Oculto tras un muro del pórtico occidental de la Catedral de León, en 1882 los trabajadores que acompañan a Demetrio de los Ríos en las obras de reconstrucción descubren el sepulcro de un cadáver imposible de identificar. Aparece ataviado con prendas entre las que se encuentra la tela que este mes de mayo destacamos como Pieza del mes.
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Se trata de dos fragmentos incompletos de un mismo tejido andalusí de seda e hilo de oro, en un estado de conservación muy delicado y que hace de su hallazgo un suceso todavía más interesante.
Este finado, de religión cristiana (presumiblemente, por la ubicación donde es enterrado), se descubre vestido con textiles islámicos con una inscripción en hilo de oro entorchado y caligrafía cúfica: “Bendición para su dueño” y “el auxilio divino en la enfermedad”. Este llamativo descubrimiento atestigua el gran prestigio del que gozaban los tejidos musulmanes de la Península por su gran riqueza técnica y artística incluso entre los cristianos, a pesar de que sus decoraciones imitaran de manera habitual las iluminaciones de El Corán.
Por su inscripción islámica, los materiales y la técnica de ligamento de las urdimbres y las tramas empleada, conocida como taqueté, las dos secciones nos remiten a los talleres textiles de Al Andalus de la zona de Almería, aunque en un periodo indeterminado, difícil de datar, entre el siglo XII y el XIV. Ambas partes presentan una coloración amarilla (color crema o marfil), cenefas rojas y franjas de un tono verde-azulado, aparte del hilo de oro entorchado. No obstante, el contacto con el cuerpo en descomposición ha decolorado y manchado varias zonas. Sin embargo, a pesar de las máculas y la fragilidad de este curioso hallazgo, estamos ante una de las muchas evidencias de un testimonio aún más interesante, cuyo rastro nos remite a la consolidación de la Ruta de la seda en Occidente gracias a la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica.
La seda era originaria de China. Esta monopoliza su producción hasta que más adelante llega a Bizancio en época de Justiniano. Posteriormente, a partir del siglo VII en adelante, gracias a los musulmanes alcanzará todo el Mediterráneo, que cumple con las condiciones necesarias para la cría del gusano Bombyx mori. En la Península en concreto, encontramos el centro de fabricación más importante en los valles de Almería, posible procedencia de nuestra obra.
En cuanto a sus colores, los talleres andalusíes emplearon diferentes tintes de origen vegetal, mineral o animal para la pigmentación de la seda. En el caso de las coloraciones rojas, solían extraerse del quermes, un insecto que encontramos en las encinas españolas en abundancia y cuyo comercio fue una actividad de gran importancia durante la Edad Media. Por su parte, los tonos amarillentos solían extraerse del ocre amarillo y del azafrán, árbol que comenzó a cultivarse en la Península con los musulmanes y muy empleado en todo el mundo islámico.
Del mismo modo, los tintes azules tenían un origen vegetal: la hierba pastel cultivada en la zona de Toledo y por otro lado, el añil o índigo, procedente de la India y cuyo comercio fue uno de los más activos en la Baja Edad Media.
Por tanto, los frágiles pero coloridos fragmentos de este tejido esconden en realidad un rico trasfondo de comunicación y un fuerte contacto entre culturas y religiones, que reniega de la imagen estática y lúgubre con la que algunos identifican aún hoy la Edad Media.
La pieza del mes constituye una oportunidad para conocer más detenidamente alguno de los bienes expuestos en el Museo, mediante una explicación detallada durante las visitas guiadas, que se desarrollan gratuitamente de martes a domingo, a las 12:30 h.
