Versión clásica

4 de mayo de 1984 «No soy de un pueblo de bueyes… los leones se levantan»:

Se celebró el 4 de mayo de 1984 y participaron 90.000 personas a favor de la Autonomía de León Solo.

Un 4 de mayo de hace 37 años, mas de 90.000 leoneses llegados desde todos los puntos del Reino de León colapsaron el centro de la capital leonesa para reivindicar una autonomía propia, siendo la mayor manifestación habida en la historia de León.

Fue todo un clamor popular, ignorado por el entonces Gobierno de España, que por razones de estado unió un año antes la Región Leonesa con los restos de la vieja Castilla.

Todo León estaba en la calle. Fue un grito de libertad de este pueblo que hoy languidece  y se despuebla en una autonomía en la que nunca quiso estar.

Aquél 4 de mayo los leoneses quisieron coger la riendas de su destino y de su futuro en las mismas condiciones y con los mismos derechos que el resto de los pueblos de España, pero no les dejaron. 36 años después, un 16 de febrero, 80.000 leoneses salieron de nuevo a la calle para pedir la reindustralización de León, denunciar el abandono y el olvido de esta Provincia y reclamar el derecho a Autonomía.

Y no hay dos sin tres. Varias organizaciones y colectivos leonesistas ya están trabajando duro para que nada mas que pase la pandemia organizar la manifestación definitiva que saque a León de este engendro que solo ha supuesto ruina para estas nobles tierras leonesas.

Desde entonces la historia es de sobra conocida, manipulación asfixiante de nuestra historia para justificar esta unión no deseada, emigración, paro, desertización, envejecimiento de la población, desmantelamiento del tejido industrial y productivo de nuestro País.

Fotografía: Martíenzld

Un País, el leonés, convertido en una colonia al servicio de una metrópolí que esquilma y controla nuestros recursos.

 

La manifestación tenía su salida y origen la glorieta de Guzmán, el gran héroe de Tarifa. Aquella convocatoria fue realizada por cinco firmantes, José María Rodríguez de Francisco, Mario de Amilivia, Juan Garzo, Luis-D. Martínez (actual director de Enredando.info) y José Antonio González.

Finalizaba la manifestación con la lectura de un manifiesto  y con los versos de Miguel Hernández «Vientos del Pueblo» que aún hoy se pone la carne de gallina al leerlos.

Vientos del pueblo mi llevan, 
vientos del pueblo me arrastran, 
me esparcen el corazón 
y me aventan la garganta. 

Los bueyes doblan la frente, 
impotentemente mansa, 
delante de los castigos: 
los leones se levantan 
y al mismo tiempo castigan 
con su clamorosa zarpa. 

No soy de un pueblo de bueyes 
que soy de un pueblo que embargan 
yacimientos de leones, 
desfiladeros de águilas 
y cordilleras de toros 
con el orgullo del asta. 
Nunca medraron los bueyes 
en los páramos de España. 

¿Quién habló de echar un yugo 
sobre el cuello de esta raza? 
¿Quién ha puesto al huracán 
jamás ni yugos ni trabas, 
ni quién al rayo detuvo 
prisionero en una jaula? 

Asturianos de braveza, 
vascos de piedra blindada, 
valencianos de alegría 
y castellanos de alma, 
labrados como la tierra 
y airosos como las alas; 
andaluces de relámpago, 
nacidos entre guitarras 
y forjados en los yunques 
torrenciales de las lágrimas; 
extremeños de centeno, 
gallegos de lluvia y calma, 
catalanes de firmeza, 
aragoneses de casta, 
murcianos de dinamita 
brutalmente propagada, 
leoneses, navarros, dueños 
del hambre, el sudor y el hacha, 
reyes de la minería, 
señores de la labranza, 
hombres que entre las raíces, 
como raíces gallardas, 
vais de la vida a la muerte, 
vais de la nada a la nada: 
yugos os quieren poner 
gentes de la hierba mala, 
yugos que habéis de dejar 
rotos sobre sus espaldas

Crepúsculo de los bueyes 
está despuntando el alba. 

Los bueyes mueren vestidos 
de humildad y olor a cuadra: 
las águilas, los leones 
y los toros de arrogancia, 
y detrás de ellos el cielo 
ni se enturbia ni se acaba. 
La agonía de los bueyes 
tiene pequeña la cara, 
la del animal varón 
toda la creación agranda. 

Si me muero, que me muera 
con la cabeza bien alta. 
Muerto y veinte veces muerto, 
la boca contra la grama, 
tendré apretados los dientes 
y decidida la barba. 

Cantando espero la muerte, 
que hay ruiseñores que cantan 
encima de los fusiles 
y en medio de las batallas. 

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