Realizado en 1943, es una muestra de gran calidad de la respuesta de Picasso a la violencia de la II Guerra Mundial. La obra, donada a American Friends of the Prado Museum gracias a la generosidad de Aramont Art Collection, cuelga ya en la sala dedicada al Greco junto a El bufón Calabacillas de Velázquez, dos de los artistas que más influyeron en la obra de Picasso.
Madrid, 19 de julio de 2021. El Museo Nacional del Prado expone Busto de mujer, obra realizada por Picasso y que ha sido depositada por American Friends of the Prado Museum en el Prado por periodo de cinco años.
Busto de mujer, realizado en 1943, es una muestra de gran calidad de la respuesta de Picasso a la violencia de la II Guerra Mundial. En muchas de las imágenes femeninas pintadas en ese periodo el artista deformó los rasgos de las figuras de un modo radical. En esta, pintada en un solo día, el 7 de octubre de 1943, lo hizo con trazos rápidos y muy seguros. La resonancia de los tonos del fondo y la rotunda presencia del tipo femenino revelan los ecos de su gusto por lo español y su profundo conocimiento de nuestra tradición pictórica.
Su exposición en la sala 9 B, dedicada a retratos del Greco y junto a El bufón Calabacillas de Velázquez, trata de mostrar la fuerte influencia que la gran pintura española clásica tuvo en el pintor malagueño. Picasso participó activamente en la recuperación del maestro cretense, interpretado por los artistas de vanguardia como el padre del arte moderno y, cuando apenas había cumplido los 15 años, plasmó una copia de El bufón calabacillas en lápiz de plomo en el cuaderno que le acompañó durante su primera visita al Prado.
Se abre así un diálogo cuyo objetivo es permitir al visitante observar y distinguir en su obra las huellas del pasado así como los vínculos y afinidades con la tradición que hacen de él un artista muy consciente de la herencia de la gran pintura anterior.
Picasso y el Museo del Prado
La formación de Picasso sigue los cánones académicos tradicionales. Hijo de un pintor dedicado a la enseñanza del oficio, tuvo una esmerada formación artística que completó siguiendo todos los pasos académicos habituales en la España del siglo XIX, incluyendo el estudio de los ejemplos históricos en el Museo del Prado.
El 13 de octubre de 1897, según consta en el Archivo Documental del Museo del Prado, Pablo Ruiz Picasso se registró en el libro de copistas para estudiar la obra de Velázquez. Ese mismo año, volvió para copiar La Anunciación de Murillo y una Venus de Tiziano.
Picasso siempre se sintió atraído por los grandes maestros, con los que estableció un diálogo artístico a lo largo de su carrera. En una carta dirigida a su amigo Joaquín Bras le explicaba: “(…) El museo de pinturas es hermoso: Velázquez, de primera; de El Greco, unas cabezas magníficas; Murillo no me convence en todos sus cuadros; Tiziano tiene una Dolorosa muy buena; (…)”.
Se conservan dibujos de El bufón calabacillas y Francisco Lezcano, el niño de Vallecas y ejemplos de su admiración por un pintor que, aunque poco conocido y valorado en esa época, comenzaba a hacerse hueco en el imaginario vanguardista: El Greco.
En la instalación de carácter permanente “Historia del Museo del Prado y sus edificios” se expone el nombramiento, firmado por Manuel Azaña, de Pablo Ruiz Picasso como Director del Museo Nacional del Prado por Decreto del 19 de septiembre de 1936 y, aunque acepta el nombramiento, no tomó posesión formal del cargo.
Busto de mujer
Busto de mujer, realizado el 7 de octubre de 1943, es una muestra de la gran calidad de la respuesta de Picasso a la violencia de la Segunda Guerra mundial. En muchas de las imágenes femeninas pintadas en este periodo el artista deformó las facciones de las figuras de un modo radical, hasta convertirlas casi en máscaras. A menudo llegó a introducir rasgos animales en los rostros, según se ve en esta obra en la disposición de la nariz como si fuera un hocico, una trompa o un apéndice fálico.
Los pechos aparecen distorsionados y cruzados. Conformó así un ser monstruoso y al mismo tiempo vulnerable, en una imagen alucinada cuyo extrañamiento se explica en buena medida por el horror que vivía Europa.
Picasso pintó el lienzo en un solo día en el estudio de su casa en la calle parisina des Grands-Augustine. Definió la figura con trazos rápidos y muy seguros que, más gruesos en el torso, se afinan y adquieren una nitidez luminosa en el rostro. En cuanto al color empleó con sutileza pigmentos muy diluidos que dejan ver la preparación blanca: solo hay empastes marcados en el broche y en los ojos, donde resalta la discordancia cubista de su doble colocación, de perfil y de frente. La resonancia de los tonos grises en el fondo y la rotunda presencia de la mujer, tocada con mantilla, revelan los ecos de gusto por lo español, más patente aquí que en otras obras de motivo similar. Como la deformación expresiva, son rasgos característicos de Picasso y también de algunos maestros de la tradición pictórica española a la que el artista se sintió siempre vinculado, como el greco o Velázquez.
El bufón Calabacillas
El bufón está sentado en el suelo, junto a un rincón, en una postura que sería impropia para cualquier otro tipo de retrato.
Esa pose, y su rostro desenfocado, dan lugar a una distorsión expresiva que convierte esta obra en antecedente de las manipulaciones a las que el arte del siglo XX sometería el género del retrato. Este fue uno de los cuadros que Picasso copió durante su primera visita al Prado, en 1895.