Tengo que reconocer que, desde que la Abogacía del Estado, en su afán por defender a una infanta “que no se enteraba”, “no le constaba” y “todo lo había hecho por amor”, nos dijo que “Hacienda somos todos” era solamente un eslogan publicitario, las frases hechas para animar a la sociedad no sólo me parecen huecas sino que, a priori, pienso que son una gran mentira interesada.
Pues bien, desde que la pandemia del coronavirus está azotando a nuestro país, no ceso de oir el eslogan “Esto lo paramos entre todos” y, cada vez que lo oigo, me pregunto ¿quienes somos esos “entre todos”? Porque lo que para mí (e imagino que para muchos de ustedes) ese “entre todos” no deja de ser, como dijera la Abogacía del Estado, otro eslogan publicitario.
Asistimos a muestras de solidaridad desde gente de a pie que, con su mejor voluntad e interés, están haciendo mascarillas (tal vez no muy efectivas pero, indudablemente, mejores que la falta total de ellas), industrias que se han reconvertido para producir equipos de protección individual, deportistas de élite que donan grandes cantidades, otros más modestos que aceptan rebajas de sus sueldos, personas que ayudan a sus vecinos ancianos con compras o entregas de comida, ayuntamientos que organizan servicios de ayuda a sus administrados…
Y oímos, en un conteo sin fin, cómo diversas empresas, ante el cese obligado de su actividad, van declarando ERTEs sin fin durante los cuales, los trabajadores afectados, verán reducidos sus ingresos pero, ya se sabe, en momentos de crisis, sea económica o sanitaria, “todos” nos tenemos que apretar el cinturón.
¿Todos? NO. No todos. Como dije antes, la frase que da título a este pequeño artículo vuelve a ser “un eslogan publicitario”. ¿Alguien ha oído que un sólo político haya renunciado a su sueldo del mes de marzo para que ese dinero se dedique a la compra del tan necesario material sanitario para protección de todos esos compatriotas nuestros (sanitarios, policía, protección civil, transportistas, personal de tiendas de alimentación…) que, a diario, se baten el cobre, cada uno desde su responsabilidad, para plantar cara a esta pandemia que nos azota, en la mayoría de los casos con poca o nula protección que les libre de caer infectados por el coronavirus? ¿Dónde están las contribuciones de todos los senadores y diputados, tanto nacionales como autonómicos, que no están trabajando pero siguen cobrando, tranquilamente desde su casa, no sólo sus sustanciosos sueldos sino también unas no menos sustanciosas dietas?
Pero lo que ya roza los límites de la comprensión humana es que, cuando un senador, el leonés Javier Santiago Vélez, decide donar los 1.950 euros recibidos en concepto de dietas para la compra de mascarillas protectoras (realizadas con impresora 3D) para los agentes rurales de la Guardia Civil, la reacción en su partido es de rechazo a dicha iniciativa.
Cualquiera pensaría que el gesto del senador leonés merece agradecimiento, sobre todo teniendo en cuenta que ha sido el único y, al propio tiempo, esperaría que sirviera de ejemplo al resto de senadores y diputados pero no, no hablamos de “gente de la calle” con conciencia y pensamientos normales, hablamos de políticos, personas que, al menos en su opinión, se encuentran por encima del resto de los mortales, de sus convenciones y de su conciencia.
No es que no donen una parte de su sueldo (que no se han ganado) sino que, además, siguen cobrando unas dietas a las que, al no haberse desplazado a Madrid, no deberían tener derecho y, para mayor INRI, cuando uno de ellos decide donar dicho importe, les crea tal malestar que algunos de ellos han llegado a desnudar sus más íntimos pensamientos y, con una arrogancia digna de mejor causa, han manifestados que “En política no estamos para hacer donaciones” o ‘simplemente’, lamentaron que pudiera darse un ‘efecto contagio’.
Por supuesto, los demás diputados y senadores del resto de los partidos políticos ni están ni se les espera.
Dicho todo lo cual, lo único que me queda claro con estas “actuaciones estelares” de los políticos (me resisto a llamarles “nuestros” por razones evidentes) es que, en este país, “algunos” somos más “todos” que “otros” y, desde luego, está muy claro que la inmensa mayoría de los políticos no se sienten incluidos, en absoluto, en el “eslogan publicitario” que ellos mismos han acuñado, mientras, las enfermeras, celadores y médicos se siguen ocupando de los contagiados con bolsas de basura, reutilizando guantes y mascarillas y sin suficientes test de detección del coronavirus.
Texto: Alicia Valmaseda Merino