La sacabera que cayó entre las muelas del molino de pan envenenó a todo un pueblo de Babia que, feliz, celebraba la fiesta de San Mamés. La valiente dama de Arintero disfrazó sus formas de mujer para luchar como un hombre en la guerra y defender a su reina. Un hombre acecha al oso que roba sus colmenas; el tiro de muerte se alojará, no en el oso, sino en su pobre madre abrazada a las urces. Una astilla del arca del cautivo de Argel, cristiano de Villamañán, curará los dolores de muelas, después de que la propia Virgen del Camino trajera a su santuario el arca entera, incluidos el preso y el moro guardián. La daga ensangrentada de Damasco acaba de degollar al hijo de Guzmán, capitán del rey Sancho.
Allá por Cabrillanes, las mozas que vigilaban las ovejas en la braña eran aterrorizadas por los duendes burlones, mientras el balido de la cabra loca resuena por los montes y los caminos de San Bartolomé, y el topo desmonta de noche la esforzada obra de la catedral de León. El santo Isidoro, molesto por el paseo que lo sacó de su abadía en plena sequía, hace llover en mil cántaros hasta que le devolvieron a su morada; chaparrón diferente de aquel que llenó el lago Carucedo ante los amores, en un monasterio, de Salvador y María. De amores va la historia del moro abencerraje que desvía el curso del Órbigo y convierte el páramo en vergel.
Estas y otras leyendas están recogidas en este hermoso libro, que también estrena editorial, frutos ambos de la ilusión de un apasionado por León y sus letras, Joaquín Alegre. Janas y cuélebres, santos y duendes, foros u ofertas, cien doncellas, mil historias.
Texto: Lola Figueira Moure