Curiosamente, también, un 16 de febrero, pero, en este caso 12 años antes, en 1267, se firmaría el Pacto de Badajoz, entre Alfonso X de León y de Castilla y Alfonso III de Portugal para fijar los límites de las tierras conquistadas a los musulmanes en el Sur de la Península
Esta semana pasearemos nuestra mirada y nuestro recuerdo en torno a varias fechas, si bien, con un denominador común: los tratados entre León y Portugal, en especial los que vendrían a marcar la frontera entre los dos reinos, entre dos países, en suma; por cierto, considerada la más antigua de occidente, por lo menos. Es una cuestión que merecería, sin duda, una atención más amplia, incluso que la que podamos darle en estas breves páginas.
¿Y cuál es la razón para que nos ocupemos hoy de este tema?
Un 16 de febrero de 1279, en esa tierra hermana e incluso hija, si nos atenemos a las palabras de Rogelio Blanco, entre otros historiadores, se proclamaba rey a D. Dionís de Portugal, tras la muerte de su padre Alfonso III.
Una breve recapitulación se impone, por lo tanto, y para comenzar. Todos sabemos que el Condado de Portuscale, que ya había tenido una importancia grande (y hablamos solo de la Edad Media) en la época de nuestro rey Ramiro II, fue cedido por Alfonso VI a Teresa (hija habida fuera del matrimonio con una joven berciana, Jimena Muñoz) y a Enrique de Borgoña, primo, por cierto, de Raimundo de Borgoña, esposo de la futura reina Urraca I de León y sobrino de la reina Constanza de Borgoña, una de las mujeres de Alfonso VI.
En el afán controlador de los diferentes condados del Reino, por parte de la casa real leonesa, esta jugada, a la larga, resultó un grave error, especialmente, por la enemistad de Teresa y Urraca, que, a la postre, como hemos señalado, sería reina de León.
La situación, pues, se complica, hasta el punto de que, Alfonso Enríquez, el hijo de Teresa, terminará coronándose, con la ayuda del papado, rey de Portugal.
Ese sería, entonces, Enrique I, al que sucederá Sancho I, que será sucedido, a su vez, por Alfonso II. Reinará después su hijo Alfonso III, el padre del personaje al que hicimos referencia al principio: D. Dionís o D. Dinís en portugués.
Curiosamente, también, un 16 de febrero, pero, en este caso 12 años antes, en 1267, se firmaría el Pacto de Badajoz, entre Alfonso X de León y de Castilla y Alfonso III de Portugal para fijar los límites de las tierras conquistadas a los musulmanes en el Sur de la Península, concretamente en el Algarve, esa frontera vendrá marcada para la posteridad por el río Guadiana, aunque Alfonso X, el Sabio, se seguirá denominando rey del Algarve.
¿Pero y qué había ocurrido en la separación, en la independencia de Portugal, con respecto a León?
Hablando de tratados, deberíamos referirnos a varios de ellos. En primer lugar, el denominado Tratado de Tuy, firmado entre Alfonso VII el Emperador y su primo Alfonso Henríquez, recordemos, el hijo de Teresa.
El hecho ocurre en 1137, dos años después de haberse coronado el primero Emperador en León, en presencia de todos los reyes cristianos de la Península, una enorme cantidad de nobles, incluso del Sur de Francia y hasta el personaje del que hemos hablado ya como futuro Emir de los territorios del Sur musulmán: Zafadola… Pero, en ese magno acontecimiento, no se presentó el primo portugués. Incluso, más tarde, conocedor de los problemas que tenía el Emperador con Navarra, atacó la frontera norte de su condado, es decir, Galicia, llegando hasta Tuy.
Naturalmente, las fuerzas del Emperador eran mayores y le derrotó sin demasiado esfuerzo. Consiguió, así mismo, el juramento de fidelidad del portugués, algo que, sin embargo, sistemáticamente no cumpliría. La referencia podemos contemplarla en uno de los bellos mosaicos que adornan la estación ferroviaria de «Sao Bento» en Oporto. Se titula Egas Moniz con sus hijos ante el Emperador.
Pocos años más tarde, en concreto, el 5 de octubre de 1143, se firma un nuevo tratado; en este caso el denominado Tratado de Zamora. En el mismo, se consolida, de facto, la utilización del título de rey por Alfonso Henríquez, a cambio de que se siga considerando vasallo del Emperador. Un Emperador necesita reyes que le consideren su señor…
Otro engaño más de quien no tiene ningún deseo de considerarse súbdito de nadie y que se ve engrandecido, aún más, después de la victoria en la batalla de Ourique contra los musulmanes.
El título de rey de Portugal, que Alfonso I usaba desde 1139, fue, entonces, confirmado en Zamora ante el cardenal Guido de Vico que, no lo olvidemos, había asistido a la coronación del Emperador. Sin embargo, Alfonso Henríquez, de inmediato, pide, a través de este cardenal, la protección del papa de quien si se manifiesta vasallo y se compromete a entregarle una cantidad de monedas de oro sobre la que los historiadores no se han puesto nunca de acuerdo.
Lo cierto es que, años más tarde, en 1179, se consumará el proceso de separación efectiva de Portugal por medio de una bula papal “Manifestis Probatum” publicada por Alejandro III, según se dice, a cambio de un regalo de mil monedas de oro. En aquellos momentos, ya había muerto el Emperador, (lo había hecho en 1157) y reinaba en León su segundo hijo, Fernando II.
Los problemas de frontera entre los dos reinos, no obstante, no habían cejado y, para evitarlos, se había llegado al compromiso de casar al heredero del Reino de León con la infanta Urraca de Portugal, hija del primer rey de dicho país.
A pesar de todo, los enfrentamientos entre ambos reinos no terminarían, especialmente por el dominio de la Extremadura. Badajoz, por ejemplo, fue campo de batalla en más de una ocasión y, para complicar aún más el escenario, en el año 1175, el mismo papa, Alejandro III, verdadero azote del Reino de León, anularía el matrimonio de Fernando y Urraca. Para entonces ya había nacido el heredero, el futuro Alfonso IX, el Legislador.
En su reinado volverá a reproducirse la misma situación: su primer matrimonio, buscando apoyos, especialmente contra Castilla, será con una infanta portuguesa, Teresa a la que llamamos hoy Santa Teresa de León, enterrada junto a su hermana Sancha en el Monasterio de Santa María de Lorvaô, cerca de Coímbra.
Pero ese matrimonio, como el de su padre, también fue disuelto, en este caso, al cabo de tres años. Ello supuso, incluso, una excomunión para el rey y un interdicto contra el Reino.
Poco después, podríamos hablar de otro pacto, el denominado pacto o Liga de Huesca, 12 de mayo de 1191 que también incluía a los reinos de Aragón y Navarra, contra las apetencias de Castilla, siempre ansiosa de comer terreno a su reino matriz (el complejo de Edipo).
El 11 de noviembre de 1212, después de la Batalla de las Navas de Tolosa, se firmará, entre León, Portugal y Castilla, la paz de Coímbra para la devolución de los castillos que unos y otros habían ocupado o conquistado indebidamente, sobre todo al Reino de León y, en gran parte de los de la frontera del Este.
Así, como constatamos, las apetencias de los dos reinos nacidos de las tierras conquistadas a los musulmanes por el Reino de León impondrán toda una serie de coaliciones, a favor o en contra, casi siempre del mismo, lo que hará que, las alianzas entre ellos serán realmente complejas e irán desde la amistad hasta la declaración de guerra.
En resumen, que, a lo largo de los dos últimos reyes privativos de León se fue consolidando la frontera de lo que sería el Reino de Portugal que, en el decir de sus propios ciudadanos tendrá dos partes bien definidas: desde Coímbra hacia el Norte, siempre se considerarán herederos del Reino de León, algo que no ocurre, sin embargo, en el Sur.
Las influencias son tantas que, en su momento, dedicaremos a ello algunas reflexiones. Vaya, en este caso, y como un ejemplo muy concreto lo que podemos constatar con una población situada en la Sierra de la Culebra (Zamora).
Hablamos de Rihonor (Rionor), curiosamente denominada, a partir de 1936, Rihonor de Castilla, (¡!!!) cuando siempre había sido Rionor, a secas, o incluso Ruidenore, en leonés, o Rio de Onor en portugués.
Se trata de un pequeño pueblo, cruzado por la frontera entre ambos países (Portugal y España) en el que, a pesar de su escasa población, se sigue hablando, mezclado con las otras dos lenguas, un dialecto leonés, el rihonorés, algo que, por otro lado, no es exclusivo de esta zona. En Miranda do Douro se habla otro dialecto, en este caso, el mirandés.
El leonés, entonces, sigue, a pesar de los siglos, sirviendo de lazo de unión entre unos habitantes que nunca han sentido realmente una frontera que separa, sino que une, en la cultura y en la historia. De hecho, en lugar de frontera, siempre se la ha denominado la raya, y eso es lo que es: una simple raya en un mapa y, a poco que se investigue, siempre encontraremos más cosas que nos unen que las que pretenden algunos que nos separen.
- Textos: Hermenegildo López
- Fotografías: Martínezld