Versión clásica

La batalla de Arnedo y la muerte del rey García

García decide emprender una campaña, en el año 913, para liberar, como primer objetivo, Arnedo, para ser utilizado como avanzadilla de futuras conquistas.

García I de León

García I (hacia 870-914). Primer rey de León (910-914). Lienzo de Mariano de la Roca y Delgado. Museo del Prado. Óleo sobre lienzo, 225 x 140 cm.

En breve panorámica, podríamos señalar que las tierras denominadas La Rioja, fueron, durante casi 400 años, motivo de enfrentamientos bélicos hasta su completa recuperación en los alrededores del año 1119, en pleno reinado de nuestra Urraca I, si bien la conquista definitiva fue llevada a cabo por “la parte contraria”, como diríamos en puro lenguaje judicial. En efecto, nos encontramos en pleno proceso de ruptura entre nuestra reina y su esposo, Alfonso el Batallador de Aragón.

Recordemos que ya, en un documento de donación al Monasterio de Silos, de fecha 13 de junio de 1110, se da fe de la ruptura entre los esposos y conocemos también que, aunque posteriormente la reina fuera encerrada en  el castillo turolense de El Castellar (del que consiguió escapar) y de que, en el año 1111, tiene lugar la batalla de Villadangos en la que Alfonso intenta, no solo hacerse con la totalidad del Reino de León, sino acabar con la vida del infante Alfonso, Urraca I de León conseguirá, finalmente, la nulidad de un matrimonio impuesto y que había sido un verdadero suplicio para ella.

Firma García I de León

Firma de García I, Rey de León

Largo fue, sin embargo, el camino de esa reconquista de La Rioja e innumerables las contingencias que se dieron a lo largo de eso casi cuatro siglos, más arriba aludidos. Nos ceñiremos a lo más significativo y, siempre, teniendo en cuenta lo que atañe directamente al Reino de León.

Según todos los indicios, los musulmanes penetraron en la Rioja de forma muy temprana, pues, si tenemos en cuenta que la batalla de Guadalete, comienzo de la dominación musulmana en Hispania, se produjo entre el 19 y el 26 de julio del 711, los encontramos ya establecidos en Alfaro en el año 714.

Hay que señalar que, por lo que hace a la Rioja Alta, esta parte fue utilizada por los invasores, especialmente, como campo de preparación de sus habituales campañas de rapiña para robar ganado, esclavizar a los cristianos que encontraban en sus correrías, etc. Los historiadores han llegado a registrar no menos de 36 razias salidas de este territorio.

Así las cosas, el Reino de los astúres que se está consolidando del otro lado de los Picos de Europa, llega al año 820 fecha, según se argumenta, del descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago, en los confines del dicho reino por el oeste, en el Finisterre. Principian las peregrinaciones y muchos cristianos comienzan a “hacer el camino” que se convertirá en un itinerario cada vez más concurrido. Ello implica la necesidad de controlar las tierras por las que el mismo discurre. Así, se imponen una serie de medidas para ir alejando de esos lugares a aquellos molestos musulmanes, entre las que cabe citar la construcción de fortalezas para vigilar las vías que frecuentan los peregrinos.

primitivo escudo del Reino de León

Primitivo escudo del Reino de León. Palacio del Conde Luna. Fotografía: Martínezld

De ese modo se van conquistando también nuevas tierras, especialmente por parte del naciente Reino de León y con la complicidad y apoyo del Reino de Pamplona, con lo que poco a poco los musulmanes se ven obligados a emigrar o a someterse a los nuevos dueños.

Un momento de especial importancia puede situarse en el año 899 con la toma, por parte de los cristianos, del castillo de Grañon, utilizado, posteriormente, para la conquista de Nájera. Nos encontramos ya en la época de Alfonso III el Magno que, hay que recordar que desde el 867 viene firmando sus diplomas como Adefonsus totius Hispaniae. Al pie de un documento del 877, aparece su firma con el apelativo de Adefonsus Hispaniae imperator, y del 906 se consigna una nueva denominación: Adefonsus Hispaniae rex.

Ello implica, sin duda, que su protección a los cristianos que atraviesan sus reinos vaya más allá de una simple vigilancia; se impone la definitiva conquista de esos lugares de La Rioja por los que los creyentes transitan. Así se establece, de común acuerdo con los reyes de Pamplona, una campaña para alejar a los musulmanes lo más posible hacia el sur, si bien hubo sus avances y retrocesos. Evidentemente, las fuerzas de los cristianos eran, por la época, mucho menores que las de sus enemigos, especialmente si estos últimos recibían la ayuda de Córdoba.

Un caso paradigmático podemos situarlo, por sus connotaciones bélicas y legendarias, en Clavijo y Albelda. Liberadas en el 859, fueron recuperadas de nuevo por los musulmanes y no fue hasta el año 923 cuando pasaron definitivamente a poder de los cristianos.

Capilla de Nuestra Señora del Rey Casto Oviedo

Capilla de Santa María del Rey Casto. Oviedo. Lugar en dónde se encuentra enterrado García I. Fotografía: Martínezld

Una reflexión se impone a este respecto; dado que Ramiro I, supuestamente vencedor de los musulmanes en la batalla de Clavijo, en la que intervino el propio Santiago y con la que terminaría, según la leyenda el tributo de las 100 doncellas, murió en el año 850, es imposible que estuviera presente, al menos, en esa liberación primera de ambos lugares. Sin embargo, todas las pruebas arqueológicas vienen señalando que tanto en Clavijo como en Albelda se combatió de manera encarnizada, a lo largo de unos 40 años. Ni los unos deseaban abandonar dichos lugares ni los otros estaban dispuestos a renunciar a poseerlos de manera definitiva por su interés estratégico.

Hemos señalado una fecha para esta conquista que es la del 923, ya en pleno reinado de Ordoño II. Sin embargo, y de acuerdo con las previsiones de esta reflexión, deberíamos ocuparnos de nuestro primer rey (al menos el primer rey coronado en la urbe regia, León) García I.

Pretendemos significar con ello que la presencia del rey García no obedecía a una decisión tomada a la ligera, dado su carácter, en el decir de algunos historiadores, impetuoso y por momentos irreflexivo. Más bien, obedecía a unas directrices políticas trazadas por sus antecesores y continuadas por su hijo y sus nietos. No solo se trataba de ampliar el Reino por el Este sino de hacerlo antes que sus, por momentos, “aliados” los pamploneses (en ocasiones no lo fueron tanto y la historia está ahí para confirmarlo) que temían verse cercados por el Sur en sus deseos de expandir sus tierras a costa de los invasores musulmanes; sin menospreciar la presencia de los Banu Qasi (Beni Casi o Banu Musa), importante familia de conversos al islam (muladíes), descendientes del conde hispano-romano Casio, que dominaron durante mucho tiempo la zona media del Ebro.

Arnedo

Arnedo (La Rioja). Fotografía: Wikipedia/P.Arpon

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Pues bien, en estas circunstancias, García decide emprender una campaña, en el año 913, para liberar, como primer objetivo, Arnedo, para ser utilizado como avanzadilla de futuras conquistas.

El momento era, según la Crónica de Ibn ‘Iḏārī (o Ben Idhari, llamado El Marrecoxí, escritor árabe y autor de una crónica muy interesante para la historia de España, escrita en Marruecos en el siglo XIII), especialmente propicio, en estos primeros años del reinado de Abderramán III (912-961). Utilizando la muerte del emir Abd Allah (912), se estaban produciendo demasiados problemas en el Sur musulmán, con sublevaciones varias para hacerse con el poder, puesto que, entre otras razones, los “árabes” se habían repartido riquezas y cargos a costa de los norteafricanos que habían puesto la fuerza de la invasión y los consiguientes muertos en las batallas.

De otro lado, los Banu Qasi tampoco se encontraban en su mejor momento y aprovechando todas estas circunstancias, Sancho Garcés I de Pamplona traspasó el Ebro y llegó hasta Calahorra.

García I de León

Escultura de García I en el Parque del Retino de Madrid. Fotografía: Martínezld

García, quizás aconsejado, una vez más, por su suegro Munio Núñez (el conde que ya había sido, con toda probabilidad, su mentor en la rebelión contra su padre Alfonso III el Magno), en su deseo de expansión de sus tierras hacia el Este, decide preparar, con extrema rapidez, sus tropas para el combate y, así, adelantarse al rey de Pamplona. La aproximación se produce desde los dominios del conde Gonzalo Téllez y, en su avance por La Rioja, consigue conquistar Nájera y Calahorra (que se perderán más tarde) para llegar a sitiar el castillo de Arnedo.

La batalla contra los ismailitas se traba en las márgenes del Cidacos, río que, desde el Puerto de Oncala (Soria), y después de serpentear durante 77 Km, desemboca en el Ebro cerca de Calahorra. La batalla es dura, pero García consigue vencer a los musulmanes. Sin embargo, esa victoria fue extremadamente costosa para nuestro primer rey.

Pero aquí, como nos ocurre tantas veces en nuestras incursiones por la historia de la Edad Media leonesa, las fuentes no nos permiten certificar la verdad de lo ocurrido. Para Ben Idhari, arriba citado, el rey García, se encontraba tan maltrecho después de la batalla que únicamente tuvo tiempo de subir al castillo de Arnedo y firmar una escritura ante el conde Gonzalo Téllez (junto con su esposa, fundador del monasterio de San Pedro de Arlanza) antes de fallecer.

Sin embargo, si nos atenemos a lo que nos dejó escrito el obispo de Astorga, Sampiro (c. 956-Astorga, 1041), en su crónica datada a principios del siglo XI y que narra los acontecimientos ocurridos entre los años finales de Alfonso III, hasta el reinado de Alfonso V, deberíamos afirmar que, en efecto, el rey García “puso sitio al castillo de Arnedo, que estaba en poder de los musulmanespero durante el asedio cayó enfermo; levantó el cerco y marchó a Zamora, donde falleció de su propia muerte”.

Esta opinión parece más digna de crédito, por la proximidad en el tiempo y en el espacio, a los hechos que narra el obispo cronista, ya que es, probablemente, natural de Zamora y prelado de dicha diócesis. Por el contrario, el cronista musulmán escribe su relato en el siglo XII y, en esa época, ni siquiera sus informantes conocerían ya los lugares sobre los que escribe.

Por lo que hace a la fecha exacta de su muerte, seguimos la opinión del reputado historiador Gonzalo Martínez Díez; según él, García debió fallecer entre los meses de enero y junio del año 914, como decimos, en Zamora, siendo trasladado su cuerpo a Asturias, los dominios de su hermano Fruela, y fue enterrado en el panteón de reyes de Nuestra Señora del Rey Casto, en Oviedo.

ordoño II de León

Ordoño II de León, hermano y sucesor de García I. Cuadro colección de los Reyes de León. Palacio de los Conde Luna. Fotografía: Martínezld

A partir del año 818, vemos ya intervenir en los citados lugares a Ordoño II, su hermano y sucesor, puesto que, en ese momento, pacta con el rey de Pamplona el reparto de los territorios; sin embargo, las circunstancias van a cambiar radicalmente por culpa de la estrepitosa derrota de las tropas cristianas en la Batalla de Valdejunquera o Campaña de Muez (26 de julio de 920, en un valle situado a unos 25 km al suroeste de Pamplona). Se trataba de una operación preparada con el máximo rigor por parte de Abderramán III y sus consejeros para consolidar su poder (se proclamará califa en el 929) y como venganza por la vergonzante derrota en la batalla de Castromoros  o  de San Esteban de Gormaz ocurrida el 15 de junio del año 916. El Sur musulmán no podía tolerar que unos “desarrapados norteños” hubieran infringido tal derrota a un ejército tan poderoso como el suyo.

Este revés guerrero de la parte de Ordoño II, impediría, al menos de momento, un mayor avance a las tropas leonesas en la zona. Pero el futuro estaba aún por escribir, y los leoneses siempre hemos sido muy constantes, tenaces y hasta testarudos… léase cazurros. Apenas diez años más tarde (año 939), Ramiro II, hijo de Ordoño II, causará al propio Abderramán la mayor derrota de la Edad Media hispana en la batalla de Simancas.

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