El alcalde de León y miembros del equipo de Gobierno del Ayuntamiento de León, han asistido a los actos celebrados con motivo del Día de San Marcelo, patrono de León y de la Policía Local.
Después de la entrega de condecoraciones en la plaza de la Catedral en la que el alcalde agradeció a los agentes su labor y su esfuerzo por lograr más seguridad y civismo en la ciudad, por la tarde finalizaron los actos conmemorativos con la misa, en la iglesia de San Marcelo y con la lectura del pregón que efectuó Manuel Ángel Fernández Díez quien entre otras cuestiones relató una breve reseña de la biografía del patrono:
«Cuenta la historia que Marcelo era un importante militar romano que tenía bajo su mando una centuria de la Legio VII fundada en junio del año 68 y que se ocupó durante siglos de labores de vigilancia en la Península Ibérica. Según algunos investigadores, existen ciertas dudas acerca del origen de Marcelo, dada la responsabilidad del cargo que había llegado a tener en el ejército romano y si para tal responsabilidad se pudiera elegir a una persona nacida fuera de Roma. Considero firmemente que este dato carece de importancia y que todos le brindamos sin titubeos el título de leones independientemente de su nacencia.
No era entonces nuestro León solo un campamento militar. Se trataba de una ciudad con una importante población también civil, una sociedad donde convivían artesanos, comerciantes, funcionarios. Una ciudad que, como el resto del Imperio, celebró en julio del año 298 las fiestas en honor a los natalicios de los Emperadores Diocleciano y Maximiano. Fiestas que, entre otras actividades, tenían como acto central un desfile y una parada militar.
Marcelo que estaba casado con Nonia, se había acercado ya para aquellos días a la fe cristiana: habría participado en alguna ceremonia o, simplemente, le habrían hecho partícipe de la buena nueva que los primeros cristianos se habían encargado de dar a conocer alrededor del mundo.
Los días previos al 21 de julio, el corazón, la mente y el alma de Marcelo arderían en un volcán de miedos e inseguridades. Sabía que si renunciaba a una vida como legionario por confesar sus creencias, su universo cambiaría, para él y para su familia. Sabía que abrazar ese mensaje de amor entre los hombres, de fe y esperanza en un mundo mejor podía tener graves consecuencias.
En el momento en que Marcelo debía realizar el tradicional sacrificio en honor al Emperador, y según consta en las Actas del Martirio de San Marcelo que se conservan, arrojó el cinturón, la espada y la vara de mando, quebrantando así la disciplina establecida y confesó públicamente: “No podía militar bajo estas banderas, sino bajo la de Jesucristo, Hijo de Dios Omnipotente”.
Presas de la ira por la insolencia del legionario, las autoridades romanas mandan apresar a Marcelo, que fue llevado a Tánger, martirizado y finalmente “muerto a espada”. Cuando el Juez Agricolano dicta sentencia y le comunica que debe morir respondió: “Dios se lo pague”. Fue ejecutado el 29 de octubre del año 298 y allí fue enterrado.
Conforme avanzaba el tiempo se recrudecía la persecución a los cristianos, aunque 13 años más tarde, el emperador Constantino publicó el Edicto de Milán, por el cual se ponía fin a estas prácticas. En ese mismo momento y por aclamación popular de todo el pueblo de León, posteriormente confirmada por la jerarquía eclesiástica, Marcelo pasó a ser San Marcelo y se convirtió en el primer santo oficial y patrón de nuestra ciudad.
Esta historia que hoy recordamos aquí no quedó en el olvido. Fue en el año 1471 cuando los ejércitos del Rey Alfonso V de Portugal tomaron Tánger y los soldados descubrieron su sepulcro: “Marcellus, mártir legionense”, rezaba la lapida de la sepultura.
La noticia del hallazgo y la llegada a León de sus restos mortales un 29 de marzo de 1493, Sábado Santo para más señas, supuso un enorme júbilo y un refrendo especial para la familia cristiana de la ciudad y especialmente para el Cabildo Catedralicio.
Restos que fueron depositados aquí, en su iglesia, y aquí descansan, muy cerca de donde vivió y declaró su fe cristiana. Tal vez en el mismo lugar donde ahora me encuentro, o quizá desde donde escuchan a este humilde pregonero, pudo acontecer aquella confesión pública, la de un leonés que sin proponérselo afianzó la fe en Jesús de Nazaret e hizo que León se convirtiera en lo que es hoy en día».
Fuente y mas info: www.aytoleon.es