Discurso íntegro de Carlos García Carbayo durante la misa en la Catedral de Salamanca
Querida Santa María de la Vega, Patrona de Salamanca y Señora Nuestra.
Me presento ante ti, como alcalde de Salamanca, para entregarte esta ofrenda, símbolo del cariño sincero que te profesa esta ciudad.
En este día de tu festividad, los salmantinos te damos las gracias por tu infinita bondad y generosidad. Tu protección nos llena de fuerza y de esperanza para vencer los desafíos que tenemos por delante.
Hace ya 18 meses que convivimos con una pandemia que ha trastocado nuestros planes y nos ha obligado a reinventarnos en todos los sentidos.
Hemos perdido a seres queridos, que echamos mucho de menos; nuestra vida ha sufrido cambios abruptos, que nos han privado de besos y abrazos; muchas familias y negocios han atravesado dificultades muy serias, y hemos tenido que tomar decisiones urgentes y comprometidas, con aciertos y errores. Está siendo una dura prueba que exige toda nuestra concentración, esfuerzo, ánimo y entereza. Tenemos que agradecer a muchas personas sus desvelos y cuidados, desde los sanitarios a muchos otros profesionales: todos se han portado como correspondía, especialmente los niños y nuestros mayores.
Seguimos empleados a fondo en vencer definitivamente al virus y en aplacar sus consecuencias, desde la responsabilidad y el compromiso con nuestros vecinos. Y aunque en esta batalla por la verdadera normalidad no cabe el triunfalismo, hoy podemos echar la vista atrás y valorar los avances, que no son pocos, y que hemos conseguido entre todos, aportando cada uno nuestro granito de arena.
Precisamente, la unidad y el acuerdo son el denominador común de todos esos pasos en la buena dirección que hemos sido capaces de dar hacia el final de esta crisis sin precedentes. Ayúdanos, madre querida, para que ese espíritu de concordia del que Salamanca es un ejemplo continúe siendo el que inspire nuestras decisiones y nuestras acciones.
Ponemos en tus manos esta vocación pactista para que la acrecientes y para que la protejas ante cualquier tentación de división movida por intereses ajenos al bien común.
La unidad hace la fuerza, y ha sido la entrega generosa de todos la que nos permite contemplar el futuro con esperanza. Dudábamos si íbamos a poder descubrir vacunas, y hoy podemos elegir entre varias; nos cuesta incluso convencer de su bondad a algunos recalcitrantes, aunque cada vez son menos los que siguen expuestos.
Ha sido un ejercicio diario y colectivo de superación que ha permitido salvar vidas, empleos y negocios, y despejar muchas incógnitas e incertidumbres. Y hoy estamos mejor, mucho mejor que meses atrás cuando encerrados a la fuerza en nuestras casas nos preguntábamos cómo iba a acabar todo esto.
Los salmantinos siempre hemos tenido coraje y determinación para afrontar las dificultades, y hemos vuelto a demostrarlos en estas circunstancias tan difíciles. Hemos salvado los muebles, a pesar de las dolorosas bajas sufridas, y podemos encarar el futuro con esperanza, porque tenemos ante nosotros grandes oportunidades.
La solidaridad europea tiene que resultar lo más efectiva posible. Emplear los fondos de reconstrucción con cabeza es una obligación moral con las generaciones actuales y venideras. De lo que seamos capaces de hacer con ese dinero dependerá en gran medida que llevemos o no a buen término esa aspiración compartida de que nadie camine solo ni se quede al margen de la recuperación, y que todos los territorios seamos de primera.
Porque no somos más que nadie, pero tampoco somos menos que nadie. Necesitamos ese impulso económico para acompañar nuestro empuje creativo. No nos resignamos a perder recursos ni ningún tren que nos conduzca al progreso, porque somos ambiciosos y nada conformistas.
Somos una ciudad que ha hecho importantes aportaciones al mundo y reclamamos nuestro lugar en él, que será de privilegio si nos esforzamos al máximo y creemos en nosotros mismos. Y yo creo absolutamente en nuestras posibilidades y me siento profundamente orgulloso de los ciudadanos a los que represento.
Querida Virgen de la Vega, te ofrecemos todas nuestras capacidades y te pedimos que nos infundas fortaleza y sabiduría para defender los intereses de nuestros vecinos con acierto. Te entregamos nuestro compromiso de trabajar sin descanso por todos los salmantinos para construir entre todos un futuro mejor.
Gracias, madre.