Un día para sentirnos orgullosos de nuestra historia, del legado de nuestros antepasados, de nuestra identidad, de ser lo que somos: «leoneses», a secas.
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Un año más, como cada 6 de enero, la Imperial Orden del Milagroso e Invicto Pendón de San Isidoro, conocido popularmente como Pendón de Baeza rinde homenaje a los Reyes y Reinas de León con su tradicional responso en el «día de la Epifanía del Señor»
Turnos de vela, guardia y oración.
Previo a este acto, entre las 10.00 y las 12,00 horas, los Ilustres Caballeros y Damas Cofrades de esta antiquísima institución medieval realizan, en el propio Panteón Real, el solemne turno de vela, en modo de guardia y oración cada media hora. Este acto íntimo, al que le dio forma el anterior Abad Hermenegildo López, se realiza a puerta cerrada, y en dónde el obligado silencio solo es roto por un texto, que abajo reproducimos, y que se ha repetido en cada turno, asistiendo en el último las autoridades civiles, militares y académicas, entre ellas el Alcalde de León.
Tras «el turno de vela y guardia» tiene lugar la solemnísima celebración eucarística que, un año más, ha celebrado el Obispo de esta diócesis legionense Luis Ángel de las Heras y el Abad de la Colegiata isidoriana, Francisco Rodríguez.
El responso
Tras ella, los miembros de la Cofradía se dirigen en procesión, con cruz alzada y ciriales, por el interior del templo hasta el Panteón Real de la Basílica en dónde tiene lugar el solemne responso real en memoria de los Reyes de León. Y como manda el protocolo, cerrando el cortejo, el Pendón de San Isidoro portado por el Abad de la Cofradía.
Una vez en el interior, el Obispo de León realizó el tradicional responso en un panteón real engalanado para la ocasión con los atributos regios -espada, cetro y corona- colocados sobre un «paño de rica tela» , y que se estrenaron ayer en sustitución de los viejos realizados en madera y pintados de purpurina. Estos nuevos atributos regios han sido realizados por la empresa Capa Fundición contando con la colaboración del Centro de Oficios del Ayuntamiento de León, y que están aún sin finalizar ya que aún falta el engarce de las piedras preciosas.
Amable Salvador, Jesucristo. Eres el Rey de reyes en el país de la dicha. Te pedimos que por tu misericordia oigas nuestras oraciones y liberes de toda culpa las almas de los Reyes y Reinas de León que hoy te recordamos. Llévalas de la prisión de las tinieblas a la luz y a libertad de los hijos de Dios en el reino de tu gloria. Amable Salvador, te damos gracias por haber redimido las pobres almas con tu preciosísima Sangre, salvándolas de la muerte eterna.
Dales, Señor, el descanso eterno. Y brille para ellos la luz perpetua. Descansen en paz. Amén. María, Madre de Dios, y Madre de misericordia. Ruega por nosotros y por todos los que han muerto en el regazo del Señor. Amén.
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Tras el responso, el nuevo Abad de la Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro, Gonzalo González Cayón -que se estrenaba ayer en el cargo- y el Alcalde de León José Antonio Díez procedieron a colocar una corona de Laurel en una de las tumbas de este panteón real y que ayer lucía esplendido ya que sus mas de 120 metros cuadrados de pinturas han sido recientemente restauradas.
En la solemnidad de acto algunos pudimos oír como nuestros mas aguerridos Reyes allí enterrados se revolvían en su tumba al ver como por primera vez acudían aquellos que día a día liquidan su legado, manipulan y tergiversan su historia y finiquitan este antiquísimo Reino de León, cuna del parlamentarismo. Otro día os podemos relatar el cruel castigo que las leyes leonesas reservaban a mercenarios y traidores al Reino, como semana a semana este medio relata las hazañas y gestas de estos Reyes, alguno de cuyos cuerpos están aquí depositados, como Ramiro II el invicto y héroe de la batalla de Simancas, Alfonso V el de los buenos fueros, Fernando I el Grande y su mujer la Reina Sancha I, o Urraca I, la primera mujer reina privativa, por citar solo a algunos.
Un buen día para recordar la sangre derramada por nuestros antepasados en innumerables gestas para hacer de este Reino de León el mas grande y poderoso de la Edad Media y que hoy ocupa un cuartel del Escudo de España por derecho propio.
Y como no, ahí está, como testigo mudo «el invicto pendón de San Isidoro» para recordárnoslo, presente en la toma de Antequera, de Tarifa, de Córdoba, de la segunda toma de Baeza o de Málaga por citar algunas de las mas importantes batallas en la que estuvo presente y que por ejemplo también ondeó un 2 de enero de 1492 en las torres de la Alhambra de Granada con motivo de la toma de la Ciudad por los Reyes Católicos.
En definitiva, un día para sentirnos orgullosos de nuestra historia, del legado de nuestros antepasados, de nuestra identidad, de ser lo que somos «leoneses» a secas.
Un día que debería ser de puertas abiertas para que todos los leoneses y leonesas puedan rendir homenaje a quienes durante poco mas de 300 años fueron sus jefes de estado. Hay demasiado dinero público invertido en el mantenimiento y mejora de esta Basílica para que esta iniciativa sea exigible.
Así es el turno de vela, guardia y oración a los Reyes de León
Reflexión inicial (2 minutos)
Ilustres Damas y Caballeros Cofrades, hermanos en la fe de Cristo y en el cariño a nuestro Santo Isidoro
Señor del tiempo, de los reyes y de los ejércitos, he aquí, recogidos en oración a estos humildes servidores tuyos, miembros de la Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro, a cuyos antepasados, a lo largo de los siglos, has distinguido con tu amorosa protección en dificultades y batallas. Hoy nos encontramos aquí, congregados en torno a los restos mortales y a los recuerdos de algunos de nuestros reyes y reinas.
Ellos serían, con el apoyo del pueblo, los que llegaron a configurar una entidad que, en el correr del tiempo, llegaría a conocerse con el nombre de Reino de León y que supo llevar tu nombre y tu fe de mar a mar y desde las montañas del Norte hasta las cálidas tierras del Sur.
Mas de once siglos han pasado desde entonces, mas ¿qué son estos siglos para los que siguen profesando tu fe, se mantienen en tu confianza y cuentan el tiempo en medida de eternidad?
Tú nos has recordado, por medio del apóstol Pablo, que una de las mejores obras del cristiano para conseguir que la tierra sea un lugar más habitable, es orar por aquellos que tienen altas responsabilidades de gobierno y, así lo entendemos nosotros, en la misma línea estaría el hecho de agradecer su labor a los que habiéndolas desempeñado han partido ya hacia esos lugares donde moras por los siglos sin término y en los que ya no hay llanto, ni guerras, ni enfermedad, ni muerte.
Silencio (10 minutos)
Lectura Central (7 minutos)
Un año más, acudimos, en este señalado día, a la llamada de la Trascendencia, del recuerdo y del reconocimiento. Como viene siendo tradicional, esta Imperial Cofradía, a la que nos honramos en pertenecer y que supone, en cierto modo, el eslabón que une la historia con un presente siempre renovado, organiza el Solemnísimo Responso por quienes, en difíciles momentos, supieron hacer de estas tierras el Reino más importante de la Península Ibérica, nuestros Reyes, los cuales, a la cabeza de aquellas animosas mesnadas leonesas, nuestros antepasados, y fiados en la promesa de la Cruz y en nuestro Santo Protector, derramaron su sangre sin tasa ni medida, oponiendo feroz resistencia a los que defendían otros valores, creían en otros dioses y basaban sus relaciones sociales en conceptos bien diferentes.
Ello nos ha hecho ser, precisamente, como somos, nos ha permitido seguir creyendo en lo que creemos y nos ha dado también un marco de progreso en esa misma organización social que se gestó a lo largo de lo que algunos han denominado “los siglos oscuros”, pero que, al menos por lo que a nosotros respecta, sin duda, no lo fueron tanto y así conviene, con satisfacción, recordarlo y reconocerlo.
Véanse, si no, la herencia que nos fuera legada y que, como luz en la tiniebla alcanzó a brillar, por vez primera, entre estas venerables piedras. Ya se ha cumplido el noveno centenario del Fuero de León, otorgado precisamente por quien reconstruyera y dignificara estos sagrados muros, Alfonso V, el mismo que creara este Panteón Real y trasladara aquí los restos de muchos de sus antepasados. Aquí fue donde sería enterrado él mismo, por su joven hijo Vermudo III, tras su desgraciada muerte en el cerco de Viseu.
Mas, si hablamos de luz, aquel Fuero de León apenas alcanzaría la calificación de destello comparado con lo que ocurriría también entre estos muros, en junio de 1188: las primeras Cortes en las que participaron, a instancias de un rey joven, Alfonso IX, los “Hombres Buenos”, elegidos en las 9 ciudades más importantes del Reino y que elaborarían la ya conocida y celebrada Carta Magna Leonesa, confiriendo, de este modo, a la Urbe Regia, a León, el honorable título de “Cuna del Parlamentarismo”.
Si en las batallas se reconquistaban nuevas tierras, en la retaguardia se dictaban leyes que es la mejor forma de consolidar las relaciones entre las personas y, en suma, levantar el edificio de lo que se denomina un país.
Hermanos caballeros y damas cofrades, ¿cómo no sentirse entonces agradecido e incluso orgulloso de semejantes tintes de gloria? Es muy probable también que las circunstancias actuales, nada favorables, es cierto, nos inviten de nuevo a reflexionar en la conocida frase de que “cuando el presente es incierto, solo el pasado justifica creer en el futuro”.
Esa es seguramente una de las razones de nuestra presencia aquí: beber entre estos muros sagrados las esencias del Reino, sentir el pálpito de nuestra historia, empapar nuestras almas en los verdaderos principios y reforzar nuestras creencias con ayuda de valores de eternidad, los únicos que nos podrán conferir la facultad de ser piedras vivas y no, precisamente, corcho que flota, paja juguete de la brisa o veleta que no sirve más que para marcar el sentido del viento.
Aquí estamos pues, una vez más, recogidos al amigable y reconfortante frío de este sagrado lugar de paso hacia la eternidad deseada, constituidos en comunidad orante y contemplativa, en sucesivos turnos de guardia y oración que pretenden ser el testimonio de nuestro reconocimiento, recuerdo y respeto, ante las tumbas de nuestros reyes, reinas y miembros de la familia real leonesa.
Los cuales, con aciertos y con errores (ellos también estaban hechos de nuestro mismo barro), contribuyeron, como decimos, en gran medida, a construir el edificio de lo que hoy es España, sus valores, sus tradiciones y su relación con la Divinidad.
En la época de su paso por la Tierra, la vida estaba puesta, casi de manera total, al servicio de un ideal superior y de muchos de esos valores aludidos sigue alimentándose nuestra Imperial Orden, heredera directa de aquellos caballeros que, desde el glorioso Sitio de Baeza en el que se mostró, de forma palmaria, la intervención del Santo Isidoro, enarbolaron, a la cabeza de los ejércitos leoneses, la sagrada enseña de la que somos custodios.
En este día sagrado de la Epifanía, de la manifestación del Niño Dios al mundo y, por suerte, en otras circunstancias muy diferentes, pero con el mismo espíritu, esta Imperial Confraderia se recoge en oración, en este venerable lugar, y en la confianza de que los que aquí reposan a la espera de la Resurrección han alcanzado ya el perdón y descansan en el regazo amoroso del Padre.
A pesar de todo y como es tradición en la Iglesia, nos disponemos, en primer lugar, a meditar en silencio y a elevar nuestras particulares plegarias para, a continuación, hacerlo de forma comunitaria, trayendo a nuestra memoria a todos y cada uno de los que ciñeron la corona leonesa; algunos, como bien sabemos, y por las más diversas razones, no descansan en este verdadero pórtico de la gloria que preside la imagen del Cristo en Majestad y que representa una de nuestras más firmes referencias.
Recordamos, a este propósito, aquellas hermosas palabras de San Agustín: «Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios.»
Silencio (10 minutos)
Oración final (1 minutos)
Amable Salvador, Jesucristo. Eres el Rey de reyes en el país de la dicha. Te pedimos que por tu misericordia oigas nuestras oraciones y liberes de toda culpa las almas de los Reyes y Reinas de León que hoy te recordamos. Llévalas de la prisión de las tinieblas a la luz y a libertad de los hijos de Dios en el reino de tu gloria. Amable Salvador, te damos gracias por haber redimido las pobres almas con tu preciosísima Sangre, salvándolas de la muerte eterna.
Pausa
Dales, Señor, el descanso eterno. Y brille para ellos la luz perpetua. Descansen en paz. Amén. María, Madre de Dios, y Madre de misericordia. Ruega por nosotros y por todos los que han muerto en el regazo del Señor. Amén.
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Personajes enterrados en el panteón
El antiguo nártex o pórtico occidental de la iglesia palatina, cambia de función para convertirse en el Panteón de los Reyes en el que descansan los restos de diversos reyes de León, así como algunos miembros de la familia real leonesa. Las personas reales inhumadas aquí fueron:
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Reyes de León
- Alfonso IV de León (m. 933). Hijo de Ordoño II de León y sobrino de Fruela II de León.
- Ramiro II de León (900-951). Hijo menor de Ordoño II de León y hermano de Alfonso IV de León.
- Ordoño III de León (926-956). Hijo y sucesor de Ramiro II de León.
- Ordoño IV de León (924-960). Hijo de Alfonso IV de León y primo de Sancho I de León.
- Sancho I de León (935-966). Hijo de Ramiro II de León.
- Ramiro III de León (961-984). Hijo y sucesor de Sancho I de León.
- Bermudo II de León (956-999). Hijo de Ordoño III de León.
- Alfonso V de León (994-1028). Hijo y sucesor de Bermudo II de León.
- Bermudo III de León (1016-1037). Hijo y sucesor de Alfonso V de León.
- Sancho Garcés III, rey de Navarra (990-1035). Padre de Fernando I de León.
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Fernando I de León (1016-1065). Hijo de Sancho Garcés III, rey de Navarra.
- García de Galicia, (1042-1090). Rey de Galicia. Hijo de Fernando I de León.
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Reinas
- Urraca I de León, (1081-1126). Hija y sucesora de Alfonso VI de León.
- Sancha de León (1013-1067), reina consorte de León. Hija de Alfonso V de León y esposa de Fernando I de León.
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Onneca Sánchez de Pamplona (m. 931), hija de Sancho Garcés I de Pamplona y esposa de Alfonso IV de León.
- Sancha Gómez (m. 983), hija del conde Gómez Díaz, esposa del rey Ramiro III de León.
- Elvira García (m. 1027), hija del conde García Fernández, esposa de Bermudo II de León y madre de Alfonso V de León.
- Elvira Menéndez (m. 1022), esposa de Alfonso V de León y madre de Bermudo III de León.
- Jimena Sánchez (1012-1063), hija de Sancho Garcés III y esposa de Bermudo III de León.
- Zaida, esposa de Alfonso VI de León.
- Urraca de Portugal (1148-1188), hija de Alfonso I de Portugal, esposa de Fernando II de León y madre de Alfonso IX de León.
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Teresa Fernández de Traba (m. 1180), segunda esposa de Fernando II de León e hija del conde Fernando Pérez de Traba.
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Infantes
- Urraca de Zamora (1033-1101), infanta de León y señora de Zamora. Hija de Fernando I de León y de Sancha de León.
- Elvira de Toro (1039-1099), infanta de León y señora de Toro. Hija de Fernando I de León y de Sancha de León.
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Sancha Raimúndez (1102-1159), hija de Urraca I de León y de Raimundo de Borgoña y hermana de Alfonso VII de León.
- Estefanía Alfonso la Desdichada (1151-1180), hija ilegítima de Alfonso VII de León y de Urraca Fernández de Castro.
- Fernando de León (1178-1187), hijo del rey Fernando II de León y de Teresa Fernández de Traba.
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García Fernández de León (1180-1184), hijo del rey Fernando II de León y de Urraca López de Haro.
- Leonor de León (1198-1202), hija del rey Alfonso IX de León y de la reina Berenguela de Castilla.
- María de Castilla (1235-1235), hija de Fernando III de Castilla y de la reina Beatriz de Suabia