Para no interrumpir durante estas fechas de la Semana Santa nuestra sección de “Había una vez un Reino”, recuperamos algunos de los acontecimientos o reflexiones que no habían traspasado el mensaje oral al escrito. En este caso, hemos elegido esa batalla de nombre casi impronunciable, por poco conocida pero de una importancia innegable (pronunciación aproximada: [al-luch] ).
Corría el año 1146, en concreto el 5 de enero, y uno de los más firmes aliados del Emperador de León (de hecho, de toda Hispania), aliado en el territorio musulmán, Zafadola (Áhmad ibn Abd al-MálikSaif ad-Dawla), que significa “espada de la dinastía” se encontraba en serio peligro por el acoso al que venía siendo sometido por los almorávides.
Pero, se preguntarán nuestros lectores; ¿Quién era este Zafadola, amigo del Emperador, si apenas hemos oído hablar de él? Digamos, entonces, unas palabras, al menos, sobre este personaje y así iremos desgranando la historia del día.
Hay que comenzar diciendo que, a pesar de la poca importancia que algunos historiadores le atribuyen (ya se sabe que las cosas y los hechos de León son irrelevantes, claro), estamos ante un noble de alta alcurnia entre los musulmanes; sus antepasados habían dominado las ciudades de Zaragoza, Tudela, Huesca y Calatayud. Incluso uno de sus ancestros, llamado Moctádir, tuvo relaciones cordiales con el Cid al que llamó para que le ayudara en la defensa de su reino. Su padre era miembro de la dinastía de los BanuHud, hijo de Abdelmálik (último rey taifa de Zaragoza).
Pues bien, las cosas van a cambiar de manera radical, cuando se presenten en la Península, los almorávides (o almoravides), una especie de monjes-soldados salidos de grupos nómadas de la zona del Sáhara. Seguían unas prácticas y una interpretación del Corán mucho más integrista, y llegaron a controlar grandes extensiones en la parte norte de África y en la Península Ibérica a la que saltaron desde Marruecos. Un día habrá que ocuparse de ellos más detenidamente.
Los reyezuelos de aquellos pequeños reinos en los que había explosionado el Califato de Córdoba, y que llamamos Taifas, van a verse obligados a obedecerles y este Zafadola, prácticamente en solitario, se opone a ellos e intenta encontrar aliados en varias ciudades del Sur. No habiéndolo conseguido, se dirigió en busca de apoyo a quien parecía ser el único capaz de oponerse a los almorávides, el rey de León, Alfonso VII.
Estamos en el año 1131 y, como muestra de sumisión, Zafadola entregará a nuestro Alfonso el único castillo que le queda, el de Rueda de Jalón, cerca de Zaragoza. A cambio, Alfonso le concede otros más al sur, intentando convertirle en una especie de guardián de la frontera hasta acabar con los almorávides. Cuando esto se consiga, Zafadola tiene el compromiso de convertirse en el emir de todos los musulmanes, siempre sometido al emperador leonés.
Así las cosas, y constatada la fidelidad de otros nobles y reyes peninsulares y hasta del sur de Francia, Alfonso se corona Emperador el 26 de mayo del año 1135, ante una magna concurrencia de reyes, nobles y grandes eclesiásticos en la catedral románica de Santa María, en la urbe regia. Hasta un cardenal fue enviado desde Roma: el cardenal Guido de Vico. Entre esa magna concurrencia se encontraba, naturalmente, Zafadola.
Pasan los años y la presión de los unos contra los otros (cristianos y musulmanes) sigue sin solución de continuidad. Así, en enero de 1146, Zafadola se encuentra guerreando por las tierras de Úbeda y Baeza, (Bayyasa, Úbbadat). Ante las dificultades de tal empresa, pide apoyo al Emperador y este envía en su ayuda a una serie de condes con sus mesnadas, entre los que encontramos a Ponce de Cabrera, Armengol de Urgel, Manrique de Lara y Martín Fernández, con la orden expresa de arrasar toda la zona. Venían apoyados también por Abd Al·lahath-Thagri, otro reyezuelo ismailita, en este caso de Cuenca que pudo haber influido mucho en el desenlace final.
No obstante, y, a pesar de que, en teoría, se deberían haber puesto a las órdenes del caudillo musulmán, algunos nobles se negaron a entregarle los prisioneros y el botín de guerra conseguido en aquella correría contra el enemigo. La situación se volvió tan tensa que derivó en batalla y Zafadola fue hecho prisionero. Más tarde, algunos caballeros denominados villanos apresaron y asesinaron a Zafadola, en esa Batalla de al-Luŷŷ, de Chinchilla de Montearagón, de Lezuza o de Alicante, puesto que no se ha podido determinar, exactamente, el lugar donde se produjeron los hechos.
¿Y quiénes eran esos caballeros villanos? Soldados de frontera que no entendían de política ni de las relaciones que se establecían entre los diversos reinos, condados, etc., en función de los intereses del momento. Sólo que, entre los que luchaban, unos eran cristianos y otros musulmanes y su objetico principal pasaba por enriquecerse y ganarse fama a través de la guerra.
Lo cierto es que los condes a los que aludía más arriba ya no se encontraban en la zona cuando se produjeron los hechos. Consta que algunos, por ejemplo, se encontraban en Carrión de los Condes, como Ponce de Cabrera y Manrique de Lara. Sin embargo, Armengol de Urgel no aparece por la corte imperial hasta el mes de agosto, por lo que algunos aventuran que pudo haber participado en el asesinato de Zafadola.
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Lo que sí es seguro es que el Emperador sintió mucho, no solo la muerte de su aliado, así como la del gobernador de Valencia (Sahib al-Basit), sino la de un amigo porque siempre se había mostrado fiel y su apoyo había sido muy importantes para mantener o incluso fomentar la rebelión de los habitantes de Al-Ándalus contra la horda de los almorávides. Con la muerte de Zafadola terminaba el sueño del emperador de convertir a Al Andalus en un reino musulmán, pero bajo protectorado leonés.
Los acontecimientos se van a precipitar y así, al año siguiente, 1147, Alfonso consigue la calificación de cruzada para su guerra contra los enemigos, precisamente, y, en primer lugar, es conquistar las tierras de Baeza y Úbeda, lo que hará antes de dirigirse hacia Almería, una gran plaza muy cotizada en aquellos momentos.
Así, el 25 de julio de ese año de 1147, se produce la toma de Baeza, denominada “Nido real de gavilanes”, con la intervención milagrosa del Santo Isidoro y la fundación de la “Confradería” del Pendón de Baeza, bajo la protección de San Isidoro, es la que hoy denominamos Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro, enseña que tiene honores de Capitán General de los ejércitos españoles.
Una consideración final. Si alguno de ustedes tiene a bien buscar alguna información sobre este hecho, se encontrará con la sorpresa de que entre los combatientes se cita claramente el Reino de Castilla y eso es, pura y simplemente, una memez, una mentira y, si se quiere, hasta una manipulación. Castilla ni siquiera existía, por decirlo de algún modo.
- Textos: Hermenegildo López
- Fotografías: Martínezld