Los combatientes fueron del lado del Reino de León, el rey Bermudo III y, por parte del condado de Castilla, su cuñado Fernando Sánchez, hijo de Sancho Garcés III de Pamplona.
Según los diferentes cronistas, entre el 30 de agosto y el 4 de septiembre del año 1037, habría tenido lugar una batalla que cambiaría el signo de los tiempos, especialmente por las inmediatas (y aun lejanas) consecuencias de ella derivadas: la batalla de Tamarón.
Para tratar de esclarecer lo más posible los hechos, en el corto espacio de este artículo, haremos una serie de preguntas que intentaremos contestar.
¿Quiénes fueron los combatientes?
Del lado del Reino de León, el rey Bermudo (o Vermudo; realmente Veremundus) III y, por parte del condado de Castilla, su cuñado (estaba casado con su hermana Sancha) Fernando Sánchez, hijo de Sancho Garcés III de Pamplona.
Conviene aclarar también que la casa real de Pamplona se había hecho con el condado de Castilla de una manera harto singular, lo cual, para lo que comentamos, no es, ni mucho menos, un hecho menor. En efecto, en dicho condado, siempre sedicioso y que había causado tantos problemas a los reyes de León, incluso ya desde la época del gran rey Ramiro II, gobernaba, desde el año 1017 el joven García Sánchez, bisnieto del tantas veces mentado (para mal) Fernán González.
En el Reino de León, para intentar, de nuevo, un acercamiento a este condado revoltoso, se había concertado, en 1028, un matrimonio entre la hija del rey Alfonso V, el de los Buenos Fueros, y el joven García; pero la inesperada muerte del rey en Viseu, el 7 de agosto del mismo año, cambiará la perspectiva del pacto, vis a vis del mentado reino de Pamplona que teme el engrandecimiento del reino de León.
Así pues, el 13 de mayo de 1029, el conde de Castilla se encuentra en León para conocer a su prometida Sancha. Le acompaña su padrino, Sancho III de Navarra, llamado el Mayor, casado con la hermana del joven García, Muniadonna. En el atardecer de dicho día, junto a la iglesia de San Juan Bautista (que se convertirá más tarde en la de San Isidoro), y en extrañas circunstancias, García es asesinado. La doctrina oficial sostiene que fue algún miembro de la familia de los Vela, en concreto tres hermanos: Rodrigo, Íñigo y Diego Vela o Vélaz, porque, al parecer, mantenían con los condes de Castilla una enemistad, desde que Fernán González había expulsado de sus tierras de Álava al fundador de la dinastía, Vela Jiménez o Vigilia Scemeniz.
Algunas interpretaciones se alejan, sin embargo, de la “línea oficial”, no solo aplicando el aforismo tan conocido en derecho “quiprodest”, sino utilizando la opiniónde Don Cristóbal Vela, obispo de Canarias y arzobispo de Burgos que negó siempre, con razones, que sus antepasados hubieran participado en el crimen contra el conde García.
Las consecuencias del hecho, sin embargo, sí fueron muy beneficiosas para el expansionista rey de Pamplona. Utilizando como argumento que la hermana del conde asesinado (su esposa Muniadonna) tenía derecho sobre el condado de Castilla, lo reclama y se lo cede de inmediato a su segundogénito, Fernando. Con ello conseguía, no solo apartar a un posible enemigo, el Reino de León, sino que aumentaba él mismo su poder sobre un condado más extenso aún que su propio reino. Hasta su muerte, siempre se mantuvo vigilante.
Al propio tiempo, la influencia y nuevo poder del rey de Pamplona hizo que se desarrollara en León una corriente de apoyo y colaboración con él y con su hijo Fernando, hasta tal punto que, en el año 1032, la infanta Sancha, aquella que la decían “viuda antes que casada”, formalizara su enlace con el nuevo conde de Castilla. Con ello, las tierras entre el Cea y el Pisuerga, antaño motivo de conflicto entre el Reino de León y el condado de Castilla, serían entregadas como dote a la infanta Sancha.
Ya tenemos, pues, a Vermudo asentado como rey en León y Fernando, casado con su hermana, en el condado de Castilla.
¿Y los orígenes inmediatos de la batalla?
De acuerdo con lo que acabamos de aludir, el reino de Pamplona se encuentra en un período de indudable expansión y su política es la de anexionarse nuevos territorios en el Sur y en el Este, ante el miedo de verse encerrado en su posible engrandecimiento a consta de los musulmanes.
De otro lado, los problemas en los límites con el condado de Castilla, no parecen querer terminar nunca. Las tierras pactadas como dote de Sancha, que anteriormente pertenecían a León, suponen una chispa que avivará de nuevo esos enfrentamientos con Castilla, mil veces repetidos. Y así llegamos a esa fatídica fecha a la que nos hemos remitido anteriormente, en la que Vermudo se ve obligado a cruzar el Pisuerga (como nuevo Rubicón), para establecer una expedición de castigo contra el condado díscolo y rebelde. La diferencia es que, en este caso, se ve apoyado y secundado por Pamplona, que, como decimos, también tiene interés en seguir controlando estas tierras, donde ya reina el hermano de Fernando, García Sánchez III.
A pesar de lo dicho y de que a León se le oponían dos enemigos, el resultado de la batalla debería haber sido otro, si el rey Vermudo, en su ataque de ira justificado, hubiera sido capaz de dominarse. Sin embargo y para su desgracia, su juventud le empujó a espolear a su caballo Pelayuelo, tan rápido que dejó a sus tropas atrás y se internó en medio de los enemigos que, naturalmente, aprovecharon el hecho para herirle de muerte. Según los estudios llevados a cabo sobre los restos de este joven rey, en 1997, se identificaron 16 heridas en su cuerpo, la mayor parte de ellas mortales. También se pudo determinar su estatura: más de 1:75 m. lo cual no era demasiado común para la época.
De ese modo, en el valle del Tamarón (y no en la villa de Támara como sostienen otros) acabó, en cierto modo, la dinastía de la sangre astur que venía ocupando la sede regia leonesa desde su constitución y a pesar de todos los avatares vividos por los diferentes soberanos. Cabe, sin embargo, hacerse una reflexión: si la sangre y los derechos de Pelayo son transmitidos a sus sucesores a través de su hija Ermesinda (muerto su hijo Favila), casada con Alfonso I, hijo del duque de Cantabria, lo mismo deberíamos razonar en este caso. Los derechos de legitimidad sucesoria son de Sancha; incluso siguiendo el razonamiento por el que pasa a Pamplona el condado de Castilla en la persona de Muniadonna.
Así lo entendieron los leoneses de entonces que no permitieron, durante varios meses, a Fernando entrar en la corte, puesto que, además, se trataba del asesino de su rey. Solo el buen hacer de la reina Sancha pudo encontrar soluciones al problema y conseguir que su marido fuera aceptado como rey y coronado el 22 de junio de 1038; si bien a este le persiguió siempre un innegable complejo de culpa, no solo por la muerte de su cuñado sino por la posterior de su hermano contra el que combatió en la batalla de Atapuerca, curiosamente, para intentar fijar los límites de influencia de ambos reinos en los territorios que se habían repartido a la muerte de Vermudo III.
¿Consecuencias de la batalla de Tamarón?
Además de lo señalado, algunos historiadores hablan de un cambio de dinastía y que la navarra se asienta en el Reino de León; argumentos hay y algunos hemos aportado ya para contradecirlo, aunque sí entraron algunas costumbres, especialmente el denominado derecho patrimonial de la corona, lo que, para algunos historiadores, supondrá el testamento de Fernando, dividiendo sus reinos entre sus hijos.
De otro lado, sí que es cierto que Fernando reinará en León y en sus territorios anteriores de Castilla como conde, pero nunca como rey, a pesar de lo que algunos se empeñan en seguir manifestando lo contrario. Nunca antes de la muerte de este, se hablará de Castilla como reino; es más, lo será, únicamente durante 7 años hasta la muerte de Sancho II, el hijo mayor de Sancha y Fernando, en el cerco de Zamora.
Lo que sí es constatable es la desaparición del título de conde de Castilla puesto que, a través de la figura de Fernando, esta dignidad se subsume en el propio rey. De hecho, el territorio se verá fragmentado en varios condados e incluso algunos de los territorios que le pertenecían no se recuperarán hasta el reinado de Alfonso VI.
Hay que señalar, también, que, a partir de estos años, el reino de León se configurará como el más importante de los reinos de toda la Península, siendo capaz de revertir la costumbre anterior del pago de tributos a los califas musulmanes. Serán, pues, los diferentes reinos de taifas los que, ahora, pagarán parias a los reyes de León.
Apuntemos, para finalizar esta breve aproximación a este importante momento que, desde hace ya algunos años, la Asociación Cultural de Tamarón organiza cada verano, en agosto, una representación histórica sobre esta batalla. Es algo que nos falta, quizás, en los límites del Reino de León pues la mayor parte de lo que se teatraliza (algunas veces incluso con muy poca calidad) en nada representa hechos importantes de nuestra historia; solo lo que se intenta en la urbe regia por parte de la Asociación Cultural El Trovador Leonés tiene entidad y calidad para que pueda y deba ser apoyado por las instituciones: nos referimos, especialmente, a la representación de Las Cortes de 1188, que se han podido disfrutar, ya en cuatro ocasiones, en el propio claustro de San Isidoro, lugar donde se celebraron las convocadas por el joven rey Alfonso, hace 833 años.
- Textos: Hermenegildo López
- Fotografías: Martínezld
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