Al atardecer, cuando se encienden las primeras luces de Florencia, es cuando me gusta subir a la Piazzale Michelangelo. Es el lugar más romántico para acabar un agotador día en Florencia. Es pura sensación, sensación de asombro, de admiración, pura belleza, puro arte.
Es visita obligada para los enamorados, pero también para los enamorados del arte. A tus pies se alza majestuosa la que dicen es la ciudad más bella del mundo y que puede producirte el mal de Stendhal. El síndrome de Stendhal o también denominado Síndrome de Florencia o «estrés del viajero», es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión , temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar.
Más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, el síndrome de Stendhal se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico.
Escribió Sthendal allá por 1817 «Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme».
La plaza Michelangelo es la terraza panorámica más famosa de Florencia y desde luego es visita obligatoria para los turistas. La plaza, dedicada al gran artista renacentista Miguel Ángel, tiene copias de algunas de sus obras más famosas como su célebre David y las cuatro alegorías de la Capilla Medici de San Lorenzo.
El monumento fue inaugurado el 25 de junio de 1873, en la terraza que fué construida en 1865 por el arquitecto Giuseppe Poggi en una colina al sur del centro histórico, con motivo de la finalización de los trabajos de reurbanización de la ribera izquierda del río Arno.