Señalaremos que era nieto del gran Alfonso IX de León. Su nombre, siguiendo la costumbre leonesa, lo hereda de nuestro gran Alfonso y, además, por eso se denominará Alfonso X, puesto que, en el Reino de León habíamos tenido nueve reyes anteriores con ese nombre.
El 23 de noviembre de 1221, en Toledo, nacía un príncipe que llegaría a ser conocido como Alfonso X, el Sabio.
No vamos a entrar aquí, como solemos hacer, dada la extensión de estos artículos, en su dilatado reinado, sus realizaciones, sus aciertos y sus errores. Tiempo habrá de señalarlos en el momento más próximo en el tiempo, como también es nuestra costumbre.
Comencemos por una breve presentación del personaje y de sus progenitores. Alfonso es hijo de quien ha tenido el privilegio (también habría que entrar en esta calificación y sus pormenores) de ser llamado, el Santo, Fernando III, el conquistador de Sevilla, algo de lo que ya nos hemos ocupado.
Su madre, Beatriz de Suavia, había llegado a la corte, tras el permiso para levar a cabo los esponsales, de su tío Federico II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, tutor de la joven pues sus padres estaban, ambos, fallecidos. En efecto, a mediados de 1219, había visitado la corte del emperador una comitiva castellana que dirigía el obispo de Burgos y que deseaba solicitar la mano de la joven Beatriz, nacida en 1205, cinco años menor, pues, que su pretendiente Fernando, rey de Castilla.
Este dato que hemos aportado sobre su tío, el Emperador, como tutor de la joven, no es algo baladí o que venga a adornar la biografía de la futura reina; tendrá, al menos, dos consecuencias. Una muy positiva, puesto este Federico II era un hombre que se preocupó enormemente por la cultura, lo que transmitió a sus hijos y, naturalmente, a la joven Isabel, que así es como fue bautizada (adoptó el nombre de Beatriz a su llegada a Hispania, en recuerdo de su hermana Beatriz que había fallecido en 1212). Estas cualidades fueron posteriormente transmitidas a su hijo mayor, Alfonso, y ya conocemos los resultados. De hecho, el Rey Sabio, incluso le dedicó a su madre una cantiga que reconoce alguno de estos aspectos y le agradece su amor por las ciencias y las artes.
De otro lado, y aquí encontramos el aspecto negativo, el parentesco con el Emperador, despertará en Alfonso X un deseo, por momentos enfermizo, de intentar ceñir la corona del Sacro Imperio, algo que no le traería más que problemas: empobrecimiento de sus reinos, descuido de los asuntos de los mismos, enemistades con otros aspirantes y hasta rebeliones de sus propios hijos, comandados por quien le sucedería en el trono, Sancho IV, el Bravo.
Sin profundizar en sus antecesores, solo señalaremos que era nieto del gran Alfonso IX de León, el que dio voz a los que no la tenían, por medio de las diferentes convocatorias a Cortes (León, Benavente…). De hecho, su nombre, siguiendo la costumbre leonesa, lo hereda de nuestro gran Alfonso y, además, por eso se denominará Alfonso X, puesto que, en el Reino de León habíamos tenido nueve reyes anteriores con ese nombre, si incluimos en esta nómina, el breve reinado de Alfonso el Batallador de Aragón, el marido de nuestra Urraca I. En Castilla, de hecho, solo habían tenido uno, al que llaman el octavo… cosa verdaderamente insólita, pasar de cero a ocho… Pero así han escrito algunos la historia.
De parte de su abuela materna, era nieta de Isaac II Ángelo, emperador de Constantinopla y por lo que hace a su abuelo paterno debemos recordar que era nieta del emperador Federico I Barbarroja; antecedentes más que destacados tanto de parte de Fernando como de Beatriz que alumbrará 10 hijos.
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Alfonso, como hemos escrito, nació en la fecha arriba mencionada y hay que apuntar, también, que sus padres se habían casado en la iglesia de Santa María de Burgos, el 30 de noviembre de 1219, siendo ya Fernando rey de Castilla, desde 1217, por el “fatal accidente” de su tío, el niño Enrique I de Castilla y la renuncia al trono de su madre Berenguela.
Los primeros años del niño Alfonso, podemos calificarlos de “años de relativa paz”. Han finalizado los conflictos entre Alfonso IX de León y su hijo Fernando de Castilla, por el control de determinadas tierras fronterizas entre los dos reinos, con la firma del Pacto de Toro, el 26 de agosto de 1218; asimismo, se habían pactado treguas con el califa Al-Mustansir que irían hasta el año 1221 (precisamente el año del nacimiento del príncipe), y la reanudación de nuevas conquistas en el Sur no sería tomada hasta el asesinato de este y su sustitución por el califa Al-Mamún en 1227.
El 21 de marzo de 1222 fue recibido por los nobles y confirmado como heredero de la corona de Castilla, siendo encomendada su crianza y formación a Urraca Pérez y García Fernández de Villamayor que ya había sido anteriormente mayordomo de su madre, la reina Berenguela. Gran parte de su infancia y primera juventud la pasó en las propiedades de sus cuidadores, especialmente en Villademiro y Celada del Camino, pueblos de la actual provincia de Burgos; mas hay que señalar también, por la importancia que tendrá en el futuro, que gran parte del año transcurría en las posesiones que García Fernández tenía en Allariz, pueblo de Galicia, donde aprendió el gallego, la lengua que utilizaría, especialmente, para las cantigas, para sus obras en verso, en oposición al castellano usado para la prosa de la Historia General, por ejemplo, además de otras.
Ni que decir tiene que estas estancias en Galicia le acercaban también a la costumbre de los reyes de León que educaron a muchos de los infantes en esas tierras, donde se encontraban más alejados de la frontera y al cobijo de las grandes familias de este condado que llegó a ser un reino por momentos. Al propio tiempo, se trataba de ir soldando amistades con otros miembros de los principales linajes de los diferentes reinos o condados.
En el año 1230, el joven Alfonso ya tiene 9 años, y puede vivir en primera persona un hecho que, en la hora actual, aún sigue dando que hablar, más quizá por la ignorancia de muchos de los que opinan sobre el mismo: la unión de los reinos de Castilla y de León en la persona de Fernando. Es decir, y conviene repetirlo una vez más (y las que haga falta); los reinos de León y de Castilla, por medio de la Concordia de Benavente (de la que habremos de ocuparnos), tendrán un solo rey, pero no surge una nueva entidad que se denomine CastillaLeón, ni Castilla-León ni Castilla y León ni mucho menos Castilla, entendiendo que el reino más poderoso de la Edad Media hasta el momento, se subsume en una entidad que lleva el nombre de Corona de Castilla; falso de toda falsedad. Los reyes seguirán firmando siempre como reyes de León, de Castilla, etc., etc. En el reinado de Alfonso X, él mismo también firmará como rey de Murcia, conquistada durante su época como heredero, y hasta rey del Algarve, aunque se reconocía, ya en aquellos momentos, que era dominio del rey de Portugal.
Ítem más, los reinos se unieron dinásticamente, pero siguieron conservando Cortes, leyes e instituciones diferentes, hasta mucho más tarde, unos dos siglos. Hemos de señalar también que, con la llegada de Fernando al trono, no se produjeron grandes cambios, ni siquiera en lo que a los cargos en el Reino de León se refiere, y los historiadores insisten también en un hecho muy concreto: a pesar de los enfrentamientos habidos entre partidarios y detractores, el rey mantuvo en su puesto a muchos de los que se habían opuesto claramente a sus pretensiones de ocupar el trono contra las aspiraciones de las infantas Sancha y Dulce.
Y así va transcurriendo la infancia de quien será, algún día, el Rey Sabio, incluso con alguna equivocación por parte de ciertos historiadores que llegan a confundir a este Alfonso con un hermano de su padre Fernando, hijo también de Alfonso IX y de la reina Berenguela, pero que ha pasado a la historia como Alfonso de Molina. Un problema más de esta costumbre, ya señalada, de que los hijos llevaran el nombre de sus abuelos paternos o maternos, en función de su número de orden en cuanto a su nacimiento.
No nos extenderemos más hoy en la consideración de quien merece más reflexiones, que retomaremos con su primera gran conquista antes de llegar al trono: el Reino de Murcia, lo que ocurrirá en 1243, ya mayor de edad y durante una enfermedad de su padre. Y debemos hacer hincapié en algo que nos parece también interesante: en esta época, Alfonso, que ya utilizaba de manera oficial el título de heredero, ya actuaba como Rey de León, comisionado por su padre el rey Fernando.
Un breve apunte, sin embargo, para terminar estas reflexiones sobre el nacimiento y juventud de Alfonso X el Sabio; su madre, la reina Beatriz, fallecerá en 1235, en Toro, siendo, en un principio, enterrada en el Monasterio de las Huelgas (Burgos). Posteriormente, su hijo Alfonso trasladará sus restos a la Catedral de Sevilla, donde ya reposaba su padre.
- Textos: Hermenegildo López
- Fotografías: Martínezld