Este año se cumple el veinte aniversario del fallecimiento de Camilo José Cela y del nacimiento del Museo de Historia de la Automoción, uno de los centros ejemplares en España y Europa relacionados con el ámbito del automovilismo
El Museo de Historia de la Automoción de Salamanca muestra este mes de marzo una singular pieza ligada a la automoción contemporánea. Se trata de un Jaguar S-Type, de color verde y tapizado en cuero blanco, que adquirió, e, febrero de 1999, el último premio Nobel español y escritor, Camilo José Cela. Un importante activo para el museo que expone a sus visitantes este vehículo con el que el escritor realizó durante sus últimos dos años y medio de vida numerosos viajes.
De este modo, el Museo de Historia de la Automoción rinde homenaje y tributo a una de las más grandes figuras de las letras españolas, justo en el año en el que se cumple el veinte aniversario de su fallecimiento y el veinte aniversario del nacimiento de este centro expositivo, uno de los ejemplares de cuantos existen en España y en Europa relacionados con el ámbito automovilístico.
El automóvil, fabricado por la firma Jaguar, fue donado por Tomás Cavanna Benet, quien fuera director de la Fundación Camilo José Cela durante muchos años y que, gracias a su interés por este centro museístico salmantino, depositó el vehículo “en el lugar más idóneo para mostrar el coche de tan ilustre viajer”, según sus propias palabras.
El Jaguar S-Type puede contemplarse de forma permanente en la primera planta del museo, en la zona dedicada a los automóviles de las últimas décadas y junto a otras piezas de especial relevancia del MHAS que fueron propiedad de otros personajes ilustres.
Camilo José Cela en el MHAS
Por paradójico que parezca, el gran caminante que fue Cela siempre tuvo en especial estima al automóvil y, según cuenta él mismo en sus memorias, apenas tenía cinco o seis años cuando sus abuelos de Iria Flavia decidieron enviarle a pasar unos días con sus abuelos de Tuy en el Ford T de un paisano que –según el propio Cela- “se las ingeniaba para sacarle la mayor renta posible y lo cargaba hasta el techo de sacos de pimientos de Herbón, cajas de huevos, jaulas de gallinas, garrafas de vino o de aceite, sombrereras, fardos, herramientas y todo lo que se presentase”.
Ya anciano, el escritor recordaba que en aquel, su primer viaje por carretera, salieron de Iria a las nueve en punto de la mañana y, tras una parada para almorzar en Pontevedra, llegaron a Tuy casi de noche. “La pasada semana hicimos el mismo recorrido en apenas tres cuartos de hora –escribió muchos años después- y eso, para bien o para mal, es uno de los cambios más importantes que hemos vivido los de mi generación” .
Camilo José Cela fue uno de los escritores más notables de aquella generación, y continúa siendo el único prosista español galardonado con el Nobel de literatura, un premio que no está al alcance de cualquiera ya que, en los 24 años transcurridos desde que se lo concedieron, ningún otro español lo ha vuelto a conseguir, en ninguna de sus distintas modalidades. Cela publicó en vida 120 títulos, entre los que destacan 14 novelas y 17 libros de viajes.
La familia de Pascual Duarte continúa siendo la novela española más traducida y más editada después de El Quijote, mientras que su Viaje a la Alcarria se disputa con La colmena el siguiente puesto en notoriedad. El escritor, que dedicó su más famoso libro de viajes al doctor Marañón, aprendió de éste la teoría de que, para amar a España, era mejor conocerla paso a paso que línea a línea.
Fiel a dicho axioma, el escritor recorrió a pie media geografía española, de Galicia a Cataluña, pasando por toda la Cornisa cantábrica y el pirineo de Lérida; bajando de norte a sur por ambas castillas para recorrer luego toda Andalucía, y abriéndose hacia los flancos, Extremadura a uno y Albacete y Murcia al otro. Todo ello comenzando y concluyendo en la Alcarria, que siendo joven recorrió a pie, como un vagabundo, y ya anciano, en Rolls y con choferesa, como un potentado.
Viajar en coche siempre le gustó casi tanto como hacerlo a pie y, aunque sus biógrafos desconocen el episodio, su primer atracón lo tuvo a comienzos de los 40, recorriendo en un Fiat “balilla” con chofer un buen número de los albergues juveniles de Educación y Descanso. Eran años de escasez y Cela (tan presumido como para viajar en metro desde su casa madrileña hasta la plaza de Colon y coger allí un taxi para que le dejara, 200 metros más allá, en la puerta del café Gijón) sentía un regusto especial cada vez que veía pasar el Rolls del embajador inglés… Algún día él también tendría uno.
Efectivamente llegó a tenerlo, pero antes pasaron por sus manos otros coches más del montón y algunos terminaron en la chatarra, ya que Cela era bastante mejor escritor que conductor. Tenía además el convencimiento de que había que vivir peligrosamente y una curiosa teoría para, según él, minimizar el riesgo de accidentes, y que consistía en atravesar los pueblos a la mayor velocidad posible, reduciendo así el tiempo de exposición al peligro. “El volante me dejó de interesar cuando el parque nacional se saturó y se hizo incómodo lo que antes era placentero –escribió-, pero ello no significó, en absoluto, renuncia alguna a los desplazamientos por carretera, ya que siempre he sabido encontrar algún alma caritativa que me lleve y ahora la que conduce es mi mujer, mientras yo disfruto contemplando el paisaje y tomando notas en cualquier papel sobre todo aquello que va surgiendo por el camino y que resulta aprovechable para mi oficio de escritor”.
Tras ganar premios tan bien remunerados como el Nobel o el Planeta, le llegó la hora de tener su Rolls, pero como esta marca ya se había convertido en la favorita de los jeques árabes, le pareció más elegante decidirse por un Bentley, la marca de su británica majestad.
No le duró demasiado, ya que el ansia viajera de Cela era superior a la capacidad mecánica de aquel Brooklands con el que recorría España de arriba abajo, a toda velocidad y sin parar más que en los talleres; unas paradas cada vez más frecuentes y costosas. No resultó demasiado difícil convencerle para que lo cambiara por un Jaguar S-Type de color verde inglés, con el que el matrimonio Cela continuó devorando kilómetros sin tanta necesidad de acudir al taller. “No sé, esto de conducir es complicado y prefiero ir de pasajero, sobre todo cuando viajo en un coche tan cómodo como el Jaguar que tengo ahora”.
Tras la muerte del escritor, Marina Castaño continuó utilizándolo durante varios años hasta que, a la hora de cambiarlo por otro nuevo, el entonces director de la Fundación Cela, Tomás Cavanna Benet, se lo compró, en la idea de que, dada la personalidad de su primer propietario, merecía conservarse. Una visita al Museo de la Automoción de Salamanca le convenció de que era el idóneo para ofrecer en donación el coche de tan insigne viajero.
El automóvil
Jaguar S-Type. Diseñado por Geoff Lawson, en 1995, fue presentado en el Salón Internacional de Birmingham en el año 1998. El vehículo pertenece a la gama de lujo de la firma británica Jaguar y se basa en el popular S- Type, del año 1963, en su versión Mark II.
El automóvil expuesto fue una de las primeras unidades de este modelo vendidas en España tras la adquisición de Jaguar por la multinacional Ford. El coche fue adjudicado directamente al escritor y premio Nobel español D. Camilo José Cela y a su esposa Dña. Marina Castaño, grandes entusiastas de los viajes y los vehículos.
En el año 2007, fue adquirido por D. Tomás Cavanna con el objetivo de conservar un referente tan significativo sobre el escritor español que más libros de viajes escribió para donarlo al Museo de Historia de la Automoción de Salamanca.