La siembra manual o “siembra a voleo” consistía en repartir a puñados la semilla sobre la tierra. Para ello debía tenerse una gran habilidad, pues requería distribuir la simiente con regularidad en toda la superficie. Ello era complicadísimo y sólo verdaderos artistas lo conseguían con una técnica muy precisa.
Por ello desde finales del siglo XIX y principios del XX comenzaron a aparecer las primeras sembradoras mecánicas, como esta magnífica pieza que tenemos en la exposición “Labrando Pasado”. También se denominan “Máquinas de Smith” por uno de sus principales inventores.
Por supuesto estas primeras sembradoras mecánicas eran de tracción animal. Iban montadas sobre ruedas (inicialmente de carro; en este modelo ya son ruedas metálicas y propias de la máquina).
En su parte superior tienen una tolva dividida en dos compartimentos comunicados, uno donde se echa el grano y otro aparato distribuidor. Entre medias gira un eje con discos y cucharas que reparten el grano hacia unos embudos y tubos que llevan hasta las botas que depositan el grano en la tierra. El giro del eje lo produce una de las ruedas, transmitido mediante engranajes, pudiéndose regular el mayor o menor aporte de semillas.
Antes de las botas existen unas rejas que abren un pequeño surco en la tierra donde queda depositada la semilla. La máquina permite, mediante una palanca, levantar rejas y botas para que sea trasladada por los caminos sin trabajar.
La máquina sembradora, eso sí, precisaba de un buen laboreo previo de la tierra. Debía estar bien arada y pasada la grada para allanar el terreno.
Desconocemos la marca de esta magnífica máquina sembradora, pues por su antigüedad la pintura con que estaba rotulada está muy deteriorada (pondremos otra fotografía de este detalle en los comentarios de Facebook por si alguien es capaz de identificar su fabricante).