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Érase una vez… Villalar, la historia de una manipulación (II)

Capítulo II. La Santa Junta de los Reinos de Castilla y de León (que no Autonómica de Castilla y León)

Fotografía Wikipedia/Luis Rogelio

La Santa Junta, oficialmente Cortes y Junta General del Reino, fue el máximo órgano dirigente de la revuelta comunera, el cual sesionó a modo de Cortes extraordinarias desde el 1 de agosto de 1520 hasta el 22 de abril de 1521, cuando la batalla de Villalar la obligó a disolverse

La Junta que reclamaba Toledo con las ciudades con derecho a voto terminó reuniéndose el 1 de agosto de 1520. Y tal como estaba acordado, se reunieron en la catedral de la ciudad de Ávila, dentro de la capilla del Cardenal, los procuradores de Toledo, Segovia, Salamanca, Toro y Zamora, aunque en realidad, la adhesión de Zamora fue tan solo momentánea. Las gestiones de Burgos, por un lado, y la influencia que el conde de Alba de Liste ejercía en la ciudad, por el otro, consiguieron que revocase el mandato de sus procuradores el 10 de agosto. Aquí redactaron la conocida como “Ley Perpetua del Reino de Castilla ó Constitución de Ávila”; primer proyecto, en España, de constitución política que nunca llegaría a ser firmada por la reina Juana.

El cronista fray Prudencio de Sandoval realizó de la Junta de Ávila una descripción regularmente citada en la bibliografía del movimiento comunero, pero que está repleta de errores: “Tenían la junta en el capítulo de la iglesia mayor. Halláronse en ella los procuradores de Toledo, Toro, Zamora, León, Ávila y Salamanca. Y eran presidentes don Pedro Laso de la Vega, procurador de Toledo, y el deán de Ávila, natural de Segovia”. Ni León, ni Ávila estaban representadas en agosto en la Junta; pero Segovia, que sí lo estaba, no es mencionada por el cronista. Tampoco parece probable que el toledano Pero Laso de la Vega asistiese a sus sesiones, ni que las mismas estuviesen dirigidas por un tundidor llamado Pinillos.

Semana Renacentista 2019 medina del campo

Recreación de la Quema de Medina del Campo. Fotografía: Martínezld

El incendio de Medina del Campo, perpetrado por las tropas realistas de Antonio de Fonseca, el 21 de agosto de 1520, hundió definitivamente al poder real y aceleró el curso de los acontecimientos.

Semana Renacentista de Medina del Campo (Valladolid) OPEN

Semana Renacentista de Medina del Campo (Valladolid). Recreación de la toma de Medina. Fotografía: Martínezld

A raíz de este suceso, la composición de la Santa Junta se vio ampliada con el ingreso de nuevas ciudades, muchas de las cuales, hasta ese momento, se habían mostrado reticentes a secundar el movimiento comunero: son los casos de Zamora, León, Valladolid, Cuenca, Soria y Guadalajara. A algunas de ellas, como Soria y Guadalajara, es probable que la regencia encabezada por el cardenal Adriano de Utrecht (futuro Papa Adriano VI) les haya permitido acudir con sus procuradores para que, al menos, actuasen como elementos moderadores en el seno de la asamblea.

El 1 de septiembre, se entrevistaron, por segunda, vez con la reina Juana I de Castilla y de León y obtuvieron su aprobación para que la Santa Junta —o Junta General, tal era su nombre oficial— se trasladase a Tordesillas junto a ella.

Por ello la Junta, tras haber estado de paso seis días en Medina del Campo (concretamente del 13 al 19, reuniéndose en la Iglesia de San Martín), llegó a Tordesillas el 19 de septiembre. En la asamblea se hallaban representadas trece ciudades de las dieciocho con voto en Cortes: Burgos, Soria, Ávila, Valladolid, León, Salamanca, Zamora, Toledo, Toro, Cuenca, Guadalajara y Madrid; en octubre se le sumarían, además, los diputados de Murcia. Esta mayoría le permitió adoptar el nombre oficial de «Cortes y Junta General del Reino”.

El 26 de septiembre, la Junta publicó un manifiesto en el cual desposeía de sus facultades al Consejo Real y asumía ella sola las responsabilidades de gobierno, concentrando todos los poderes superiores del Estado. Para hacer frente a las nuevas responsabilidades, el documento terminaba pidiendo a las ciudades representadas que confiriesen a sus diputados nuevos poderes adecuados a las circunstancias.

Cuatro días después de esta declaración, un contingente armado con Pedro Girón a la cabeza disolvió lo que quedaba del Consejo Real deteniendo a varios de sus miembros. Esta operación permitió a la Junta hacerse con el sello real y los registros oficiales, que pasaron a Tordesillas.

Durante octubre y noviembre de 1520, ambos bandos se dedicaron activamente a recaudar fondos, reclutar soldados y organizar a sus tropas. El poder real superó la rebelión gracias al apoyo de la nobleza, de los grandes comerciantes de los reinos de Castilla y de León, en un plano en el que la situación comenzaba a adquirir tintes militares. Los comuneros organizaban sus milicias en las principales urbes con el objetivo de asegurar el éxito de la rebelión en esa ciudad y sus alrededores, sufragando los gastos con el dinero recaudado en impuestos y en imposiciones.

El 3 de diciembre de 1520, los dirigentes realistas se vieron sorprendidos cuando Pedro Girón, al mando de las tropas comuneras, atacó la localidad de Villalpando y dejó vía libre a Tordesillas, sede de la Junta y residencia de la reina Juana. El ejército del rey aprovechó la ocasión y el 5 de diciembre, tras un largo combate que se extendió hasta el anochecer, logró tomar la villa de Tordesillas por asalto.

Tordesillas

Fotografía: Wikipedia/Luis Rogelio

La derrota de Tordesillas debilitó numéricamente a la Junta; Soria y Guadalajara no volvieron a enviar representantes y, en total, trece diputados habían sido hechos prisioneros durante la batalla. Entre ellos los procuradores de las Ciudades del Reino de León, Antonio de Quiñones y Juan de Benavente, procuradores de León, el comendador Almaraz y Pero Sánchez, procuradores de Salamanca, Pedro Merino, procurador de Toro, y el doctor Zúñiga, procurador de Salamanca. La toma de Tordesillas supuso una seria derrota para los comuneros, que perdían a la reina Juana, y con ella, sus esperanzas de que esta atendiera sus pretensiones

Cuando la Junta reanudó sus sesiones en Valladolid el 15 de diciembre, solo diez ciudades estaban ya representadas en ella: Toledo, León, Murcia, Salamanca, Toro, Segovia, Cuenca, Ávila, Zamora y Valladolid, aunque días más tarde se sumarían los de Madrid.

La recuperación de Tordesillas por el bando comunero, por otra parte, nunca llegó a concretarse, pese a que el 2 de enero de 1521 la Junta había aprobado un decreto en ese sentido, condescendiendo los deseos de Juan de Padilla.

En Tordesillas, la Santa Junta celebraba sus sesiones en el palacio del comendador Ribera dos veces por día: de las nueve a las once de la mañana, y de las dos a las seis de la tarde. El diputado que faltaba a la sesión o se retrasaba, sin justificativos, debía entregar, en concepto de multa, un bote de diacitrón (dulce con base en la sidra).

Juana I de Castilla

Juana I, Reina de Castilla y de León

La Junta carecía de un presidente u órgano de dirección permanente, lo que conllevaba, entre otras cosas, que todas las cartas debían ser dirigidas a la asamblea en forma colectiva. Esta cuestión quedó regulada el 16 de marzo de 1521, a partir del siguiente esquema: los diputados de cada ciudad representada, a excepción de los de Madrid y Cuenca, presidirían la asamblea en turnos de una semana según el orden que sigue: León, Zamora, Salamanca, Toro, Segovia, Ávila, Valladolid, Murcia y Toledo. Un mes antes se había adoptado un procedimiento similar para la firma de los decretos oficiales, según el cual estos llevarían la firma de tres procuradores de tres ciudades distintas cada semana. La primera semana fueron los procuradores de Toledo, Segovia y Murcia los encargados de esta labor; a continuación, los de Ávila, Salamanca y Toro; luego, los de León, Valladolid y Zamora, y, por último, los de Guadalajara, Madrid y Soria.

Hasta comienzos de diciembre de 1520, los documentos oficiales de la Junta llevaban la marca del sello real. Este sello cayó en poder de los realistas cuando sus tropas ocuparon Tordesillas, por lo que una de las primeras tareas de los procuradores, reorganizados ya en Valladolid, fue ordenar la acuñación de uno nuevo.

Poco a poco, Toledo fue perdiendo influencia dentro de la Junta, y con la ciudad, también perdía influencia su líder, Juan de Padilla, aunque no así popularidad y prestigio entre los comuneros.

Con la pérdida de influencia de Toledo y de sus líderes, surgieron dos nuevas figuras dentro de la Comunidad, Pedro Girón y Antonio de Acuña, que aspiraban a pasar al primer plano. El primero era uno de los pocos nobles leales comuneros, al parecer, porque el rey se negó a entregarle el ducado de Medina Sidonia. El segundo, era obispo de Zamora/Reino de León/, jefe de la Comunidad zamorana y cabecilla de una milicia formada enteramente por sacerdotes.

El 21 de febrero de 1521 comenzó el asedio de Torrelobatón, que resistió durante cuatro días, gracias a sus murallas. El 25 de febrero los comuneros conseguían entrar en la localidad. Esta fue sometida a un enorme saqueo como premio a las tropas, del que solamente se salvaron las iglesias. El castillo continuó resistiendo, pero terminó rindiéndose ante la amenaza de ahorcar a todos los habitantes si no claudicaba, no antes de acordarse la conservación de la mitad de los bienes que se encontraran en el castillo, evitando así su saqueo.

Castillo de Torrelobaton

Castillo de Torrelobatón. Fotografía: wikipedia/GFreihalter

La Ejecución de los comuneros de Castilla es una obra de Antonio Gisbert Pérez

La Ejecución de los comuneros es una obra de Antonio Gisbert Pérez

La victoria en Torrelobatón levantó los ánimos en el bando comunero, hasta el punto de sembrar el entusiasmo, mientras que, en el bando realista, provocó la inquietud ante el avance rebelde. Esta inquietud alteró a los nobles fieles al cardenal Adriano, que se acusaban mutuamente de no haber hecho nada para evitar la pérdida de Torrelobatón. Asimismo, el Condestable de los Reinos de Castilla y de León (nombramiento de Juan II de Castilla y de León, como substituto del Alférez Mayor de Castilla y de León) comenzó a enviar tropas a la zona de Tordesillas, a modo de refuerzos y como guarnición ante los comuneros.

Paralelamente, los comuneros, reforzaron sus efectivos de Torrelobatón, pero su ejército no se encontraba del todo cohesionado, por lo que Padilla manejaba la posibilidad de desplazarse hasta Toro en busca de refuerzos. Partió, entonces hacia dicha ciudad en la madrugada del 22 al 23 de abril, tras haber perdido demasiado tiempo, lo que permitió a los realistas aglutinar a todas sus tropas.

Nada más partir hacia Toro, las tropas realistas del Almirante de Castilla y Adelantado Mayor de León y el Condestable de Castilla (Íñigo Fernández de Velasco) presentes en Peñaflor de Hornija salieron tras la pista de Padilla, alcanzándolo finalmente en la localidad de Villalar.

En medio de una intensa lluvia, Padilla intentó primero atrincherar a sus prácticamente 6000 hombres en Vega de Valdetronco, pero no consiguió desplegar a sus tropas y se vio obligado a presentar batalla en Villalar, donde la caballería realista, compuesta por unas 500 o 600 lanzas, aplastó al ejército rebelde, que no tuvo tiempo de desplegarse

La batalla se saldó con prácticamente mil bajas por parte de los comuneros y el apresamiento de sus líderes principales: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. Estos fueron decapitados en la mañana del 23 de abril en un cadalso construido en la Plaza Mayor de Villalar, estando presente la mayor parte de la nobleza afín al rey, que asestaba así un golpe prácticamente definitivo a la rebelión.

Mientras tanto, el resto del ejército comunero que consiguió escapar trató de continuar hasta Toro, pero terminó por fragmentarse, fruto de la persecución que estaba ejerciendo el Condestable de Castilla sobre él.

Tras la batalla de Villalar, las ciudades de Castilla la Vieja no tardaron en sucumbir al potencial de las tropas del rey, volviendo todas las ciudades del norte a prestar lealtad al rey a primeros de mayo. Únicamente Madrid y Toledo, especialmente esta última, mantuvieron vivas sus comunidades durante un tiempo mayor.

Textos: Prof. Dr. Hermenegildo López González. Colaboración historiográfica. Dr. José María Manuel García-Osuna y Rodríguez y Martínezld

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