El pintor, ilustrador, ceramista y muralista, ha presentado este pasado viernes en el espacio de difusión artística de la avenida de la Independencia una amplia exposición con casi noventa piezas que permitirán al público asomarse a su sugerente universo creativo y a las últimas creaciones de un autor cuya trayectoria abarca diferentes lenguajes y tendencias
El Centro Leonés de Arte (CLA), dependiente del Instituto Leonés de Arte de la Diputación Provincial, inauguró este pasado viernes la exposición «Caballeros de salitre», un recorrido profundo y revelador en torno a la figura de Antón Díez, veterano creador lacianiego cuya trayectoria abarca diferentes lenguajes y tendencias estéticas.
El acto de inauguración contó con la presencia del artista, que estuvo acompañado por su hermano, el escritor Luis Mateo Díez -un intérprete imprescindible para aproximarse a la figura de Antón-; por el director del Departamento de Arte y Exposiciones del ILC, Luis García Martínez; y por el diputado de Cultura, Arte y Patrimonio, Emilio Martínez Morán.
Nacido en Villablino en 194, la familia de Antón se traslada en 1954 a la capital leonesa, donde comenzará su andadura artística e intelectual: en 1963 participa en la maquetación e ilustración de la emblemática revista de poesía y crítica literaria «Claraboya» junto con destacados creadores plásticos que en aquellos momentos iniciaban sus trayectorias, como Javier Carvajal, Higinio del Valle o Manolo Jular. Patrocinada por la Diputación Provincial, «Claraboya»’ supuso una plataforma cultural que, por primera vez en León, aunaba el mundo literario y las artes plásticas, y fue creada por su hermano Luis Mateo, Agustín Delgado, Ángel Fierro y Antonio Llamas. Permaneció activa entre 1963 y 1969, fecha en que Manuel Fraga ordena su cierre, quizás ante la publicación del poema de José Antonio Llamas «No amanece» o ante la relación de la revista con poetas cubanos.
Ya desde niño siente una gran inquietud por el mundo de la creación en el sentido más amplio del término, como indican las ilustraciones que hacía para los cuentos de su hermano o sus construcciones de ciudades imaginarias. Realiza estudios y se licencia en Bellas Artes en la Escuela de San Fernando en Madrid.
En su juventud se vincula intensamente con el mundo intelectual del momento y se relacionó vivencial y emocionalmente con el mundo del teatro, participando como actor en obras de Samuel Beckett o Ghelderode; incluso llegó a escribir una obra, «Teatrillo del Soplavientos», que también interpretó.
Combinó equilibradamente la docencia activa en Asturias, Cataluña y Valencia con el desarrollo de su actividad creativa. En los años sesenta, sus murales y obra pictórica se aproximan a la formulación matérica dentro de una abstracción con incorporaciones sígnicas, cuestión que facilitó que se produjera un salto cualitativo en su obra, pasando del plano bidimensional al campo tridimensional por medio de una cerámica experimental. Sus investigaciones en este ámbito se inician con la aproximación a la alfarería torneada de Jiménez de Jamuz, integrándose en el Grupo Jamuz en 1969.
“En esos momentos parte de una cerámica de torno de arcilla de baja temperatura ferruginosa, que desarticula, corta y deconstruye para recomponer o acoplar diferentes elementos consiguiendo una nueva y novedosa formulación volumétrica y creativa que plasma un mundo interior propio, rebelde, imaginativo e innovador -como expresa Luis García, también comisario de la exposición-. Utiliza engobes y esmaltes transparentes para modificar el acabado de la pasta, generando una gama amplia de matices y gamas cromáticas que acentúan el aspecto pictórico en la pieza cerámica”.
En ese sentido, su obra “está claramente vinculada desde el aspecto técnico, no el formal, con la cerámica de Pablo Picasso, una cerámica profundamente renovadora en su época, que utilizaba el torno, fundamentalmente, para conformar las piezas, pero desde una perspectiva puramente escultórica por medio de corte y acoples o uniones de elementos”, añade el director de Arte del ILC. Posteriormente, en su estudio de Valencia y por medio de la utilización de un hormo eléctrico, desarrollará una obra con la que genera una serie de piezas de evocaciones ancestrales y expresionistas en el ámbito figurativo, mientras que en sus formulaciones arquitectónicas plantea un complejo territorio de espacios surreales y mágicos. La sede del Sindicato de Regantes del embalse de Barrios de Luna, en Hospital de Órbigo, cuenta con pinturas y murales realizados en 1968 que son de gran interés e intensidad plástica.
Por otro lado, Antón ha trabajado con todo tipo de técnicas y medios, siendo un investigador nato y profundo; ha realizado una amplia e interesante obra gráfica y numerosos trabajos de diseño, ilustración, maquetación y logotipos, baste citar la relación estrecha con la antigua Institución Fray Bernardino de Sahagún y el ILC, sobre todo a propósito de la serie editorial‚ «Breviarios de la calle del Pez», tanto en el diseño antiguo como en el actual. Además, ha colaborado intensamente con la editorial leonesa Edilesa, entre otros trabajos en la colección «Los libros de la Candamia», ilustrando obras de autores como Luis Mateo Díez, José María Merino, Elena Santiago, Juan Pedro Aparicio o Julio Llamazares. Al mismo tiempo, y como creador que está constantemente en proceso de tensión en relación a los cambios que se producen en la sociedad -al igual que ocurrió con su amigo y compañero de batallas plásticas Manolo Jular-, ha sabido adaptarse a los cambios actuales incorporando las nuevas tecnologías en su discurso plástico, aplicando a sus creaciones procedimientos digitales con unos excelentes resultados.
«Caballeros de Salitre» se centra, en concreto, en los últimos trabajos realizados por Antón Díez, un conjunto amplio de casi noventa piezas que nos aproximan a sus inquietudes plásticas más actuales. Piezas formuladas con técnicas mixtas que parten inicialmente de una serie de imágenes ilustradas a las cuales se las somete a un tratamiento plástico digital. Posteriormente estas composiciones se imprimen y, en muchas ocasiones, se siluetean para montarse por planos en diferentes niveles, facilitando así la generación de una doble espacialidad, por un lado, la pictórica y por otro, la real. De este modo se plantea una construcción compositiva tridimensional acotada por una caja contenedora; cuestión que intensifica el planteamiento narrativo de la muestra y al mismo tiempo el sentido escenográfico, como si de una obra de teatro se tratara.
Las composiciones se plantean con un cierto tratamiento barroco, incorporando distorsiones espaciales y volumétricas, así como rupturas de tiempo o cambios de escala que nos trasladan a mundos imaginarios e incluso irreales, espacios donde la atmósfera se convierte en densa o asfixiante convertida en un elemento esencial que potencia el sentido trágico y épico de muchas escenas.
Un viaje hacia la aventura vital, poética y creativa de una imaginación desbordante que, al mismo tiempo, subyuga y atrae. Una obra que reflexiona en torno a un pilar esencial de la narrativa y cultura mediterránea, el viaje a través del mar (la ‚Odisea’ de Ulises), ese mar que supone una puerta abierta a la aventura vital del hombre, que nos facilita el conocimiento de nuevas culturas y realidades, nuevos espacios y territorios.
Una muestra que permitirá al público aproximarse a la figura singular y creativa de Antón Díez y que podrá verse en el Centro Leonés de Arte (avenida Independencia, 18, León), con acceso gratuito, hasta el último día del próximo mes de enero y de acuerdo con el siguiente horario: de martes a viernes, de 17.00 a 20.00; sábados de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00; domingos y festivos de 11.00 a 14.00.