Cada año esta localidad leonesa rememora el enfrentamiento armado que tuvo lugar en estas tierras, en septiembre del año 1.111, entre gallegos partidarios de Doña Urraca y aragoneses partidarios de Alfonso I El Batallador, que se disputaban la posesión del Reino de León.
Los días 12 y 13 de este mes de agosto, tiene lugar en la villa leonesa de Villadangos del Páramo el recuerdo, en forma de teatralización, (además de otras varias actividades que complementan los hechos) de la conocida Batalla de Villadangos, aunque la misma se produjera en el otoño del año 1111. Hoy Villadangos, por suerte, es más conocido por su polígono industrial, creado en tiempos del alcalde Teodoro Martínez (Teo, para todos, especialmente para los amigos); un oasis en el desierto leonés tan falto de oportunidades para retener población y, con ello, evitar la sangría anual que se viene produciendo en los últimos tiempos, especialmente entre la juventud leonesa… Gracias sinceras al Ayuntamiento de Villadangos y a sus regidores.
Mas como lo que pretendemos, desde este periódico, es sumarnos a las celebraciones y darlas a conocer a nuestros lectores, traemos al recuerdo de algunos y al conocimiento de todos, un documento que nos pareció de interés recuperar: el pregón que se pronunció, desde al balcón de la casa consistorial, en agosto de 2015. El mantenedor de la fiesta de aquel año era nuestro colaborador en materia histórica, el profesor Hermenegildo López González. Que lo disfruten.
Unas breves precisiones previas: entre corchetes hemos colocado algunas explicaciones que, naturalmente, no se dan ni se dieron en el citado pregón, pero que nos parecen de interés para situar a los personajes en su contexto y evitar que algunos lectores se pierdan entre tantos nombres o situaciones.
Así se explicaba el Profesor López.
Señor corregidor de esta villa, señoras y señores: Según marcan las normas de la cortesía más elemental y, bien a pesar de lo dicho por el señor corregidor, debo, en primer lugar, presentarme. Seguro que él me ha confundido con algún otro pues, en realidad, yo soy el Conde D. Fernando [algunos identifican a este Fernando con Fernando García de Hita, sin demasiados argumentos], legado personal de nuestra señora la reina Doña Urraca, que Dios guarde. [Urraca I de León, la primera reina titular de Europa, hija de Alfonso VI] Me ha sido encargada, personalmente, la custodia del niño rey, Don Alfonso [hijo de la reina y de don Raimundo de Borgoña] que, como bien saben todos ustedes, acaba de ser coronado rey de Galicia, antes de ser ungido como rey de León, tal y como mandan nuestras viejas costumbres, desde la época del gran Ordoño II. Esto último, naturalmente, al fallecimiento o abdicación de quien porte la corona en ese momento.
Respondo personalmente con mi vida de la vida del heredero al trono del Regnum-Imperium legionense y, como bien pueden imaginar, me encuentro en un trance verdaderamente apurado.
Nuestras tropas que llegan, fundamentalmente, de Galicia, protegiendo a D. Alfonso, se encuentran acantonadas entre la fuente y la ermita de esta villa. Nuestro objetivo era llegar a la urbe regia donde debíamos entregar el niño a su madre, nuestra señora natural. Pero este desdichado, este felón, este traicionero Alfonso [se trata, naturalmente, del segundo marido de Urraca I, Alfonso I de Aragón] a quien llaman el Batallador, que Dios confunda, ha sido informado de nuestros movimientos por sus espías, más numerosos de lo que incluso sospechábamos y hasta infiltrados entre los nuestros. La prueba es que, ayer mismo se han presentado a las puertas de esta villa. Nuestras fuerzas, apenas suman 200 hombres de a caballo y 500 peones y no alcanzan ni siquiera la cuarta parte del ejército enemigo, por lo que toda ayuda es poca para poder presentar batalla; bien es cierto que, como dijera ya nuestro héroe leonés Bernardo del Carpio, antes de la Batalla de Roncesvalles contra el ejército de Carlomagno “aunque seamos menos, siempre habremos de igualarlos”, con nuestro valor y la fuerza de nuestros brazos.
Me encuentro ahora ante ustedes, sabedor de que, en esta noble villa, encontraré todo el apoyo y la comprensión; incluso la ayuda necesaria para llevar a cabo un conjuro que venga a infundir valor a nuestras escasas tropas invocando a nuestros héroes ya finados para que vengan en nuestra ayuda como ocurriera, a veces, en el pasado, en batallas tan renombradas como la de Clavijo, en la que el Señor Santiago combatió al lado de las tropas asturianas y leonesas para terminar, de una vez por todas, con el nefando tributo de las 100 doncellas que se debía satisfacer cada año a los enemigos de la fe [fiesta que celebramos con toda solemnidad el primer fin de semana de octubre en León, en el marco de las celebraciones de San Froilán, la gran fiesta de las raíces leonesas con las doncellas, los carros engalanados y los pendones, ese símbolo leonés por excelencia]. En estas situaciones, en las que el número no hace necesariamente la diferencia, es cuando puede manifestarse más claramente la fuerza de lo Alto y así intentaré buscarla ante ustedes por medio de esta invocación que ahora comienzo. Escuchen y acompáñenme en este trance; el cielo se lo recompensará.
POEMA Don Fernando (invocación de la ayuda en la batalla)
- Presintiendo la batalla
- y en tan difícil empresa,
- conscientes de nuestro número
- y que el enemigo acecha
- con sus fueras preparadas
- que en soldados nos superan,
- permítanme que ante todos
- venga a proclamar la arenga
- para que pueda auxiliarnos
- hasta la fuerza suprema
- ¿No se reza al Creador
- cuando los males acechan?
- ¿No nos ayudó Santiago
- en jornada más que incierta,
- en los campos de Clavijo,
- cuando el rey se lo pidiera?
- ¿Y el patrón San Isidoro,
- que de Sevilla viniera,
- en tiempos de Don Fernando,
- a ofrecernos su tutela?
- .
- También pido vuestra ayuda,
- viadangueses, con presteza,
- pues sé que apoyáis a Urraca,
- nuestra señora, la reina,
- hija de aquel gran Alfonso
- que, aunque en Toledo muriera,
- enterrado está en Sahagún,
- según él mismo pidiera.
- La villa de Viadangos
- no puede quedarse quieta
- ante el grande desatino
- que se produce a sus puertas.
- Invoquemos pues el nombre
- de los que siempre estuvieran
- velando por este reino
- y por la su independencia.
- No son los aragoneses
- ni su rey el que pretenda
- mermar nuestra libertad
- y tomar la nuestra tierra;
- si él es el Batallador,
- con nosotros no se juega,
- que hemos derrotado al moro
- allá por Valdejunquera,
- en Simancas, Castromoros,
- .
- Magerit o donde quiera
- que osaran plantar batalla
- a las tropas leonesas.
- .
- Yo soy un poco alquimista
- e intentaré que intervengan
- también los que un día se fueron,
- para equilibrar las fuerzas,
- en esta dura batalla,
- que se me antoja muy presta.
- Oíd, oíd y veréis
- los prodigios que se acercan
- .
- A mí acudan los finados,
- y a este conxuro obedezcan
- los Ramiros, los Ordoños,
- los Alfonsos y los Fruelas;
- bruxas, coruxas y trasgus
- ayudadme en la tarea.
- Señor Todopoderoso,
- vos que domináis la Tierra
- permitid en esta tarde
- que los nuestros héroes vengan
- a defendernos del mal
- que tras de este Alfonso acecha.
- Alfonso el aragonés
- que maltrata a nuestra reina
- y que pretende dar muerte
- a quien la realeza ostenta,
- intentando de este modo
- conquistar la nuestra tierra,
- que es tierra de libertad
- y no se entrega a cualquiera.
- Válgame San Isidoro,
- en aquesta hora incierta.
- Mi vida os ofrezco a cambio
- y muera yo en la contienda;
- si salvo al pequeño rey,
- saldada queda mi deuda.
- .
Volvamos ahora a la realidad. Y se preguntarán, sin duda, algunos de ustedes; ¿Y qué fue de ese D. Fernando, personaje real y, que como acabo de afirmar en esta breve ensoñación de nuestro pasado, era responsable de la vida del niño rey? Pues bien, él se dejó la suya en el combate, es cierto, pero, como otros tantos héroes leoneses supo conservar su honra y cumplir con su palabra puesto que consiguió que D. Alfonso fuera finalmente entregado a su madre por medio del Obispo de Santiago, D. Diego Gelmírez.
¿Y por qué podemos seguir afirmando que la batalla de Villadangos fue un acontecimiento decisivo? Largo sería intentar explicar, en este momento, los avatares posteriores a la batalla y el fecundo y largo reinado [31 años] de D. Alfonso, el séptimo de este reino. Valgan, únicamente como recordatorio los hechos siguientes: él fue el único emperador español coronado, en concreto el día 26 de mayo de 1135, en la vieja catedral románica de León, y en presencia de reyes y nobles de toda Hispania y de la mitad Sur de Francia, además de algunos representantes de grandes familias musulmanas de la Península. Conquistó gran parte de Extremadura, el norte de Andalucía, Almería, etc., y a él y a su hermana la reina Sancha [su hermana mayor siempre unida a la Basílica de San Isidoro] se debe, entre otras realizaciones, la decisión de construir la bóveda de la Iglesia palatina, San Isidoro, así como la fundación, tras la intervención milagrosa de dicho santo protector, en el sitio de Baeza, el 25 de julio de 1147, de la primera de las órdenes militares españolas, hoy devenida en Cofradía: la Muy Ilustre Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro o Pendón de Baeza que es una de las instituciones más antiguas de España y que se mantiene en plena vigencia. Digamos también que el Pendón de Baeza es bandera histórica de España con tratamiento de Capitán General de nuestros Ejércitos y que acompañó siempre a las tropas leonesas en las grandes batallas a partir del siglo XII. Alfonso VII influyó también, decisivamente, en los asuntos europeos, por ejemplo, en un concilio habido en la ciudad francesa de Reims y apoyando al verdadero papa, Anastasio IV, contra las aspiraciones del antipapa Anacleto II, al lado de los reyes de Francia e Inglaterra. Una última información sobre el propio Emperador; tras una fugaz campaña intentando recuperar Almería, perdida meses antes, murió en el Viso del Marqués, provincia de Ciudad Real, el día 21 de agosto de 1157; el próximo 21 se cumplirán, pues, 858 años de su fallecimiento [a día de hoy 866 años]. De ahí fue trasladado a Toledo, la otra ciudad imperial española, junto con León, y se encuentra enterrado en la zona más noble de la Catedral Primada, el Presbiterio.
Largo y tortuoso camino el de este niño al que la vida dio una segunda oportunidad al lado mismo de esta villa. En el orgullo de vuestras, de nuestras raíces, os felicito por la celebración y os invito, de orden, esta vez de mi querido Alcalde, a disfrutar sin límites de la fiesta y a recordar a todos lo que aquí ocurrió; sin miedo ni sonrojo alguno, pues cuando se cuenta con hechos históricos reales no se necesita inventarlos. La mentira y la manipulación histórica solo es refugio y patrimonio de los que no los tienen. Lo que aquí se celebra es, sin embargo, un hecho singular y de la mayor relevancia. Gracias por seguir en el intento de la dignificación de las raíces y de la historia del que fue, sin ninguna duda, el reino más importante de la Península a lo largo de la Edad Media: el Reino de León y muchas gracias finalmente también por su atenta escucha.