnavalescas previas a la Cuaresma. El Auto del repelón prefigura los pasos de Lope de Rueda y trata de burlas que unos estudiantes gastan a atemorizados pastores. En las últimas églogas (VII y VIII) los pastores aparecen como rústicos o cortesanos en función de las peripecias de la intriga. La IX, titulada Las grandes lluvias, incorpora aspectos de su realidad histórica y quizá un significado social.
En una segunda época, Encina compone tres obras mucho más desarrolladas: las églogas de Cristino y Febea, la de Fileno, Zambardo y Cardonio y la de Plácida y Vitoriano (1513), considerada su obra maestra, que consta de 2580 versos. En Cristino y Febea se da el conflicto entre el amor cristiano (Cristino) y el pagano (Febea), vencido por esta última, bella ninfa que hace que Cristino escoja el amor profano. La égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio es una tragedia en la que Fileno, desesperado por su pasión amorosa hacia Zefira (que no aparece en escena) se suicida a pesar de los esfuerzos de Zambardo y Cardonio para evitarlo.
La Égloga de Plácida y Vitoriano es la más compleja de las creaciones dramáticas de este autor, con una intriga más desarrollada, un espacio dramático muy dinámico que combina la naturaleza y la ciudad, la aldea y la corte. Además de los pastores, rústicos (Gil, Pascual), o cortesanos (Plácida, Vitoriano, Suplicio), se incorporan personajes mitológicos (Mercurio y Venus) que tienen un papel funcional en la obra, que yendo encaminada a la tragedia, se convierte en comedia al resucitar Mercurio a Plácida tras haber sucumbido a sus desgracias amorosas. Interviene también el mundo del hampa, con personajes que provienen de la tradición celestinesca: Eritea (trasunto de Celestina) y Fulgencia (de sus pupilas Elicia o Aréusa).3 4 Pero, representada ante numerosos cortesanos españoles e italianos, Federico Gonzaga, el embajador español y muchos obispos, no gustó demasiado, pues, según escribió Stazio Gadio al duque de Mantua, «per quanto dicono spagnoli non fu molto bella et pocho delettò al signor Federico».
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