La victoria de los isabelinos en la batalla de Toro fue crucial para la victoria final de Isabel I y, por ello, decisiva en el futura configuración de España
La batalla de Toro se libró en las inmediaciones de dicha localidad (perteneciente, a día de hoy, a la provincia de Zamora, en España) el 1 de marzo de 1476, entre las tropas de los Reyes Católicos por un lado y las de Alfonso V de Portugal y del príncipe Juan de Portugal por otro, en el contexto de la guerra de sucesión castellana y que terminó con la victoria del príncipe heredero Juan de Portugal frente al ala derecha de la Corona de Castilla, y con victoria de las restantes tropas fernandinas sobre Alfonso V.
No obstante, su resultado incierto representó una gran victoria política para los Reyes Católicos asegurando el trono en manos de Isabel y la unión de las coronas de Castilla y Aragón.
Una batalla en tablas que da la victoria a Fernando II
Algo que ya no sorprende por habitual en nuestra trayectoria vital como país… y que refrenda nuestro leitmotiv a la hora de juzgar otros muchos aconteceres del pasado. Veamos.
Las tropas portuguesas y las de los partidarios de Juana regresaban a Toro, después del cerco de Zamora, pero fueron alcanzadas a una legua al oeste de su objetivo por las tropas de Fernando II de Aragón, que venció a las fuerzas bajo el mando de Alfonso V (centro y derecha portuguesa),huyendo este hacia Castronuño.
Por su parte, el ataque victorioso del príncipe Juan de Portugal (izquierda portuguesa), que derrotó al ala derecha castellana, recuperó el estandarte real portugués y mantuvo la posesión del campo de batalla,permitió que ambos bandos pudieran considerarse vencedores.Sin embargo, la habilidad de los llamados Reyes Católicos logró, a mediano plazo, su objetivo estratégico,ya que casi tres meses y medio después de la batalla, Alfonso V decidió retirarse a sus tierras portuguesas, al comprobarla falta de apoyo que tenía en la Corona de Castilla la causa de la princesa Juana a la que denominaron la Beltraneja: “Los dos ejércitos chocaron en los campos de Toro, y la batalla resultó indecisa. Pero, mientras el Rey de Portugal se dedicaba a reorganizar sus tropas, Fernando envió correos a todas las ciudades de Castilla, y a varios reinos extranjeros, dándoles la noticia de una gran victoria, en la que las tropas portuguesas habían sido aplastadas. Ante tales noticias, el partido de la Beltraneja se disolvió, y el portugués se vio forzado a regresar a su reino.” (Justo L. González)
La batalla tuvo lugar, como decimos, en la vega de Toro, cerca de la localidad de Peleagonzalo (situada entonces en la ribera del Duero, a un kilómetro de su ubicación actual), bajo una lluvia y una niebla intensas, lo que aumentó la oscuridad de la noche y la confusión del combate. Los dos ejércitos tenían aproximadamente 8.000 hombres cada uno.
Consecuencias
En Toro tenía Juana su corte con gran magnificencia, y, al decir de sus parciales, desplegaba grandes cualidades de reina, aunque solo tuviera entonces trece años. Alfonso V, sin embargo, hubiera renunciado a sus pretensiones a la corona, recibiendo en cambio el reino de Galicia, las ciudades de Zamora y Toro y una considerable suma de dinero; pero Isabel, que consentía en lo último, se negó a ceder un solo palmo de terreno.
A lo largo del conflicto, numerosas ciudades y fortalezas fueron cambiando de bando. Hubo muchas deserciones entre los soldados portugueses y una transferencia masiva de los partidarios de Juana hacia el partido de los Reyes Católicos, engrosando sus números, algo que ponía a los portugueses en gran inferioridad. Sin embargo, el ejército portugués en Castilla mantuvo su capacidad operacional y hasta sus posibilidades de éxito final, puesto que, habiéndose reorganizado pocos días después de la batalla de Toro (abril de 1476) llevaron a cabo dos grandes operaciones militares para capturar primero al propio rey Fernando (durante el cerco de Cantalapiedra), y después a la reina Isabel (entre Madrigal y Medina del Campo).
Más de un mes después de la batalla de Toro, una pequeña fuerza de 400 jinetes al mando del príncipe Juan regresó a Portugal durante la Semana Santa de 1476 (primeros días de abril) para defender la frontera de los continuos ataques castellanos. Pero Alfonso V, acompañado de Juana y con el grueso de las fuerzas portuguesas, permaneció en Castilla durante casi tres meses y medio, efectuando muchos ataques en las regiones de Salamanca y Toro. Solo regresó a Portugal el 13 de junio de 1476. Lo cierto es que Alfonso quería ir personalmente a Francia para convencer a Luis XI de no renovar la tregua con Aragón, que expiraría en julio de 1476.
Con la retirada del ejército, el partido de Juana de Trastámara perdió rápidamente fuerza, lo que condujo, después de tres largos años, a pedir el fin de las hostilidades. La fortaleza de Zamora se entregó el 19 de marzo de 1476, pero Toro permaneció firmemente en manos portuguesas durante más de medio año: la ciudad se entregaría definitivamente el 19 de septiembre, aunque su pequeña guarnición de 300 portugueses, asediada en la fortaleza, solamente capitularía el 19 de octubre de 1476 durante un ataque no relacionado con la propia Batalla de Toro.
La victoria de los isabelinos en la batalla de Toro fue crucial para la victoria final de Isabel I y, por ello, decisiva en el futura configuración de España, ya que mientras los isabelinos representaban la unión bajo un mismo monarca de las Coronas leonesa, castellana y aragonesa, los juanistas representaban la de las Coronas leonesa, castellana y portuguesa. De esta manera, pese a haberse situado Toro del lado de Juana ‘la Beltraneja’, tras la batalla acontecida en sus inmediaciones hizo que dicha ciudad acabara en manos de los isabelinos.
Guerra y paz
Los Reyes Católicos recuperaron la otra fortaleza aún en poder de los portugueses, Cantalapiedra (28 de mayo de 1477), y las restantes fortalezas juanistas, defendidas por fuerzas fundamentalmente castellanas (Castronuño, Sieteiglesias, Cubillas Villalonso, Portillo, Villalba).
Un cuerpo de 500 caballeros portugueses y 200 castellanos, enviado por Alfonso V en socorro de la condesa de Medellín, hermana del marqués de Villena, fue derrotado en la Albuera (24 de febrero de 1479) por Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago, con la pérdida de 85 caballeros muertos y algunos prisioneros (según el cronista Alfonso de Palencia); pero el grueso de las tropas lusas logró alcanzar las ciudades de Mérida y Medellín, su objetivo estratégico.
Por su parte, los portugueses retomaron todas las fortalezas que los castellanos habían conquistado en Portugal (Ouguela, Alegrete y Noudar), y lograron conservar varias ciudades y fortalezas conquistadas u ocupadas en Castilla, hasta el final de la guerra:Tuy, Azagala, Ferrera, Mérida y Medellín (con estas dos últimas resistiendo a duros asedios hasta la paz) También desbarataron una fuerza de 2.000 caballeros castellanos en Mourão (Alentejo, Portugal, 1477) al mando del mismo maestre de Santiago: más de 100 caballeros fueron aprisionados y los restantes huyeron en desbandada, según los cronistas García de Resende y Damião de Góis. En el frente naval y colonial, las armadas lusas lograron neutralizar las expediciones castellanas para conquistar Ceuta (1476), Gran Canaria (1478) y la ruta de Guinea con sus minas de oro (1478) fuente del poder portugués.
Finalmente, el tratado de Alcáçovas, ponía fin a una guerra en la que, por expresarlo de algún modo, vencieron los castellanos en tierra y los portugueses en el mar: Isabel y Fernando eran reconocidos reyes de Castilla y Portugal alcanzaba la hegemonía en el Atlántico.Otras decisiones menores fueron, la renuncia al trono de Castilla por parte de Juana la Beltraneja y la decisión de una posible futura boda entre la infanta Isabel de Aragón, hija primogénita de los reyes Católicos, con Alfonso, el hijo único del rey Juan II de Portugal, en aquel momento, príncipe heredero del mismo.
Disposición de los ejércitos
Ejército castellano-aragonés de Fernando II
Centro: comandado por Fernando, incluía la guardia real y los hombres de algunos hidalgos, como el mayordomo mayor Enrique Enríquez. Pero predominaban las milicias populares de determinadas ciudades, como Zamora, Ciudad Rodrigo o Valladolid.
Ala derecha: formada por seis compañíasde caballeros ligeros, lideradas por sus capitanes: Álvaro de Mendoza (el principal capitán), el obispo de Ávila y Alfonso de Fonseca (estos dos hombres compartían el mando de una compañía), Pedro de Guzmán, Bernal Francés, Vasco de Vivero y Pedro Velasco. Estaba dividida en dos líneas:cinco compañías delanteras y una detrás. Algunos de sus hombres habían seguido de cerca a los luso-castellanos desde Zamora hasta Toro, por lo que este ala es designada frecuentemente como de vanguardia.
Ala izquierda: era la más poderosa. Incluía a muchos caballeros con armadura pesada y estaba dividida en tres cuerpos: el izquierdo, cerca de los portugueses, era comandado por el almirante Enríquez; el centro era dirigido por el cardenal Mendoza, y por último, el derecho estaba bajo el mando de García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo, I duque de Alba de Tormes.
Fuerzas de reserva: los hombres de Enrique Enríquez de Mendoza, I conde de Alba de Liste (tío del rey Fernando y gobernador de Galicia, será hecho prisionero por los portugueses)y los caballeros del marqués de Astorga.
Ejército castellano-luso de Alfonso V y del príncipe Juan
Centro: comandado por Alfonso, estaba formado por cuatro cuerpos de infantería con las espaldas viradas haciael río Duero, los caballeros castellanos bajo el mando de Ruy Pereira y algunos nobles de su Casa.
Ala derecha: formada por las tropas castellanas del obispo de Toledo, Alfonso de Carrillo y tropas portuguesas de algunos nobles.
Ala izquierda:estaba formada por la élite del ejército portugués (caballeros). Incluía muchos ballesteros y la artillería portuguesa (arcabuceros). Venía comandada por el príncipe Juan que tenía como su principal capitán al obispo de Évora. Incluía también una compañía en su retaguardia, liderada por Pedro de Meneses.
Debido a la división del liderazgo entre el rey y el príncipe, el ejército portugués luchó dividido en dos partes que no se ayudaron: elala izquierda -o batalla del príncipe, y elcentro-derecha o batalla real.Como se adivina, esto representó, a la larga, un perjuicio en el desarrollo de los hechos.