En virtud de la Ley del Patrimonio, debe considerarse un Sitio Histórico vinculado a recuerdos del pasado, y a tradiciones populares de creación cultural antropológica.
Su cita más antigua se halla en el Libro de la Montería, del rey Alfonso XI hacia el año 1340. En el capítulo dedicado a las cacerías en los montes de León, describe la organización de una montería en el entorno de Camposagrado: «Val Semana, è val de Cadiellas, e val de Ponja es todo un monte, è es bueno de osso en verano, è de puerco en invierno, y son las bozerías, la una por cima de la loma de val de Cabdiellas, è la otra a los poços de Colinas fasta el cillero».
Para la tradición popular, los Pozos los mandó excavar el Capitán Colinas para esconder a cincuenta soldados en cada uno de ellos y atacar por sorpresa a los musulmanes en la batalla de Camposagrado, librada, según la leyenda, entre cristianos y musulmanes en época de don Pelayo, a principios de la Reconquista. La tradición habla de la aparición de Santiago a don Pelayo, indicándole lo que debería hacer para conseguir la victoria. A favor del caudillo cristiano actuó también la Virgen, cuya imagen, procedente de Toledo, le acompañaba.
En el logro de la victoria fue fundamental la estratagema del capitán Colinas, y Pelayo agradeció el favor divino construyendo una ermita a la Virgen, donde depositó su imagen. Dice la tradición que el santuario y la imagen son los que hoy existen.
Lógicamente, para cuantos han estudiado la finalidad de los Pozos de Colinas no es válida la leyenda de la batalla. Algunos mantienen la hipótesis de que se trata de bocas para la excavación de una conducción hidráulica subterránea, vinculada con las explotaciones auríferas romanas de la zona (Villarroquel y el Cillerón, esta segunda situada justo en el límite norte de los pozos de Colinas).
Otra hipótesis para explicar el origen de los pozos de Colinas, tal vez la más verosimil, es la expuesta en 1949 por el arqueólogo César Morán, quien entiende que se trata de túmulos o enterramientos de época megalítica más tarde saqueados («Excursiones arqueológicas por tierras de León». Archivos Leoneses, 1949). Es de considerar la fiabilidad de este investigador, especializado en monumentos megalíticos y descubridor de gran número de los catalogados en Zamora y Salamanca. La hipótesis se ve reforzada por algunos hallazgos de herramientas líticas en el interior y el entorno de los pozos.
De ser cierta esta hipótesis, los túmulos de Camposagrado o Pozos de Colinas deben clasificarse entre los denominados “no dolménicos de tipo cuenco”. Es de reseñar que estos pozos parecen seguir el procedimiento constructivo de los túmulos, pues en casi todos ellos se observan grandes cantos en el fondo del pozo y tierra mezclada con grava en la parte alta. También ocurre que, como en Camposagrado, los túmulos suelen agruparse en conjuntos que conforman entre sí verdaderas necrópolis.
La hipótesis anterior se refuerza con la existencia de alineaciones y círculos de grandes cantos rodados, a modo de pequeños menhires y cromlechs, existentes en el lugar adyacente de Pico Labanco, descubiertos por A. Justel y arrasados por ICONA en 1970.
Descripción:
Se trata de trece amontonamientos de tierra y piedras en cuya parte superior se abre un hoyo (de ahí la denominación de pozos) que llega hasta el terreno base o, incluso, más abajo. Las dimensiones de estos amontonamientos son variables, teniendo un diámetro que oscila entre 10 y 25 metros y una altura sobre el nivel del suelo que alcanza de 2 a 4 metros.
Los amontonamientos se hallan prácticamente alineados en dirección sur-norte (el primero por el sur coincide con el cordel de merinas y el último, al norte, se sitúa muy cercano al barranco del Cillerón y el número de ellos no está claramente determinado (hay algunos que por alteraciones antrópicas y naturales resultan confusos), pudiendo alcanzar dieciséis, si bien el número tradicionalmente establecido es trece. La distancia entre ellos oscila entre 50 y 70 metros.
Grado de protección legal:
Incluidos en la Carta Arqueológica provincial de LEÓN, elaborada por la Junta de Castilla y León. También incluidos como elemento a proteger en las Normas Urbanísticas del Ayto de Carrocera., salvaguardando una franja de 50 m de anchura a cada lado de los pozos. Sin embargo, no existe vigilancia ninguna por parte de las instituciones responsables, lo cual está ocasionando su pérdida definitiva.
El 29 de abril de 2014, Promonumenta, junto con otras asociaciones y el Ayuntamiento de Carrocera, solicitaron a la Junta de Castilla y León su declaración como Bien de Interés Cultural, quedando sin respuesta. En abril de 2013, el Grupo Socialista de las Cortes de CyL había interpelado sobre la protección de los Pozos de Colinas; La contestación de la junta, de 12 abril de 2013, remitía a las recién aprobadas Normas Urbanísticas del Ayto de Carrocera, concluyendo que la responsabilidad de protección corresponde conjuntamente al Ayto de Carrocera y a la Consejería de Cultura de la Junta.
Estado de conservación:
Su estado de conservación es muy malo, pues gran parte del conjunto megalítico cercano ha sido arrasado para repoblaciones forestales de pinares y los Pozos de Colinas, todavía existentes, están siendo gravemente dañados por diversas plantaciones en todo su entorno y por el crecimiento de maleza (zarzas, urces, piornos, etc.) en su interior, dañando su morfología y, en ocasiones, ocultándolos.
Motivos de inclusión: 25 abril, 2024
En virtud de la Ley del Patrimonio, debe considerarse un Sitio Histórico vinculado a recuerdos del pasado, y a tradiciones populares de creación cultural antropológica. También debe considerarse como Zona Arqueológica, donde existen bienes susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica, Sin embargo, se halla en situación de abandono y los agentes antrópicos y naturales lo están destruyendo.
Sección realizada con la colaboración de la Asociación Hispana Nostra