Pardiez, mi señor Padilla
qué suerte estar en Castilla;
aunque a decirle verdad
me duele la rabadilla.
Todo el día cabalgando
sobre esta incómoda silla.
Menos mal que nuestras huestes
nos esperan a la orilla
de Villa-lar bien nombrada.
Una extensa y grande villa
donde nos defenderán
de aquesta vil pesadilla.
Se confunde Maldonado
que aún somos del otro lado
y este vil emperador
con nosotros la ha tramado.
Los de Burgos se han vendido
y al aire nos han dejado
la parte de anatomía
que nunca osara nombraros.
Esa que llaman el culo
de la que usted se ha quejado
y a poco que no guardemos
podrá acabar profanado.
¿Y usted que dice don Bravo?
¿Es que mudo se ha quedado?
Es que huele a chamusquina
y detrás de ese collado
mucho polvo se levanta
y barrunto mil soldados
armados hasta los dientes
y ya nos han columbrado.
Ay, que temo lo peor,
que la soga está esperando,
o el hacha que duele más
pues ese golpe hace daño.
No me sea usted miedica
que la junta está esperando
para hacernos unos héroes
aunque ahora estén implorando
el perdón a este don Carlos.
Buen futuro esperarán
para dejar maqueado
este pueblo donde se oyen
ya las campanas sonando.
¿No las oís, buen Padilla?
¿No las oís, Maldonado?
Me cisco yo en su homenaje
si ahora se marchan volando
como asustados conejos
los traidores castellanos.
Así se escribe la historia
Y Castilla se ha apropiado
de una fiesta que no es suya
de otras tierras la ha robado
pues ni Bravo, ni Padilla
ni tampoco Maldonado
eran gentes de Castilla
ni de Putela, carallo.
Que uno era Salmantino
otro nacido en Toledo
y p’a terminar la terna
otro guadalajareño.
¿Hasta cuándo sus mentiras
podrá aguantar el invento?
Este “aborto” mal parido
en bien de los pucelanos.
Texto: El Húsar Tiburcio