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La guerra de los Comuneros como nunca antes te la contaron…y antes de que la Junta de Castilla y León la manipulara

Se oculta que los tres principales cabecillas Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado se levantan en armas contra Carlos I, el primero en Toledo (Reino de Toledo o Castilla la Nueva), el segundo en Segovia (Castilla la Vieja) y el tercero en Salamanca (Reino de León).

Hay una máxima que dice que cuando partes de una premisa falsa llegas a una concusión falsa. Esto pasa con el mito de Villalar. Se parte de una premisa como es la asimilación del Concepto “Corona de Castilla” a la actual Comunidad Autónoma de Castilla y León, apropiándose de un hecho histórico que abarcaba prácticamente a toda la España actual. Se oculta que los tres principales cabecillas Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado se levantan en armas contra Carlos I, el primero en Toledo (Reino de Toledo o Castilla la Nueva), el segundo en Segovia (Castilla la Vieja) y el tercero en Salamanca (Reino de León). Y se obvia entre otros en Zamora al Obispo Acuña (Reino de León) o a la leonesa Leonor de Guzmán (Reino de León)

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Localización del movimiento comunero sobre el territorio de la Corona de Castilla. En morado, las ciudades pertenecientes al bando comunero; en verde, aparecen las que se mantuvieron leales al rey. Las ciudades que estuvieron presentes en ambos bandos aparecen en ambos colores.

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La guerra de las Comunidades de Castilla (entendiendo esta denominación como fruto del fenómeno denominado “economía del lenguaje” puesto que bien sabemos detrás de este nombre de Castilla habría que entender también Reino de León, de Murcia, etc.) fue el levantamiento armado de los denominados comuneros, acaecido en lo que algunos denominan “Corona de Castilla” desde el año 1520 hasta 1522, es decir, a comienzos del reinado de Carlos I. Las ciudades protagonistas fueron las del interior  de la Meseta Central, situándose a la cabeza del alzamiento las de Segovia, Toledo y Valladolid.

Algunos estudiosos califican la guerra de las Comunidades como de una revuelta antiseñorial; otros, como una de las primeras revoluciones burguesas de la Era Moderna, y otra postura defiende que se trató más bien de un movimiento antifiscal y particularista, de índole medievalizante.

iglesia de san pablo valladolid

Iglesia conventual de San Pablo, en Valladolid, sede de las Cortes de 1518.
Fotografía: Martínezld

El levantamiento se produjo en un momento de inestabilidad política de la “Corona de Castilla”, que se arrastraba desde la muerte de Isabel la Católica en 1504. En octubre de 1517, el rey Carlos I llegó a Asturias proveniente de Flandes, donde se había autoproclamado rey de sus posesiones hispánicas en 1516. A las Cortes de Valladolid de 1518 llegó sin apenas saber hablar castellano y trayendo consigo un gran número de nobles y clérigos flamencos como Corte. Esta situación produjo recelos entre las élites sociales de sus territorios, que sintieron que su llegada les acarrearía una pérdida de poder y estatus social.

Las demandas fiscales, además, coincidentes con la salida del rey para la elección imperial en Alemania (Cortes de Santiago y La Coruña de 1520), produjeron una serie de revueltas urbanas que se coordinaron e institucionalizaron, encontrando un candidato alternativo a la corona en la «reina propietaria de Castilla», la madre de Carlos, Juana, cuya incapacidad o locura podía ser objeto de revisión, aunque la propia Juana, de hecho, no colaborara. A día de hoy, hasta se viene dudando de su locura…

En el mes de abril de 1520, Toledo se negaba a acatar el poder real, estallando la situación de forma definitiva, cuando el rey convocó a los regidores de la ciudad para que se presentaran en Santiago de Compostela. La orden llegó a Toledo el 15 de abril, y un día después, cuando los regidores, con Juan de Padilla a la cabeza, se disponían a partir, una gran multitud se opuso a su partida y se apoderó del gobierno local. Comenzó entonces a denominarse a la insurrección como Comunidad y los predicadores arengaban a los toledanos a unirse contra el poder flamenco. De esta forma, los toledanos comenzaron a ocupar todos los poderes locales, expulsando al corregidor del Alcázar el 31 de mayo. Tras la marcha del Monarca hacia Alemania, los disturbios se multiplicaron por las ciudades del interior, especialmente tras la llegada de los procuradores que votaron afirmativamente al servicio que reclamaba el rey, siendo Segovia el lugar donde se produjeron los primeros incidentes y los más violentos. Allí, el 29 y el 30 de mayo, los segovianos ajusticiaron a dos funcionarios y al procurador Rodrigo de Tordesillas que concedió el servicio en nombre de la ciudad.

Destacaron también por incidentes de similar magnitud ciudades como Burgos y Guadalajara, mientras que otras como León, Zamora y Ávila sufrieron altercados menores. Por el contrario, no se registraron incidentes en Valladolid, principalmente por la presencia en la ciudad del cardenal Adriano y del Consejo Real.

Circulaba, además, la idea de destronar a Carlos I y acudir a Tordesillas para devolver a la reina Juana todos sus privilegios e importancia. Con estas ideas, la situación pasaba de ser una protesta contra la presión fiscal a tomar el perfil de una auténtica revolución.

Así pues, los comuneros se hicieron fuertes en el centro de la Península y en otros núcleos, como Murcia, más alejada de la Meseta. Sin embargo, no hubo intentos de rebelión en otros lugares, como Galicia o el País Vasco. Los rebeldes buscaron expandir sus ideas al resto de los reinos, pero su radio de acción se debilitaba a medida que se alejaba de las dos Castillas (la Vieja y la Nueva). Así, hubo intentos de llevar la revuelta a Andalucía y el País Vasco, pero no fructificaron. Los máximos logros conseguidos por los rebeldes fueron la instauración de una Comunidad en Plasencia, pero esta se veía mermada por la cercanía de núcleos realistas cercanos, como Ciudad Rodrigo o Cáceres; Jaén, Úbeda y Baeza, únicas presentes en Andalucía, con el tiempo pasaron al bando realista; del mismo modo Murcia, que se encontraba bajo constante amenaza por parte de las ciudades realistas e influida por las Germanías presentes en el vecino Reino de Valencia

La Santa Junta (que no de Castilla y León)

La Santa Junta, oficialmente Cortes y Junta General del Reino, fue el máximo órgano dirigente de la revuelta comunera, el cual sesionó a modo de Cortes extraordinarias desde el 1 de agosto de 1520 hasta el 22 de abril de 1521, cuando la batalla de Villalar la obligó a disolverse

La Junta que reclamaba Toledo con las ciudades con derecho a voto terminó reuniéndose el 1 de agosto de 1520. Y tal como estaba acordado, se reunieron en la catedral de la ciudad de Ávila, dentro de la capilla del Cardenal,  los procuradores de Toledo, Segovia, Salamanca, Toro y Zamora, aunque en realidad, la adhesión de Zamora fue tan solo momentánea. Las gestiones de Burgos, por un lado, y la influencia que el conde de Alba de Liste ejercía en la ciudad, por el otro, consiguieron que revocase el mandato de sus procuradores el 10 de agosto. Aquí redactaron la conocida como «Ley Perpetua del Reino de Castilla ó Constitución de Ávila»; primer proyecto, en España, de constitución política que nunca llegaría a ser firmada por la reina Juana.

El cronista fray Prudencio de Sandoval realizó de la Junta de Ávila una descripción regularmente citada en la bibliografía del movimiento comunero, pero que está repleta de errores: “Tenían la junta en el capítulo de la iglesia mayor. Halláronse en ella los procuradores de Toledo, Toro, Zamora, León, Ávila y Salamanca. Y eran presidentes don Pedro Laso, procurador de Toledo, y el deán de Ávila, natural de Segovia”. Ni León, ni Ávila estaban representadas en agosto en la Junta; pero Segovia, que sí lo estaba, no es mencionada por el cronista. Tampoco parece probable que el toledano Pero Laso de la Vega asistiese a sus sesiones, ni que las mismas estuviesen dirigidas por un tundidor llamado Pinillos.

imperiales y comuneros, semana renacentista medina del campo

Recreación de la Quema de Medina. Semana Renacentista Fotografía: Martínezld

El incendio de Medina del Campo, perpetrado por las tropas realistas de Antonio de Fonseca, el 21 de agosto de 1520, hundió definitivamente al poder real y aceleró el curso de los acontecimientos.

A raíz de este suceso, la composición de la Santa Junta se vio ampliada con el ingreso de nuevas ciudades, muchas de las cuales, hasta ese momento, se habían mostrado reticentes a secundar el movimiento comunero: son los casos de Zamora, León, Valladolid, Cuenca, Soria y Guadalajara.A algunas de ellas, como Soria y Guadalajara, es probable que la regencia encabezada por el cardenal Adriano les haya permitido acudir con sus procuradores para que, al menos, actuasen como elementos moderadores en el seno de la asamblea.

El 1 de septiembre, se entrevistaron, por segunda, vez con la reina Juana y obtuvieron su aprobación para que la Santa Junta —o Junta General, tal era su nombre oficial— se trasladase a Tordesillas junto a ella.

Por ello la Junta, tras haber estado de paso seis días en Medina del Campo (concretamente del 13 al 19, reuniéndose en la Iglesia de San Martín), llegó a Tordesillas el 19 de septiembre. En la asamblea se hallaban representadas trece ciudades de las dieciocho con voto en Cortes: Burgos, Soria, Ávila, Valladolid, León, Salamanca, Zamora, Toledo, Toro, Cuenca, Guadalajara y Madrid; en octubre se le sumarían, además, los diputados de Murcia. Esta mayoría le permitió adoptar el nombre oficial de «Cortes y Junta General del Reino”.

El 26 de septiembre, la Junta publicó un manifiesto en el cual desposeía de sus facultades al Consejo Real y asumía ella sola las responsabilidades de gobierno, concentrando todos los poderes superiores del Estado. Para hacer frente a las nuevas responsabilidades, el documento terminaba pidiendo a las ciudades representadas que confiriesen a sus diputados nuevos poderes adecuados a las circunstancias.

Cuatro días después de esta declaración, un contingente armado con Pedro Girón a la cabeza disolvió lo que quedaba del Consejo Real deteniendo a varios de sus miembros. Esta operación permitió a la Junta hacerse con el sello real y los registros oficiales, que pasaron a Tordesillas.

imperiales y comuneros, semana renacentista medina del campo

Recreación histórica de la Quema de Medina. Fotografía: Martínezld

Durante octubre y noviembre de 1520, ambos bandos se dedicaron activamente a recaudar fondos, reclutar soldados y organizar a sus tropas. El poder real superó la rebelión gracias al apoyo de la nobleza, de los grandes comerciantes de la Corona de Castilla, en un plano en el que la situación comenzaba a adquirir tintes militares. Los comuneros organizaban sus milicias en las principales urbes con el objetivo de asegurar el éxito de la rebelión en esa ciudad y sus alrededores, sufragando los gastos con el dinero recaudado en impuestos y en imposiciones.

El 3 de diciembre de 1520, los dirigentes realistas se vieron sorprendidos cuando Pedro Girón, al mando de las tropas comuneras, atacó la localidad de Villalpando y dejó vía libre a Tordesillas, sede de la Junta y residencia de la reina Juana. El ejército del rey aprovechó la ocasión y el 5 de diciembre, tras un largo combate que se extendió hasta el anochecer, logró tomar la villa de Tordesillas por asalto.

La derrota de Tordesillas debilitó numéricamente a la Junta; Soria y Guadalajara no volvieron a enviar representantes y, en total, trece diputados habían sido hechos prisioneros durante la batalla. Entre ellos los procuradores de las Ciudades del Reino de León, Antonio de Quiñones y Juan de Benavente, procuradores de León, el comendador Almaraz y Pero Sánchez, procuradores de Salamanca, Pedro Merino, procurador de Toro, y el doctor Zúñiga, procurador de Salamanca.La toma de Tordesillas supuso una seria derrota para los comuneros, que perdían a la reina Juana, y con ella, sus esperanzas de que esta atendiera sus pretensiones

Cuando la Junta reanudó sus sesiones en Valladolid el 15 de diciembre, solo diez ciudades estaban ya representadas en ella: Toledo, León, Murcia, Salamanca, Toro, Segovia, Cuenca, Ávila, Zamora y Valladolid, aunque días más tarde se sumarían los de Madrid.

La recuperación de Tordesillas por el bando comunero, por otra parte, nunca llegó a concretarse, pese a que el 2 de enero de 1521 la Junta había aprobado un decreto en ese sentido, condescendiendo los deseos de Juan de Padilla.

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Fotografía:Wikipipedia/ Luis Rogelio HM

En Tordesillas, la Santa Junta celebraba sus sesiones en el palacio del comendador Ribera dos veces por día: de las nueve a las once de la mañana, y de las dos a las seis de la tarde. El diputado que faltaba a la sesión o se retrasaba sin justificativos debía entregar, en concepto de multa, un bote de diacitrón (dulce con base en la sidra).

La Junta carecía de un presidente u órgano de dirección permanente, lo que conllevaba, entre otras cosas, que todas las cartas debían ser dirigidas a la asamblea en forma colectiva. Esta cuestión quedó regulada el 16 de marzo de 1521, a partir del siguiente esquema: los diputados de cada ciudad representada, a excepción de los de Madrid y Cuenca, presidirían la asamblea en turnos de una semana según el orden que sigue: León, Zamora, Salamanca, Toro, Segovia, Ávila, Valladolid, Murcia y Toledo. Un mes antes se había adoptado un procedimiento similar para la firma de los decretos oficiales, según el cual estos llevarían la firma de tres procuradores de tres ciudades distintas cada semana. La primera semana fueron los procuradores de Toledo, Segovia y Murcia los encargados de esta labor; a continuación, los de Ávila, Salamanca y Toro; luego, los de León, Valladolid y Zamora, y, por último, los de Guadalajara, Madrid y Soria.

Hasta comienzos de diciembre de 1520, los documentos oficiales de la Junta llevaban la marca del sello real. Este sello cayó en poder de los realistas cuando sus tropas ocuparon Tordesillas, por lo que una de las primeras tareas de los procuradores, reorganizados ya en Valladolid, fue ordenar la acuñación de uno nuevo.

Poco a poco, Toledo fue perdiendo influencia dentro de la Junta, y con la ciudad, también perdía influencia su líder, Juan de Padilla, aunque no así popularidad y prestigio entre los comuneros.

Con la pérdida de influencia de Toledo y de sus líderes, surgieron dos nuevas figuras dentro de la Comunidad, Pedro Girón y Antonio de Acuña, que aspiraban a pasar al primer plano. El primero era uno de los pocos nobles leales comuneros, al parecer, porque el rey se negó a entregarle el ducado de Medina Sidonia. El segundo, era obispo de Zamora, jefe de la Comunidad zamorana y cabecilla de una milicia formada enteramente por sacerdotes.

Castillo de Torrelobaton

Castillo de Torrelobatón Fotografía: wikipedia/GFreihalter

El 21 de febrero de 1521 comenzó el asedio de Torrelobatón, que resistió durante cuatro días, gracias a sus murallas. El 25 de febrero los comuneros conseguían entrar en la localidad. Esta fue sometida a un enorme saqueo como premio a las tropas, del que solamente se salvaron las iglesias. El castillo continuó resistiendo, pero terminó rindiéndose ante la amenaza de ahorcar a todos los habitantes si no claudicaba, no antes de acordarse la conservación de la mitad de los bienes que se encontraran en el castillo, evitando así su saqueo.

La victoria en Torrelobatón levantó los ánimos en el bando comunero, hasta el punto de sembrar el entusiasmo, mientras que en el bando realista, provocó la inquietud ante el avance rebelde. Esta inquietud alteró a los nobles fieles al cardenal Adriano, que se acusaban mutuamente de no haber hecho nada para evitar la pérdida de Torrelobatón. Asimismo, el Condestable comenzó a enviar tropas a la zona de Tordesillas, a modo de refuerzos y como guarnición ante los comuneros.

Paralelamente, los comuneros, reforzaron sus efectivos de Torrelobatón, pero su ejército no se encontraba del todo cohesionado, por lo que Padilla manejaba la posibilidad de desplazarse hasta Toro en busca de refuerzos. Partió, entonces hacia dicha ciudad en la madrugada del 22 al 23 de abril, tras haber perdido demasiado tiempo, lo que permitió a los realistas aglutinar a todas sus tropas.

Nada más partir hacia Toro, las tropas realistas del Almirante y el Condestable presentes en Peñaflor de Hornija salieron tras la pista de Padilla, alcanzándolo finalmente en la localidad de Villalar.

En medio de una intensa lluvia, Padilla intentó primero atrincherar a sus prácticamente 6000 hombres en Vega de Valdetronco, pero no consiguió desplegar a sus tropas y se vio obligado a presentar batalla en Villalar, donde la caballería realista, compuesta por unas 500 o 600 lanzas, aplastó al ejército rebelde, que no tuvo tiempo de desplegarse

ejecución de los comuneros

Ejecución de los comuneros, cuadro del romántico Antonio Gisbert (1860, Palacio de las Cortes)
Fotografía: Wikipedia

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La batalla se saldó con prácticamente mil bajas por parte de los comuneros y el apresamiento de sus líderes principales: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. Estos fueron decapitados en la mañana del 23 de abril en un cadalso construido en la Plaza Mayor de Villalar, estando presente la mayor parte de la nobleza afín al rey, que asestaba así un golpe prácticamente definitivo a la rebelión.

Mientras tanto, el resto del ejército comunero que consiguió escapar, trató de continuar hasta Toro, pero terminó por fragmentarse, fruto de la persecución que estaba ejerciendo el Condestable de Castilla sobre él.

Tras la batalla de Villalar, las ciudades de Castilla la Vieja no tardaron en sucumbir al potencial de las tropas del rey, volviendo todas las ciudades del norte a prestar lealtad al rey a primeros de mayo. Únicamente Madrid y Toledo, especialmente esta última, mantuvieron vivas sus comunidades durante un tiempo mayor.

Fotografía Martínezld

Fotografía Martínezld

La resistencia de Toledo

Las primeras noticias de Villalar llegaron a Toledo el 26 de abril, siendo ignoradas por parte de la Comunidad local. La certeza de la derrota se hizo evidente a los pocos días, cuando comenzaron a llegar los primeros supervivientes a la ciudad, que confirmaron el hecho y dieron testimonio del ajusticiamiento de los tres líderes rebeldes. Fue entonces cuando Toledo se declaró en duelo por la muerte de Juan de Padilla.

Tras la muerte de Padilla, Acuña perdió popularidad entre los toledanos, en favor de María Pacheco, viuda de Padilla. Comenzaron entonces a surgir voces que solicitaban la negociación con los realistas, buscando, sobre todo, evitar el sufrimiento de la ciudad; más aún tras la rendición de Madrid el 7 de mayo. Todo parecía indicar que la caída de Toledo era cuestión de tiempo.

En este contexto, Acuña abandonó la ciudad, intentando huir al extranjero por la frontera del Reino de Navarra. En ese momento, se produjo la invasión francesa de Navarra, siendo Acuña reconocido y detenido en la frontera.

La invasión francesa provocó que el ejército realista hubiera de concentrarse en expulsar a los franceses de Navarra, postergando momentáneamente restituir la autoridad del rey en Toledo. A partir de ese momento, María Pacheco asumió el control de la ciudad, instalándose en el Alcázar, recabando impuestos y fortaleciendo las defensas. Al propio tiempo, solicitó la intervención del marqués de Villena para negociar con el Consejo Real, con el objetivo de obtener unas mejores condiciones que negociando directamente.

El marqués de Villena terminó abandonando las negociaciones entre ambos bandos, por lo que María Pacheco asumió de manera personal las negociaciones con el prior de la Orden de San Juan. El pacto de rendición de Toledo fue acordado el 25 de octubre de 1521 gracias a la intervención de Esteban Gabriel Merino, arzobispo de Bari y enviado del prior de San Juan.

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Álcázar de Toledo. Fotografía: Martínezld

Así pues, el 31 de octubre los comuneros abandonaron el Alcázar toledano y el arzobispo de Bari nombró a los nuevos funcionarios.

Tras la vuelta al orden de Toledo, el nuevo corregidor de la ciudad acató las órdenes recibidas de restablecer al completo la autoridad del rey en la ciudad, dedicándose a provocar a los antiguos comuneros. María Pacheco continuaba presente en la ciudad y se negaba a entregar las armas hasta que el rey firmara, de forma personal, los acuerdos alcanzados con el prior de San Juan. Por ello, el corregidor toledano exigía la cabeza de María Pacheco.

La situación llegó al extremo cuando el 3 de febrero de 1522 se ordenó apresar a un agitador, a lo que los comuneros se opusieron. Se inició entonces un enfrentamiento, subsanado gracias a la intervención de María de Mendoza y Pacheco condesa de Monteagudo de Mendoza, hermana de María Pacheco.  Se concedió una tregua, que supuso la derrota de los comuneros, pero que fue aprovechada por María Pacheco para escapar a Portugal, donde se exilió hasta su muerte, en 1531.

La represión

Carlos I regresó a España el 16 de julio de 1522, instalando la corte en Palencia. A partir de la llegada del rey, la represión contra los ex comuneros avanzaría a un ritmo mayor. Así lo demuestra la ejecución de Pedro Maldonado, líder salmantino y primo de Francisco Maldonado, ejecutado en Villalar.

Carlos I permaneció en Palencia hasta finales del mes de octubre, fecha en la que se trasladó a Valladolid donde, el 1 de noviembre, se promulgó el Perdón General, que daba la amnistía a quienes habían participado en el movimiento comunero. Sin embargo, un total de 293 personas -pertenecientes a todas las clases sociales y entre las que se incluían María Pacheco y el Obispo Acuña- fueron excluidas del Perdón General.

litografía del obispo acuña

Litografía del Obispo Acuña

Se estima que fueron un total de cien los comuneros ejecutados desde la llegada del rey, siendo los más relevantes,  Pedro Maldonado y el Obispo Acuña. Este último sería ajusticiado en el castillo de Simancas el 24 de marzo de 1526, tras un intento frustrado de fuga. A raíz de esta ejecución, Carlos I fue excomulgado por ordenar el ajusticiamiento de un prelado de la iglesia.

Las consecuencias fundamentales de la Guerra de las Comunidades fueron la pérdida de la élite política de las ciudades castellanas, en el plano de la represión real; y en las rentas del Estado. El poder real se veía obligado a indemnizar a aquellos que perdieron bienes o sufrieron daños en sus posesiones durante la revuelta.

Las mayores indemnizaciones correspondían al Almirante de Castilla, por los daños sufridos en Torrelobatón y los gastos ocasionados en la defensa de Medina de Rioseco. Le seguían el Condestable y el obispo de Segovia

La forma de pago de estas indemnizaciones se solucionó mediante un impuesto especial para toda la población de cada una de las ciudades comuneras. Estos impuestos, naturalmente, mermaron las economías locales de las ciudades durante un periodo aproximado de veinte años, debido a la subida de precios. De igual modo, la industria textil del centro de la Península perdió todas sus oportunidades de convertirse en una industria dinámica.

La nobleza queda definitivamente neutralizada frente a la triunfante monarquía autoritaria; su segmento alto o aristocracia, se vio compensada por su apoyo al emperador, con cuyos intereses quedaba identificada estrechamente, pero quedando clara la subordinación de los súbditos al monarca. Las Cortes de Toledo de 1538, últimas a las que se convocó a la nobleza como brazo o estamento, sancionaron esa nueva forma de gobernar la Corona.

La burda manipulación de la historia

El comienzo de la manipulación de Villalar habría que situarlo en 1821, cuando el guerrillero castellano, Juan Martín Díez «El Empecinado», y sus compañeros de la sociedad «Los Comuneros», organizaron una expedición a Villalar en busca de los restos de Padilla, Bravo y Maldonado. Estos hechos tuvieron su punto culminante con un acto de homenaje a los Comuneros en la plaza de Villalar el 23 de abril de 1821. En esta época es cuando ciertos sectores, entre ellos los miembros de las sociedades secretas «Los Comuneros» o «Los Hijos de Padilla», empiezan a emplear en ocasiones el discutido pendón morado castellano.

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Día Nacional de Castilla. Mas claro agua

Durante el Trienio Liberal (1820-1823), los comuneros pasaron a ser objeto de admiración por las corrientes progresistas del país. Así, durante la Primera República, la revolución comunera fue también un referente de libertad para el ala federalista del Partido Democrático Republicano, que en 1869 proclamó el Pacto Federal Castellano, primer intento de una organización territorial federalista en España.

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Otros que tal.

En los primeros años del siglo XX, durante la Restauración, hubo otros intentos de celebración en Villalar. Entre ellos la iniciativa de José María Zorita Díez, diputado liberal por Valladolid, que realizó una petición de un crédito extraordinario para conmemorar la batalla de Villalar. En 1920 el Ayuntamiento de Santander propuso que las corporaciones castellanas celebrasen el IV Centenario de los Comuneros de Castilla. Como vamos constatando, la Vieja Castilla usurpa en beneficio propio un movimiento que alcanzó a toda España.

En la primavera de 1972 se funda en Valladolid la librería «Villalar», cuyo nombre es un homenaje simbólico a las libertades castellanas. Desde esta librería se articuló buena parte del movimiento antifranquista clandestino en Valladolid. Ese mismo año, en la librería «Villalar» se presenta el poema «Los Comuneros» escrito por Luis López Álvarez, obra literaria que se convirtió en referencia e himno del llamado “autonomismo castellanoleonés”, y más aún cuando en 1976 el grupo folk Nuevo Mester de Juglaría hizo una adaptación musical de dicho poema.

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Morille (Salamanca)

En 1976 se convoca la primera concentración autonomista en Villalar de los Comuneros (Valladolid). Pese a la prohibición gubernativa, unas 400 personas se concentraron allí convocadas por el Instituto Regional Castellano-Leonés, asociación regionalista que había nacido meses antes y que aglutinaba a intelectuales, profesores universitarios, periodistas, ecologistas y representantes de partidos políticos. Las personas congregadas en Villalar fueron disueltas por la Guardia Civil y las actuaciones musicales previstas finalmente no pudieron celebrarse.

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¡Vaya feria! Manipula que algo queda

Estos hechos contribuyeron a reafirmar la importancia posterior de la conmemoración de Villalar. Al año siguiente, en 1977, cerca de 20 000 personas asistieron al Día de Villalar, en una convocatoria conjunta de los dos principales colectivos regionalistas de la época: el Instituto Regional Castellano-Leonés y la Alianza Regional de Castilla y León, evidentemente sin que los leoneses hubieran señalado su opinión al respecto.

El Nacionalismo Castellano considera el 23 de abril el día nacional de Castilla, apropiándose de esa fiesta y esa conmemoración manipulando y tergiversando, de este modo burdo e interesado, la Guerra de las Comunidades.

Desde entonces han sido bastantes los partidos de índole castellanista y regionalista que han utilizado la figura de los comuneros, bien en sus campañas, como parte del nombre del partido o como seña de identidad simbólica para Castilla y León o para un contexto territorial más amplio (las antiguas Dos Castillas: Castilla la Nueva y Castilla la Vieja) que incluiría a Cantabria, La Rioja, Comunidad de Madrid y Castilla-La Mancha. Al mismo tiempo, nacieron los denominados Concejos Comuneros, formados por emigrantes castellanos en otras ciudades, siendo los más destacados los de Barcelona.

Así, entre los primeros partidos de las tendencias ya mencionadas, se encuentra la Unidad Comunera Castellana, ya desaparecida, o Tierra Comunera, uno de los de mayor importancia electoral y desaparecido en 2009

jovenes de castilla y león

Y esos.. ¿de dónde han salido? ¿pero todavía quedan jóvenes sin emigrar?

Nace así el castellanismo como ideología que propugna la idea de Castilla como realidad territorial, bien desde una reafirmación de tipo regionalista o bien desde una perspectiva nacional, defendiendo, en este último caso, a su vez, bien el acomodo de una nación castellana en un modelo federal o bien la independencia de esta. En la medida de la ambigüedad del significado de Castilla existen diferentes aproximaciones para la delimitación territorial de dicho ente que implicarían una unión de provincias españolas pertenecientes a diferentes comunidades autónomas. Cuestiona la identificación entre lo español y lo castellano así como el proceso de formación del Estado español y el papel que este ha otorgado a la identidad castellana dentro de él.

Existen varias concepciones territoriales de Castilla, las cuales son reflejadas por los diferentes grupos dentro del castellanismo, dependiendo del sector al que pertenezcan. Así una parte del regionalismo castellano hace una distinción amistosa entre el norte y el sur de Castilla, considerando la separación natural del sistema Central entre Castilla la Vieja y Castilla la Nueva, a la que por motivos históricos, geográficos y culturales adhieren la provincia de Albacete.

Mientras que un segundo grupo, defensor de las tesis de Anselmo Carretero, hace una lectura mucho más escueta de Castilla, restringiendo ésta a la denominada «Castilla condal» (los territorios del primigenio condado de Castilla), más aquellas regiones de la Extremadura castellana.

Provincias castellanas

El expansionismo castellanista llega hasta la Comunidad Valenciana y se anexiona la Región Leonesa y Cantabria (El Puerto de Castilla)

Finalmente, hay una tercera concepción, la del nacionalismo castellano; considera como una misma entidad el área socio-cultural que se correspondería con el mapa de lenguas, dialectos y hablas de España que definen como de cultura propiamente castellana. Así la visión más amplia del castellanismo incluye los territorios actualmente incluidos en las Comunidades Autónomas de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Comunidad de Madrid, Cantabria y La Rioja (además de las comarcas de Utiel y Requena que, tras la organización territorial de 1833, quedaron integrados la actual Comunidad Valenciana), concibiendo así la idea de una Gran Castilla de 17 provincias.

Zamora 1521, el obispo de Zamora 

Año tras año el castellanismo ataca Zamora, intentando integrarla en el gran proyecto castellanista. Recreaciones históricas, representaciones teatrales, conciertos musicales para crear una conciencia castellanista. Obvian lo más importante: en 1521 Zamora era parte del Reino de León.

Esta provincia leonesa se mantiene en relativa calma durante el conflicto armado, el obispo zamorano Antonio de Acuña es partidario de los comuneros y se enfrenta a las tropas de Carlos I con sus clérigos en demanda del arzobispado de Toledo.

Durante la última fase del reinado de los Reyes Católicos se inicia la conquista de Navarra y en 1521 se produce la batalla de Noáin con tropas alistadas por ordenanza en Zamora y Toro. Otros contingentes se dirigieron a defender las posiciones de Carlos I contra los comuneros, las ciudades como Zamora, libres de la presencia de Nobles se amotinaron y se alzaron a favor de los comuneros. Padilla, uno de los dirigentes comuneros se dirigió a Toro a tomar control de la situación y recabar nuevas tropas.

El proceso de la Guerra de las Comunidades se liquida definitivamente a favor de Carlos I en la batalla de Villalar el 23 de abril de 1521. El caballero toresano Juan de Ulloa en Villalar, al ver a Padilla rendido, le hace una herida en la cara.

El bando comunero en Zamora fue liderado por el vallisoletano Obispo Acuña el cual tomó parte activa con sus tropas comuneras en la Guerra de las Comunidades de Castilla. El 23 de enero ocupó Magaz de Pisuerga con sus mesnadas, compuestas mayoritariamente por sacerdotes.

Tras tomar Magaz, el 1 de febrero se apoderó de Frómista (Palencia). Acuña desapareció en ese momento, tras atrincherar su ejército, y se sabe que el 10 de marzo se desplazó de Alcalá de Henares a Madrid, para aparecer dos días más tarde en Ocaña. El 29 de marzo se presentaba de incógnito en Toledo, pero los toledanos se enteraron y llevaron a Acuña a la catedral, pidiendo su nombramiento como arzobispo. Al día siguiente, Acuña se entrevistó con María Pacheco, esposa de  uan de Padilla, que se encontraba al frente de la comunidad toledana, como se ha apuntado más arriba.

toro ciudad comunera

Toro, de civitas taurensis superior est in Regno legionis a Ciudad Comunera. Así sin mas.

El 9 de abril de 1521, los canónigos cedieron a la presión popular y nombraron a Antonio de Acuña arzobispo de Toledo, el más influyente de toda Castilla. El 12 de abril, se produjo la quema de Mora. Acuña había mandado movilizar a los hombres de entre quince y sesenta años. Destruyó Villaseca de la Sagra y estando en Yepes, se enteró de la quema de Mora, por lo que ordenó perseguir al ejército real, alcanzándolo en Illescas días más tarde, pero sin lograr vengarse.

Quedaban once escasos días para la batalla de Villalar, por lo que, tras la derrota y decapitación de los tres jefes comuneros, se produjo una persecución por toda Castilla de los comuneros. Acuña era uno de ellos, pero al ser un clérigo, no podía ser ejecutado.

Por ello, Carlos I condena a Acuña a estar recluido en el castillo de Simancas. De allí, el 25 de febrero de 1526 Acuña intentó escapar asesinando al alcaide del castillo Mendo de Noguerol.

El 24 de marzo, por orden expresa de Carlos I, Antonio de Acuña fue ajusticiado a garrote vil en el castillo de Simancas

Carlos I castiga a Salamanca

Como castigo a los salmantinos que habían apoyado la rebelión, Carlos Iordenó también desmochar las torres de sus palacios (como se puede ver en la falta de torre en la esquina de la Casa de las Conchas, casa solar de los Maldonado), salvándose la torre del Clavero, la torre del Airey pocas más.

casa de las conchas salamana

Fotografía: Martínezld

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El cabecilla de los Comuneros de Salamanca era Francisco Maldonado, señor del pequeño concejo de El Maderal, en la actual provincia de Zamora, del que recibía un tributo en dinero, especies y trabajo, y gozaba de la facultad de nombrar al justicia y al escribano, dando el visto bueno a las ordenanzas y proponiendo al beneficiario de la iglesia.

Algunos autores consideran que estas prerrogativas, aunque recortadas con respecto a un Estado feudal, tenían amplias contrapartidas en beneficio del concejo, ya que los Reyes Católicos defendieron a los concejos frente a los señores, dándoles opción a defender sus derechos ante los tribunales, lo que sería la causa de la implicación de los Maldonado en la sublevación comunera.

Otros consideran que tal argumento viene desmentido por los hechos, como se evidencia en la alianza entre los sectores de la pequeña nobleza del linaje de los Maldonado con la incipiente burguesía y las clases populares de la ciudad, en contra de la política imperial de Carlos I.

En un principio fue su primo Pedro Maldonado el encargado por la Junta en Salamanca de dirigir las milicias salmantinas. Sin embargo, debido a que era yerno de uno de los más cercanos colaboradores del rey Carlos I, el Conde de Benavente, su liderazgo causaba algún recelo en los estamentos populares de la ciudad, por lo que pasó a capitanearlas su primo: Francisco Maldonado.

Resueltos estos recelos, compartieron el liderazgo. Ambos fueron hechos presos en abril de 1521 en Villalar. Francisco Maldonado fue ajusticiado en Villalar con los también famosos Bravo y Padilla. La pena de muerte de su primo Pedro, sin embargo, no se ejecutó hasta un año después.

El pendón de los comuneros de Salamanca, único vestigio existente de la gesta y recientemente restaurado, se conserva en la capilla de Talavera, de la Catedral Vieja de Salamanca, fundada por Rodrigo Maldonado de Talavera, abuelo de Francisco y de Rodrigo.

 

Textos: Martínezld

Fecha de inicio: 23-04-2022

Fecha fín: 23-04-2022

Lugar: Villalar de los Comuneros
Valladolid

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