Estamos ante una mujer que apenas dejó huellas de su paso por la tierra
Adosinda es de una familia de la mayor prosapia pues descendía del conde Gutierre Osóriz y de Aldonza Menéndez, nieta de Hermenegildo Gutiérrez, de enorme influencia en la corte leonesa, desde la época de Alfonso III, y repoblador de Coimbra, y de su mujer Ermesinda Gatóniz.
El enlace debió producirse cuando a Ramiro aún no le había concedido su padre la potestad sobre un primitivo reino-condado de la Galicia Bracarense, con capital en Viseu. Existía, sin embargo, un problema con este matrimonio pues era, a todas luces, endogámico; Ramiro y Adosinda eran familiares directos; la madre del rey, Elvira Menéndez era hermana de esta Adosinda o Ausenda Guterres.
Una relación así, a veces, era bendecida por el papa, pero este no fue el caso, a pesar de las esperanzas puestas en la intervención de su primo san Rosendo, abad y fundador de varios monasterios, entre ellos el de Celanova, también obispo de Mondoñedo y una figura de la mayor relevancia en la época.
En estas circunstancias, Adosinda fue repudiada seguramente 10 años después de su enlace con Ramiro, a pesar de haber concebido ya dos hijos: Vermudo (que murió muy joven) y Ordoño (el futuro Ordoño III), que nació hacia el año 925, y una hija, Teresa Ramírez que casaría con García Sánchez I de Pamplona.
Sí tenemos un dato cierto respecto a esta ruptura matrimonial; en el año 934 la confirmante con el rey es ya su segunda esposa Urraca Sánchez.
Estamos, por lo constatado, ante una mujer que apenas dejó huellas de su paso por la tierra y únicamente se supone que debió morir después del año 941, ya que en ese momento aparece su nombre en la firma de una donación al mentado cenobio de Celanova.
Texto: Hermenegildo López González