Tienes la nariz pegada contra el cristal de la ventana. Miras los edificios, llueve. El cielo encapotado bloquea ansias de felicidad, y bajas la vista.
Te das la vuelta y te encuentras con el salón de tu casa pero no quieres ni sentarte. Crees que todo lo que te pasa dentro lo puedes solucionar estando de pie, dando vueltas y no desembocando en ninguna parte. Te crees que hay algo que solucionar.
Te salta una notificación: Fernando Simón, en la Moncloa, otro día más. La abres sabiendo, prácticamente, lo que va a decir. Pero aparece una mujer, una tal María José Sierra, que dice que hasta el imbatible Simón tiene coronavirus. Cierras YouTube, guardas el móvil y sigues caminando sin rumbo. Pero ahora te preguntas alguna cosa más. Y es que vivimos días en una montaña rusa, que ondulan, que ondean. Que preocupan y que nos preocupan. Porque, admitámoslo, queremos que todo acabe para poder seguir haciendo lo mismo de siempre: poco.
Qué bueno eso de que ahora somos más activos. Un oxímoron en sí mismo. ¿Por qué así? ¿Es que la única forma de luchar contra nosotros mismos, de no caer en el tedio, en la desesperación, aunque sea laxa, es ser más activos en periodos de inactividad? Te pones a leer un libro y empiezas por abrirlo. Lees tres páginas, lo que consideras una odisea, y te cansas: vuelves al estatismo activo, es decir, a no hacer nada y creer que por pensar y preocuparte estás avanzando terreno.
Compruebas las noticias: estamos caminando por el “pico de la curva”. Luego, tan sólo, dicen, es un descenso hasta perdernos, de nuevo, en lo de siempre. Y, siempre, pensando en lo mismo. Te concentras en el final, en el día en que esa maldita curva roce o se acerque a la base. Tan sólo es una preciosa metáfora de lo que es tu concepción de la felicidad. Una concepción finalista, repugnante, que es, nada más y nada menos, que la antifelicidad.
Y, por ello, estás, otra vez, viendo nada sentado en el sofá.
Pero vivimos un tiempo de variantes. Te sientes manipulado por los momentos y manipulado por ti mismo. Ahora bien, eres una persona inteligente y nada o poco masoquista que sabe de sobra que busca cosas buenas. Porque todos buscamos cosas buenas y porque el mejor camino para salir de esta cuarentena exterior es poner en cuarentena ciertas secciones de nuestro interior que viven para hacer de nosotros algo más desagradable y feo. Algo horrible que ve su momento en estos días en que se teje tedio sin fin y que, cual viuda negra, inyecta veneno sin ni siquiera recibir una potente influencia de nadie. Ahora nosotros somos responsables.
Dejar en barbecho nuestro jardín de la vida demostrará de qué somos capaces y qué verdura brotará en los próximos tiempos.
Son días grises, los mejores para demostrarnos, a nosotros mismos y a nadie más, que el sufrimiento es muy propio. Que somos, en la práctica,sus únicos culpables. Basta ya de cometer errores que conoces.
¿Sigues mirando por la ventana? Bien, observa y nada más. Reconforta tu vista. Apágate por un instante. Quiérete. Y prepara el armario que ya veo el verano desde aquí. Lo más importante en tu vida eres tú.
Texto: Julio Herreros Ropero