Apenas 59 años después del descubrimiento de América, en concreto el 12 de mayo de 1551, la Universidad de Salamanca dará como fruto la fundación de la universidad de San Marcos de Lima, conocida como la “decana” de las universidades americanas
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Hoy no traemos a la reflexión ni una batalla ni una coronación ni el fallecimiento de un rey. Lo cierto es que, en el Reino de León, a lo largo de sus más de 300 años como entidad única, como un verdadero país, con sus leyes y todo lo que implica esta calificación, se llevaron a cabo actuaciones de la mayor relevancia… que ya para sí quisieran muchos. El problema es que quizá no sabemos aún valorarlos o alguien ha pretendido, con malas artes, llevarnos al convencimiento de que eso o no ocurrió o si ocurrió no fue aquí o quizá no tuvo tanta importancia como algunos pretenden, o quizás habría que decir, pretendemos.
Una de esas realizaciones es la que hoy comentamos, intentando, como siempre, traer a la memoria hechos que acontecieron en la semana en la que estas líneas se escriben: se trata de la fundación de lo que sería más tarde la Universidad de Salamanca, en realidad, y por mejor explicar, la universidad leonesa de Salamanca.
No pretendemos, naturalmente, agotar el tema, puesto que sobre ello se han escrito miles de páginas; nos contentaremos con dar algunas pinceladas para que, quien no haya tenido ocasión de reflexionar sobre estos hechos tenga, cuando menos, una ligera idea de los mismos. Y, si ello sirve para que no se la siga calificando de universidad castellana, mejor que mejor. Incluso si se divulga quién fue su verdadero fundador, también. No es bueno, por falta de conocimientos, dejarse arrastrar por la manipulación, siempre interesada, de algunos.
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Comencemos por los principios.
Nos remitiremos, para ello, a uno de nuestros grandes: D. Lucas de Tuy, canónigo que fuera de San Isidoro. En su obra ChroniconMundi, ya cita que D. Alfonso, el mismo que convocó a los ciudadanos del común en 1188, junto a los obispos y nobles a las primeras cortes con representación popular, decide, 30 años más tarde, crear en Salamanca, seguramente también “pro utilitateregnimei”, el embrión de lo que sería, en 1255, la universidad leonesa.
Como se sabe, desde hacía tiempo, existían, asociadas a las catedrales, escuelas catedralicias, en las que se enseñaban una serie de disciplinas tendentes, especialmente, a reclutar candidatos para la vida eclesiástica, pues se trataba de educar a los estudiantes, sobre todo, en materias que les prepararan a la comprensión de las disciplinas necesarias para su futuro estado.
Sin entrar en elucubraciones sobre las ideas de los Santos Padres de la Iglesia, al respecto, el origen de dichas escuelas medievales se situaría en la renovación llevada a cabo por Carlomagno (siglos VIII y IX), en la propia escuela palatina de Aquisgrán, intentando recuperar instituciones romanas desaparecidas con la caída del imperio de la ciudad fundada por Rómulo y Remo.
Estas escuelas van a evolucionar a lo largo de los siglos siguientes y algunas, junto con determinadas escuelas monásticas, señaladamente a partir de la reforma religiosa del papa Nicolás II (sínodo de 1059), se convertirán en Estudios generales. Pero para llegar a ostentar este honroso título debían ser apoyadas por los papas, los emperadores o los reyes que establecían una especie de mecenazgo sobre las mismas y les dotaban de rentas que les permitieran sobrevivir desahogadamente ya que los estudiantes no pagaban, sino, en algunos casos, en especies.
Así ocurrió en el caso que nos ocupa, por lo que podemos señalar, como comienzo de la evolución de la escuela catedralicia salmantina, al menos, la fecha de 1174 en la que aparece citado su maestrescuela en unos documentos intercambiados entre la catedral de Salamanca, la de Ciudad Rodrigo y el arzobispado de Santiago, sede primada del Reino de León desde la consecución de este título en la época de Alfonso VII el Emperador por parte del obispo Gelmírez.
Nos encontramos, entonces, en pleno reinado de Fernando II, y podemos colegir que el cargo de maestrescuela de Salamanca existe, al menos desde dicho rey, o incluso desde su padre el Emperador que muere en 1157, fecha en la que se reparte su imperio entre sus dos hijos: Sancho y Fernando.
En ese contexto, pues, de “renacimiento del siglo XII” surge, en 1218, el Studiumgenerale de Salamanca, habiendo juzgado, nuestro rey Alfonso, que el Reino de León debía contar con una institución de esas características para preparar convenientemente a los futuros intelectuales del país. Un hombre, por lo que constatamos, avanzado a su tiempo y preocupado por los verdaderos problemas de los habitantes de su reino. No se trata, entonces, así lo afirmamos, de una ocurrencia ni de una mera imitación de lo que había llevado a cabo, en 1208, el obispo Tello Téllez de Meneses creando un Studiumgenerale en Palencia al que, por cierto, y a pesar de que este tipo de instituciones tenían la vocación de universalidad, tenían muy difícil acceso los leoneses por mor de los continuos enfrentamientos con los castellanos.
Por todo lo antedicho, podemos afirmar, entonces, que Salamanca es la Universidad del Reino del León que evolucionará, en la época de Fernando III, y se constituirá definitivamente como tal, durante el reinado de Alfonso X. En concreto, el 8 de mayo 1254, el Rey Sabio dotaría a la citada instituciónde unos estatutos que definían su sistema de financiación, al tiempo que creaba el cargo de bibliotecario y varias cátedras. La nueva situación y validez de los estudios se refrenda finalmente con la bula del papa Alejandro IV en 1255. Y es, en ese momento, cuando el Studiumgenerale alcanza el título de Universitas, la primera de la Península, lo que supondrá que los estudios recibidos en sus aulas tendrán validez universal. Esta calificación hace que la Universidad leonesa de Salamanca sea considerada al mismo nivel que las que la precedieron en dicho nombramiento: París en 1246, Bolonia en 1253 y Oxford en 1254.
A la hora de establecer su organización interna y su plan de formación, Salamanca se inspirará en el plan de estudios de Bolonia y la salmantina, a su vez, será un referente para las universidades que se crearán posteriormente en la América hispana, por otro lado, y así hay que recordarlo, las más antiguas de toda América.
De su importancia a lo largo de los siglos, cabe citar algunos de los más importantes egresados y algunas de sus teorías que cambiarían el mundo:
Como personajes relevantes no deberíamos olvidar a Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana; Francisco de Vitoria, impulsor de la Escuela de Salamanca con sus ideas sobre el derecho internacional; Fray Bartolomé de las Casas, teólogo, jurista y destacado defensor de los que se denominaban entonces los indios, inspirando las Leyes Nuevas que prohibieron la esclavitud de los mismos; Luis de Góngora, famosísimo poeta y dramaturgo del siglo de oro español; Calderón de la Barca, una de las cumbres del teatro español, Fray Luis de León, teólogo, astrónomo, humanista, y grandísimo poeta; Francisco de Salinas, extraordinario músico y humanista a pesar de haber perdido la vista a los 11 años; Fernando de Rojas, autor de la Celestina, etc., etc., y, entre los modernos, por solo citar solo una persona; Miguel de Unamuno, gran escritor, pensador y rector de la propia universidad.
Es de rigor señalar también, al lado de esos grandes hombres, también algunas grandes mujeres, por ejemplo: Beatriz Galindo, llamada la Latina, extraordinaria conocedora de las lenguas clásicas y consejera de Isabel la Católica; María de Maeztu, considerada la primera mujer inscrita en la facultad de Filosofía y Letras de Salamanca; Teresa Iglesias, la primera mujer en entrar en la facultad de Medicina o María Luisa González, primera mujer universitaria que consiguió por oposición una beca para estudiar en Salamanca.
Digno de mención es también el movimiento denominado la Escuela de Salamanca de tanta repercusión e influencia que, como hemos apuntado, surge con Francisco de Vitoria y en la que también encontramos a, Domingo de Soto, teólogo y catedrático de metafísica, Luis de Alcalá, notable economista, Martín de Azpilicueta, teólogo, filósofo y economista; Tomás de Mercado, economista, filósofo y teólogo; Francisco Suárez, teólogo, jurista y sobre todo filósofo escolástico, etc.
La influencia sobre el pensamiento de la época, y aun posterior, es tan innegable que podemos señalar que de esta Escuela de Salamanca surgió el concepto de Derecho natural, el derecho de gentes, de tanta trascendencia para la época, puesto que fue capaz de formular, en la sociedad, el concepto de que todos los nombres son sujetos de los mismos derechos y por lo mismo iguales ante la ley puesto que comparten la misma naturaleza.
Y puesto que la sociedad se compone de individuos, las diferentes organizaciones sociales deben aspirar también a la libertad que se debe a esos mismos individuos. Ello supondrá, de manera inmediata el cambio de mentalidad en España con respecto a los “indios”, a los que algunos consideraban infantiles, salvajes, etc. En esas Leyes Nuevas se les reconocen sus derechos, entre otros el de propiedad de sus tierras. Este reconocimiento de igualdad va a favorecer los matrimonios mixtos, lo que ha llevado al mestizaje que hoy se constata en toda la América hispana.
Esta Escuela de Salamanca desarrollará también el concepto del “bien común”, de la relación entre los estados, etc. y, por terminar, se les reconoce también como fundadores de la ciencia económica, con la teoría del valor, del precio justo o del interés sobre los préstamos.
Último dato a considerar: apenas 59 años después del descubrimiento de América, en concreto el 12 de mayo de 1551, la Universidad de Salamanca dará como fruto la fundación de la universidad de San Marcos de Lima, conocida como la “decana” de las universidades americanas, en la cual enseñaron varios profesores formados en la primera universidad española, la Universidad leonesa de Salamanca.
- Textos: Hermenegildo López González
- Fotografías: Martínezld